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lunes 17 de julio de 2006

Jubilaciones: un ejemplo de lo que genera el progresismo

Un gobierno guiado por políticas públicas de largo plazo se ocuparía de encontrar una solución de fondo al problema de las jubilaciones. Sin embargo, la ambición por construir poder en el corto plazo mediante la acumulación de fondos para comprar voluntades y apoyos no deja espacio para propuestas con visión de futuro.

Mientras Néstor Kirchner despotrica contra cualquiera que se oponga a los poderes dictatoriales que le solicita al Legislativo, argumentando que sin ellos no puede gobernar, el país sigue haciendo un papelón atrás de otro en el mundo, vuelve a escena el problema de la inseguridad y diferentes sectores económicos comienzan a sentir los efectos posteriores a la borrachera de supuesta prosperidad. Son los primeros síntomas que, por ejemplo, viven los dueños de estaciones de servicio o los productores ganaderos.

Es que Kirchner ha demostrado que tiene una gran energía para gritar, denunciar supuestas conspiraciones y utilizar el látigo desde el atril, pero con eso no resuelve los problemas. Sólo los tapa detrás de tanto griterío, prepotencia y el permanente invento de enemigos inexistentes.

Un caso muy particular es el de los jubilados. El superávit fiscal de los últimos 3 años del que tanto se ufana el gobierno está basado, entre otras cosas, en una brutal licuación de los ingresos de los jubilados. Siendo que las jubilaciones y pensiones representan no menos del 25% del presupuesto nacional, ajustar estos montos bien por debajo de la tasa de inflación constituyó un mecanismo altamente regresivo para disponer de la caja ante la que tantos sectores se inclinan.

Veamos un momento el tema de los jubilados. En un sistema de reparto como el que rige en la Argentina, el ingreso de los jubilados depende de las siguientes variables:
a) el ingreso real de los que están en actividad,
b) la relación trabajadores en actividad/jubilados,
c) el impuesto que se aplique a la nómina salarial para financiar a los jubilados,
d) el trabajo en negro.

¿En qué consiste el sistema de reparto? En un impuesto que pagan los trabajadores y las empresas sobre los sueldos para abastecer de fondos al sistema de reparto. Cuanto mayor sea ese porcentaje, mayor es, supuestamente, el ingreso para los jubilados. Sin embargo, en la medida que los impuestos sean altos, el trabajo en negro crecerá y el dinero al que podrá acceder el fisco para financiar a los jubilados disminuirá. A mayores impuestos al trabajo, más trabajo en negro y menos dinero para los jubilados.

Esto hace que la relación trabajadores en actividad/jubilados disminuya dramáticamente dado que los que están en negro no forman parte de la relación. Y si el gobierno se pone firme en tratar de acabar con el trabajo en negro, lo que conseguirá será una fenomenal crisis social porque muchas empresas, particularmente las PyMEs, no podrán pagar esos impuestos y despedirán gente. En rigor, esto pasa tanto para el tema de impuestos al trabajo como para los impuestos en general. Aquí se habla mucho de evasión impositiva, pero si tanto la AFIP como los organismos recaudadores provinciales aplicaran a fondo los controles impositivos habría un estallido social porque sería incalculable la cantidad de empresas y pequeños comercios que bajarían sus persianas por no poder hacer frente a la carga impositiva vigente. El sistema impositivo argentino está hecho para que la gente no pueda cumplir.

Agreguemos al problema del trabajo en negro el aumento en la esperanza de vida de la población. Esto significa que, gracias a Dios, la gente puede vivir más años, lo que implica que los que están en actividad tienen que mantener a una mayor cantidad de jubilados. Dicho en términos económicos, el aumento en la esperanza de vida de la población hace crecer el stock de jubilados a sostener por los que están en actividad. Este solo hecho en sí mismo hace inviable en el largo plazo el sistema de reparto, por eso los sistemas de capitalización son la única alternativa viable para tener jubilaciones dignas en el largo plazo, siempre y cuando el Estado no se apropie de los ahorros de los aportantes para financiar sus proyectos faraónicos, como ocurrió en el pasado reciente de nuestro país y como ahora vuelve a intentar el gobierno diciéndole a las AFJP que utilicen el dinero de los aportantes para resolverle el problema de energía que debería ser resuelto con el concurso de capitales privados atraídos por la seriedad institucional.

Pero volviendo al problema de los jubilados actuales, tenemos, entonces, que el aumento en la esperanza de vida reduce la relación aportantes/jubilados, con el agregado del trabajo en negro fruto de los altos impuestos al trabajo.

El otro problema es que parte del monto a repartir entre los jubilados depende de la base sobre la que se aplique el impuesto al trabajo. Es decir, si los salarios reales son altos, un mismo porcentaje de impuesto generará mejores jubilaciones que si los salarios reales son bajos. Como esta política económica está basada en salarios reales bajos dado que hay que pagar el impuesto inflacionario para sostener artificialmente alto el tipo de cambio y, además, la ausencia de calidad institucional deprime la inversión y comprime los salarios reales, la base imponible (total de salarios que tributan el impuesto al trabajo) es reducida en términos reales, lo cual desemboca en jubilaciones paupérrimas.

Un gobierno guiado por políticas públicas de largo plazo habría planteado el inicio de una solución de fondo a este problema. Un gobierno guiado por la ambición de caja de corto plazo para acumular poder no resuelve el problema. Simplemente le tira los jubilados a la gente y le dice: “Arreglen ustedes este problema porque yo estoy ocupado en otros temas de acumulación de poder, la caja la necesito para otra cosa”.

Así como la gigantesca quita de la deuda fue la “solución” que se encontró en su momento para mejorar la caja, también sacarse de encima a los jubilados y hacerlos depender de la caridad de familiares y amigos fue la “solución” que encontró este gobierno progresista para tener superávit fiscal. Si hay que denigrar a los jubilados para tener caja, se los denigra.

La conclusión es que seguimos con la estrategia de no resolver los problemas. Sólo se trata de taparlos detrás de los gritos, amenazas e insultos.

No conozco ningún caso de un país exitoso que haya basado su crecimiento y bienestar ocultando los problemas detrás de un griterío que satura y dudo que la Argentina pueda llegar a convertirse en la excepción a la regla.

En definitiva, Kirchner podrá seguir denunciando y gritando todo lo que quiera, pero eso no hará que los jubilados dejen de ser una de las principales variables del ajuste. © www.economiaparatodos.com.ar




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