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jueves 2 de marzo de 2006

José Ignacio García Hamilton: “Mucho peor están aquellos que no pueden salir”

Hace dos semanas, el escritor José Ignacio García Hamilton llegó a Cuba para una visita, pero no pudo cumplir su estadía. En el aeropuerto le vedaron la entrada al país, sin ningún tipo de explicación ni justificación, y lo deportaron a la Argentina. Un episodio lamentable que demuestra con claridad el régimen de intolerancia y abuso de poder en el que se vive en ese país, bajo la dictadura de Fidel Castro.

– ¿Qué fue lo que le pasó en Cuba?

– Hace unas semanas viajé a la isla. Llegué con una visa de turista que yo personalmente gestioné en la embajada de Cuba en la Argentina, para mi mujer y para mí. Al entrar al aeropuerto de La Habana presenté todos los papeles y el pasaporte e inmediatamente sonó como una chicharra o un timbre. Me dijeron que debía esperar ahí y luego un funcionario de migración o de la policía, no lo sé, sin más rodeos me dijo: “usted tiene prohibida la entrada al país”.
Le pedí que pusiera en conocimiento del problema a la embajada argentina en Cuba y que me dieran una explicación, a lo cual me contestaron que no y que me iban a deportar en el primer vuelo. Efectivamente, así lo hicieron.
Mi mujer me acompañó, por supuesto, y cuando entramos al avión, justo en ese momento, llegaba el embajador argentino que viajaba precisamente en ese mismo avión hacia Buenos Aires. Cuando le conté, él pidió, también, una explicación, que no se la dieron. Entonces llamó por celular al segundo de la embajada, el doctor David Orlascano Ibedia, pidiéndole que presentara inmediatamente un pedido de explicaciones.

– ¿Hubo alguna respuesta?

– No, que yo sepa.

– ¿Cómo se comportó el gobierno argentino frente a este atropello?

– Me parece que muy bien. El embajador argentino, que es el representante, pidió de inmediato que se presentara una nota y la nota se presentó sin demoras. La verdad es que yo, en ese sentido, no tengo ningún reproche.

– ¿Recibió alguna llamada de algún funcionario del gobierno solidarizándose por el episodio?

– No, pero tuve esa actitud de consternación de Darío Alessandro, el embajador argentino en Cuba, y la nota, que supongo que habrá presentado el encargado de negocios, Orlascano Iberia. Yo estoy absolutamente satisfecho y conforme con respecto a la actitud y a la conducta del gobierno.

– ¿Por qué motivo había ido a Cuba? ¿Qué era eso tan peligroso que podía hacer usted allí?

– No sé. Tal vez, fue por portación de ideas…

– Eso sí que es peligroso…

– Lo cierto es que yo iba a hablar seguramente de mi último libro. Y digo “seguramente” porque tenía un programa de actividades.

– ¿El libro sobre Simón Bolívar?

– Exactamente. Y también iba a ir a visitar una escuela, porque tengo amigos que están tanto en la oposición como en la parte cultural en el gobierno. Así que digamos que fue una sorpresa.
Además, obviamente, en mi estadía también iba a recoger informaciones, experiencias, pensaba hablar con disidentes, tal como lo hice en mis dos visitas anteriores.

– ¿Cuándo estuvo en Cuba?

– Yo estuve otras dos veces y me refiero a más allá del aeropuerto… Una hace 10 años, en el 96 ó 97, no recuerdo con exactitud. En esa oportunidad conocí a un disidente e hice unas gestiones muy discretas, muy prudentes, para que mejorara su situación porque estaba perseguido. Luego, volví el año pasado, que también me reuní con disidentes, pero en un plano de discreción, siempre.

– ¿Piensa que estas reuniones que mantuvo hicieron que figurara en la libreta negra de la dictadura que impera en Cuba y que por eso no lo dejaron entrar? ¿O cuál es su conjetura?

– Y puede ser esa la razón. Cuando a uno le pasa esto, una cosa de este tipo, uno empieza a pensar “¿qué hice mal?”. Empieza a sentirse culpable. Ése es el mecanismo de las dictaduras, que cada ciudadano se sienta culpable y temeroso. Pero, puede ser esa la razón, como pueden serlo mis libros. Puede ser el libro específico “El autoritarismo y la improductividad”, que es un texto que ha circulado mucho en Latinoamérica.

– Pero es un libro de hace muchos años.

– Sí, de hace 15, pero ha tenido muchas ediciones en distintos países de habla hispana. Y en las más recientes, se ha incluido un prólogo de Carlos Montaner, que es cubano.

– Y opositor.

– Sí, pero en todo el texto del prólogo no menciona siquiera una vez la palabra “Cuba”. Y, además, el libro habla de la colonia, de cómo en los tres siglos de la colonia española en América se desarrolló una cultura de absolutismo político, de fanatismos religiosos, de estatismo económico, de militarismo, de incumplimiento de la ley y de cómo nos es difícil a los hispanoamericanos salir de eso. Es decir, de cómo recaemos en dictaduras y autoritarismos y cómo nos cuesta no caer bajo la tentación hegemónica y centralista.

