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jueves 24 de marzo de 2005

Juan Navarro Floria y José María Poirier-Lalanne: Kirchner exacerba los problemas políticos

El abogado Juan Navarro Floria, profesor de Derecho Eclesiástico en la Universidad Católica Argentina, y José María Poirier-Lalanne, director de la revista Criterio, debatieron acerca del conflicto entre el Vaticano y la Argentina a partir de la decisión de Kirchner de remover a monseñor Baseotto de su cargo como obispo castrense.

– ¿Cuál es la función de un obispo castrense y cómo se lo designa?

– José María Poirier-Lalanne (PL): En realidad, en este caso de un obispo castrense, estamos hablando de una institución peculiar, porque lo que predomina y lo que tradicionalmente existió en la Iglesia son los obispos ordinarios en una diócesis. Eso supone un territorio. Pero en el caso castrense el territorio es muy peculiar porque tiene que ver con los edificios y lugares que pertenecen a las Fuerzas Armadas. El cargo en sí mismo –a mi juicio y luego Navarro Floria completará la cuestión ya que conoce bien el tema– es conflictivo porque hay como dos verticalidades que es difícil cruzar: en cuanto obispo tiene una verticalidad que viene de Roma y que le impone un trabajo pastoral y en cuando obispo castrense está dentro de una verticalidad que es la de las Fuerzas Armadas de la Nación y es también un funcionario público.

– Juan Navarro Floria (NF): Por eso justamente es que hay diferencias en los procedimientos de nombramiento de un obispo y un obispo castrense. En la designación de un obispo en cualquier otro territorio, el Papa nombra a quién quiere pero, por un acuerdo que hay entre la Argentina y la Santa Sede, primero le pregunta al presidente si está de acuerdo. El Poder Ejecutivo puede oponer sus repartos, si los tiene, y el Papa puede decidir si nombra a otra persona o si mantiene su decisión inicial. Es decir, puede tener en cuenta las opiniones del presidente o no. El caso del obispo castrense es distinto y se basa en otro acuerdo con la Santa Sede que tiene carácter de tratado internacional y, por lo tanto, es superior a las leyes. Según ese tratado, para nombrar al obispo castrense tienen que estar de acuerdo tanto el Papa como el presidente de la Argentina. En este caso, entonces, el Papa se ha autolimitado en sus funciones y él no podría nombrar un obispo castrense con el que el presidente no esté de acuerdo. Cuando se nombró a monseñor Antonio Baseotto, existió ese acuerdo entre el Poder Ejecutivo, que en ese momento estaba encabezado por Duhalde, y la Santa Sede. Y no sólo hubo acuerdo, sino que Baseotto fue propuesto por Duhalde. Parte de la legalidad a la cual se debe el presidente es a respetar los actos que obligan al Estado anteriores a él. Es decir, un presidente cuando asume su cargo no es un marciano que aterriza en la Casa Rosada. Hay continuidad de los actos jurídicos. El Estado argentino había dado un acuerdo previo y eso sigue siendo válido. Y hay funcionarios que un presidente cuando asume en sus funciones está en todo su derecho de cambiarlos y otros que no, porque no depende de él removerlos. En todo caso hay procedimientos que seguir para poder removerlos.

– Pero pareciera que hay una tendencia que tiene que ver con no respetar los procedimientos de remoción previstos para cada caso… Y es una tendencia que parece acercarse al autoritarismo.

– PL: No hace falta ir tan lejos para darse cuenta hacia dónde está evolucionando la sociedad argentina. Basta cruzar a Montevideo y uno ve una sociedad que todavía ha preservado un sentido institucional fuerte, o al menos lo que se advierte es cuánto hemos perdido nosotros ese criterio. Entonces, por ejemplo el saludo de Tabaré Vázquez a Battle o la mención en función de agradecimiento de su gestión ante una plaza llena, eso está hablando de que hay criterios institucionales que nosotros hemos perdido. Pero volviendo a la Argentina, Baseotto era el personaje ideal para armar este escándalo que a la gente en el fondo no le interesa, no sirve para nada y es una anécdota más. Que se vuelve grave por la irresponsabilidad de los actores. Antes de esto nadie sabía quién era Baseotto.

– Hasta donde se sabe, todo comenzó a partir de una carta privada que le mandó Baseotto al ministro de Salud, Ginés González García…

– PL: No, no fue una carta privada…

– NF: El ministro de Salud se enteró de la carta por los diarios…

– ¿No fue al revés? ¿Que el ministro la envió a los diarios?

– PL: Sea como sea, un funcionario público no tiene cartas privadas con otro funcionario público.

– De acuerdo. Pero mientras que Baseotto dijo lo que dijo, también Hebe de Bonafini acaba de hacer declaraciones totalmente desubicadas.

