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jueves 15 de septiembre de 2005

La campaña es todo

La política del país se guía por un principio de cálculo que fija prioridades y evalúa opciones en base a la cantidad de votos que determinada medida puede ayudar a captar o retener. Las decisiones de Estado se toman, así, luego de pasarlas por el prisma de las conveniencias electorales.

Las elecciones del 24 de octubre han teñido toda cuestión importante en la Argentina. Desde el documento final de la cumbre de presidentes que se desarrollará en Mar del Plata en noviembre hasta la salida del grupo Suez del capital accionario de Aguas Argentinas, todo ha quedado supeditado a los bandazos electorales.

El Presidente, que ha dispuesto un aumento de la jubilación mínima a 40 días de las elecciones al tiempo que declaraba estar en contra del clientelismo político, hace pasar por el prisma de sus conveniencias de octubre las decisiones del Estado.

Más allá de los problemas que desde hace tiempo se han presentado en el contrato con Aguas Argentinas, las vías de negociación que aún podían quedar pendientes –a las cuales se aferraba el ministro de Economía Roberto Lavagna- fueron dejadas de lado de un plumazo por el propio Kirchner, que entendió que una nueva cacareada ante una privatizada le daría un premio en las urnas.

No está en discusión si Suez es o no el mejor operador hídrico del mundo. Lo que se controvierte es la incapacidad de independizar del utilitarismo político lo que son los intereses del país.

Ahora el Presidente espera reunirse con el primer ministro francés en Nueva York para conversar, a pedido de Francia, una manera de recomponer la situación o enderezar un retiro amigable. ¿Cuál era la necesidad de esta nueva compadreada?, ¿qué se gana, sino fama de mal educado, con un desplante tal que incluso mandó al canciller Bielsa a enterarse por los diarios de la novedad? El Presidente piensa que se ganan votos.

Y lo peor es que es posible que tenga razón. La sociedad argentina que vive revolcándose en la rabia desde hace 5 años ve con agrado estos arranques de intemperancia que han caracterizado al Gobierno y, en especial, al jefe del Estado. Por allí se dice que los argentinos reclaman una campaña ajena a los insultos y a los agravios. Permítame dudarlo. La escena se parece a aquellos reclamos que se lea hacen a los periodistas cuando aparentemente se enfrascan en discursos vacíos. “Ustedes tienen que hacer investigación”, se les dice. Pero cuando el primer programa de investigación periodística serio se instaló en la TV –Edición Plus, Telefé- no alcanzó a sumar 4 puntos de rating.

Una cosa es lo que se dice y otra es lo que se quiere. En esto Kirchner olfatea que los desplantes y las cocoreteadas le dan más ganancia que la educación y la diplomacia. Y así se maneja.

Otro tanto ocurre con la preparación del documento final de la Cumbre de Mar del Plata. La demagogia barata con rédito electoral indica que hay que enfrentar la posición de los Estados Unidos. Entonces es preciso enviar todas las señales necesarias para hacer saber que la Argentina, una vez más, desempeñará su papel de Quijote sin causa, de rebelde indocumentado para dejar conforme a la envidia nacional y que ella haga aparecer sus votos en octubre.

De nuevo, Lavagna, que sin ser von Mises es la figura más razonable del gabinete, intenta convencer a quien quiera escucharlo que no puede negársele a los Estados Unidos una mención al ALCA, el esquema de libre comercio que Bush padre y otros 34 presidentes acordaron lanzar en 1994. Del mismo modo, el Ministerio de Economía ha hecho saber sus reparos respecto de Chávez y sus acostumbrados delirios. El bolivariano, que llegará al país con 1.200 custodios, quiere copar la parada de Mar del Plata para que el resto del continente se pliegue a sus ensoñaciones.

No le irá bien en eso. México y Canadá tienen su acuerdo de Libre Comercio con EE.UU. desde hace años, el NAFTA. Lo mismo sucede con Chile y los países de América Central, que recientemente firmaron con Bush el Cafta. Todos miran sus conveniencias y se han convencido de que es inútil seguir gastando energías nacionales para tratar de demostrarle al Universo que el sol sale por el Oeste. La Argentina, de seguir en esta tesitura, quedará arrinconada junto al loco de Caracas. Brasil no rifará el prestigio de Itamaraty a las manos de un divague.

Es una pena –y un peligro- que cuestiones tan trascendentes para el futuro de los argentinos hayan quedado atrapadas por el cálculo electoral. Pero mucho más penoso es que quienes vivimos aquí hayamos dado las señales suficientes para que nuestros políticos consideren conveniente hacer ese cálculo. © www.economiaparatodos.com.ar




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