– Como Chávez, Fidel Castro…

– En el libro queda flotando eso. Pero nada más. La verdad es que, en contraposición, hay gente que me ha dicho que tal vez es por el libro de Bolívar, que también se ha vendido en muchos países. Ahí se pinta a un hombre que colabora o, mejor dicho, es el productor principal de la ruptura del vínculo colonial con España. Y que, sin embargo, al mismo tiempo, una vez que hace esto, toma el poder absoluto y se proclama presidente vitalicio en Bolivia.
Por entonces, él mismo redacta una constitución que incluye esta figura de presidente para siempre y la impone en Perú. Después la quiere imponer en Venezuela, Colombia y Ecuador. Y es ahí cuando el vicepresidente Santander le dice: “yo no luché tantos años contra Fernando VII para ahora tener un monarca que se llame Simón I”. Entonces, mediante un golpe institucional, Bolívar modifica la Constitución y se proclama dictador con el paradójico título de “libertador presidente”.

– ¿Bolívar es el que dijo la famosa frase “en América Latina los pueblos necesitan monarcas con nombres de presidentes”?

– En realidad, fue el agregado francés, cuando se estaba llevando a cabo el trámite para nombrar un rey sin dinastía que iba a ser Bolívar, el que dijo “América Latina necesita reyes pero con nombres de presidentes”.

– Usted decía que había estado en Cuba el año pasado y había hablado con disidentes y supongo que también con gente que no es disidente.

– Sí, así es.

– ¿Cómo ve a Cuba? ¿La gente la está pasando bien, están gozando de estándares de vida fenomenales? ¿Los balseros son turistas apurados que perdieron el avión y se van remando para Miami, o son personas que están escapando de un régimen dictatorial? ¿Qué es lo que sucede allí?

– En primer lugar, es un país en el que no hay libertades. Además, el nivel de vida es muy bajo y el salario es mínimo -entre 15 y 18 dólares- en la mayoría de los casos. Por otra parte, la tasa de crecimiento es muy pequeña y hay muchas carencias. Fíjese que cada vez que uno va, tiene que llevar pasta de dientes, por ejemplo. Un escritor amigo me pidió que le llevara bolígrafos porque no tienen, y tampoco tienen jabones. No pueden ver la televisión que ve un turista y no pueden entrar al cuarto de un hotel. En fin, tienen muchísimas restricciones.
Sin embargo, por otro lado, es una cultura bastante particular, donde todo el mundo tiene derecho al empleo. Generalmente, no se produce, y es común que si uno va, por ejemplo, a una fábrica de calzado, va a encontrar a todos en la puerta y cuando uno les pregunta por qué no trabajan, contestan que es porque no hay cuero. Y lo mismo si uno va a un taller, le dicen que no hay tornillos.
Pero todos tienen un pequeño sueldito, por más mínimo que sea. Tienen una tarjeta de racionamiento, aunque muchas veces no hay comida, no hay alimentos, a veces van a los almacenes y están vacíos, no está habiendo medicinas… Ése es el sistema patrimonialista de concentración de poder político y económico, donde todos son empleados públicos y hay un estado de subsistencia. Y, en realidad, como no conocen cómo se vive afuera, hay cierto estado de conformismo. Lamentablemente, aquí en la Argentina también hay una tendencia, por ejemplo, con la inclusión de los planes sociales y va bajando la tasa de crecimiento, va bajando el nivel de las remuneraciones, pero hay gente que tiene cierto nivel, una cierta tranquilidad y seguridad todavía.
Otro rasgo de Cuba es que allí no puede funcionar la iniciativa individual. De hecho, se ha creado una rama de la policía política para combatir a aquel que tenga afán de lucro, como criar cuatro chanchos en el fondo de la casa.

– Eso es un delito.

– Hoy, es un delito cualquier microemprendimiento. Cuando cayó la Unión Soviética, se permitió la tenencia de dólares y el desarrollo de pequeños microemprendimientos, pero Fidel luego los vetó. Y ése es otro dato que recogí. En los últimos tiempos, hay ministros y altos funcionarios del gobierno que quieren hacer una apertura, una liberalización y flexibilización del régimen. Que se pueda entrar y que se pueda salir, que haya más conocimientos, porque se dan cuenta de que Castro no tiene muchos años más de vida, por una cuestión biológica, y prevén un vendaval de modificaciones. Entonces, prefieren adelantarse y que se hagan de manera ordenada y moderada.

– O sea, anticiparse, como hicieron en España cuando se murió Franco.

– Exacto, ellos ya en el 59 iniciaron los cambios. Por lo tanto, hay y se están viviendo nuevos tiempos en Cuba, pero es Fidel, el ortodoxo, el duro, el que quiere mantener la línea, es el que no tiene interés y tiene una rigidez muy grande.

– Realmente es lamentable lo que le ha sucedido y es sólo una confirmación de que las dictaduras son feroces, sin remedio y sin excepción.

– Es cierto y le agradezco su preocupación, pero, finalmente, yo solamente no pude entrar. Mucho peor están aquellos que no pueden salir. © www.economiaparatodos.com.ar




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