– PL: Absolutas barbaridades, pero no ocupa un cargo público.

– Pero habría que ver si no recibe algún subsidio del Estado.

– PL: Es probable. Y está mal. Y está muy mal que el presidente la reciba, porque al hacerlo le está dando el aval a ella y a las cosas que dice, que en casos como este ofenden el sentimiento de muchas personas y la verdad histórica, porque enojarse con Juan Pablo II en este momento, que está enfermo, es mayor, y después de que ha hecho todo lo que ha podido por los Derechos Humanos y ha tenido gentilezas muy grandes con nuestra patria, es absolutamente absurdo y gratuito.

– Volviendo a la cuestión de Baseotto. Decían que entonces el Papa se autolimita en sus atribuciones para nombrar al obispo castrense y lo designa poniéndose de acuerdo con el presidente argentino. Ahora bien, aparece luego un problema. Y el presidente decide retirar el acuerdo dado y remover al obispo castrense de su cargo. ¿Se puede hacer eso?

– NF: Poder se puede, pero no se debería.

– ¿Es legítimo, es ajustado al Derecho?

– NF: El Derecho no prevé que eso pueda ocurrir. Ahora, el problema aquí no es jurídico, sino político. Al presidente le incomoda este señor como obispo castrense y tiene sus motivos. Pero aquí llegamos al tema de las formas. El presidente puede perfectamente sentirse molesto con el obispo castrense y quiere sacarlo. Podría hacerlo a través de los canales diplomáticos, buscando una forma de hacer un cambio consensuado, acordando con la Santa Sede trasladar al obispo a otro destino y colocar como obispo castrense a uno que sea más apropiado para el cargo. Esto sería perfectamente legítimo. No está previsto en las leyes, pero perfectamente podría hacerse.

– Es decir, que está previsto el procedimiento para nombrar a un obispo castrense pero no para removerlo.

– NF: Exacto. Pero es razonable que pueda ocurrir un conflicto que exija la remoción del obispo. Pero en ese caso lo que habría que hacer es recurrir a los canales diplomáticos y no ir al choque como en esta ocasión. El Papa no va a remover un obispo porque se lo piden por televisión. Y menos porque ese obispo lo que hizo fue condenar el aborto. Probablemente el obispo se equivocó en las formas, que fueron desgraciadas, pudo haberse ahorrado la cita que utilizó, mezcló temas que no debió haber mezclado, porque no es lo mismo el aborto que los preservativos… Todo eso es cierto. Pero de ahí a que el Papa lo vaya a sacar… En definitiva no dijo nada que esté en contra de la doctrina de la Iglesia.

– PL: Este es un problema político. Un obispo castrense, institución que –vuelvo a insistir– hay que rever, se debe a dos verticalidades diferentes: constitucionalmente al presidente de la República, que es el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, y a Roma en cuanto que es representante de la Iglesia. Entonces, quien acepta ese cargo, debe tener en claro cuáles son sus límites, cuáles son los tonos y cuáles son las prerrogativas. Por supuesto que esto no justifica las intemperancias de Kirchner, pero, al mismo tiempo, no hacía falta que se enojara con Baseotto para saber que Kirchner es intemperante.

– Lo que se nota en Kirchner es una intolerancia asimétrica hacia los discursos.

– PL: Eso es otro tema y está claro.

– Pero no es un tema menor.

– PL: Por supuesto que no.

– Porque si se molesta porque la cita elegida por Baseotto tiene connotaciones no adecuadas porque hace recordar a los “vuelos de la muerte” realizados durante la dictadura, debería molestarse de la misma forma cuando Hebe de Bonafini dice que, si no se exhiben en el Museo de la Memoria los fusiles de los guerrilleros, el Museo no sirve para una “mierda”. ¿Por qué esa asimetría?

– NF: En cierta forma, porque pegarle a la Iglesia es una especie de deporte que está bien visto. A mí lo que me preocupa es que se gobierne mirando las encuestas. Creo que aquí lo que se ha hecho es elegir un adversario que parecía vulnerable, y yo creo que si las encuestas dan que la gente quiere leña para la Iglesia, la cuestión va a seguir por ese lado. Y no es ese el comportamiento o la gestión uno espera que siga un presidente.

– PL: Me parece que también es interesante observar que la sociedad está cambiando profundamente, y la sensibilidad de los ciudadanos también. Y entonces, más allá de los problemas políticos que el presidente exacerba innecesariamente –y aquí abriría un paréntesis: él no estuvo detenido, hizo mucho dinero con su profesión, fue aliado del menemismo… no termino de entender su historia política porque es demasiado
ambigua–, las sociedades tienen sensibilidades que exigen mayor participación, mayor debate y mayor autonomía de pensamiento. © www.economiaparatodos.com.ar




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