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lunes 26 de mayo de 2014

La Competencia «perfecta»*

La Competencia «perfecta»*
Se ha dicho de la misma:
«En un extremo de la clasificación tenemos la competencia perfecta, atomística o pura, que caracteriza a un mercado perfectamente competitivo. En este caso el número de oferentes es infinito, o prácticamente infinito, para cada uno de los bienes que se producen, y el número de demandantes también lo es; no existe limitación alguna para la entrada al mercado y, por lo tanto, ninguna de las fuerzas que compiten está en condiciones de determinar los precios a los que se llega en el mismo; tampoco hay economías de escala significativas, de modo que ningún vendedor puede crecer para dominar o controlar el mercado. Este modelo abstracto puede generalizarse a toda la economía, para demostrar la interdependencia de los mercados parciales existentes y la movilidad de los diferentes factores productivos.»[1]
En una palabra, se trata de un supuesto completamente irreal, por eso mismo es correcto llamarla «modelo» y no «teoría» como se lo hace a veces. Dado que el mundo real es imperfecto, carece de sentido referirse a la «competencia perfecta» como algo que se de o pudiera darse de alguna manera en la realidad.
Tal como expresamos antes, otros de los problemas metodológicos en ciencias sociales y en economía específicamente hablando, es haber centrado la atención de los estudiosos sobre los modelos de la llamada “competencia perfecta”. “Los supuestos de la “competencia perfecta” son que existe completo conocimiento de todos los elementos relevantes por parte de los que actúan en el mercado, lo cual, a su turno, implica equilibrio general. También supone que los bienes y servicios ofrecidos son homogéneos y llevados a cabo por un gran número de empresas “pequeñas”, ninguna de los cuales ejerce influencia sobre el precio. Por último, la ‘competencia perfecta’ supone ausencia de restricciones y costos en el movimiento y convertibilidad de recursos.”[2]
Analizaremos a continuación los supuestos de la competencia perfecta y formularemos las críticas correspondientes.
1.            Conocimiento perfecto: La acción implica ineludiblemente incertidumbre, lo que ya de por sí da con tierra con el primer supuesto implícito del postulado de «la competencia perfecta». Como señalan Rothbard y Mises (entre otros), en un mundo de conocimiento perfecto la demanda por mantener dinero caería a cero. Carecería de sentido el dinero, el cálculo económico y la economía misma. No habría empresarios ni competencia. El conocimiento perfecto y el equilibro llevarían a la paralización de nuevos descubrimientos.
2.            Homogeneidad: contradice el sentido mismo de la competencia. No habrá competencia si todo lo ofrecido y demandado es de iguales características. Se acercaría a una situación donde habría un sólo bien.
3.            Ausencia de costos: es un supuesto completamente irreal introducido en el modelo para simplificar sus ecuaciones. En la vida real no hay nunca ausencia de costos. Por el contrario, conforme enseñan los austriacos no hay acción sin costo, ya que el mero hecho de actuar implica -en sí mismo- un costo: el costo de tratar de alcanzar una situación más satisfactoria que la que se intenta abandonar.
4.            Inexistencia de restricciones: erróneamente asimilada a la situación de un mercado «libre» el argumento de la “competencia perfecta” lleva a los que basan sus análisis en ese equivocado modelo, a sugerir restricciones al mercado por concluir que en el mundo real la competencia no aparece. Prebisch es uno de ellos. Ciertamente no se advierte de qué manera puede «esperarse» que «aparezca» la competencia –paradójicamente- restringiéndola, como postulan este último tipo de autores.[3]
Tal como vemos, se tratan de supuestos irreales que –extrañamente- se han adoptado como el paradigma del mercado «libre». Volveremos nuevamente, en el curso de estas páginas, a ocuparnos del tema de la «competencia perfecta», señalando los problemas que la adopción de esta errónea (aunque popular) tesis ha acarreado y sigue aun acarreando en el estudio de la economía.
Friedrich A. von Hayek radica en el conocimiento el concepto de competencia pero con un sentido distinto al del convencional. Y así nos explica:
«El conocimiento al cual me refiero consiste más bien en una capacidad para descubrir las circunstancias especiales, lo que sólo será efectivo si los poseedores de este conocimiento son informados por el mercado acerca de qué clase de bienes o servicios son requeridos y cuál es la urgencia de esta necesidad.
`Esto debe bastar para indicar a cuál tipo de conocimiento me refiero cuando llamo a la competencia “un método de descubrimiento”. Habría mucho que agregar para revestir con carne concreta los huesos desnudos de esta afirmación, y, de este modo, poder demostrar toda su importancia práctica. Pero debo contentarme con indicar brevemente, en esta forma, lo absurdo que es el procedimiento usual de iniciar el análisis con una situación en que todos los hechos son supuestamente conocidos. Esta es una situación que la teoría económica, curiosamente, denomina “la competencia perfecta”. Esta no deja lugar, en parte alguna, a la actividad llamada competencia, la que se supone que ya ha ejecutado su tarea.»[4]


*Fragmento tomado de nuestro libro La ciencia económica. Ediciones Libertad. 2010.
[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz «competencia».
[2] Alberto Benegas Lynch (h). Fundamentos de análisis económico. Editorial Abeledo-Perrot. 11º edición. Pág. 50
[3]Ampliar en Benegas Lynch (h) Fundamentos…p. 43 a 54. v. Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición, p. 537-567.
[4]Friedrich A. von Hayek. «La competencia como proceso de descubrimiento». Esta conferencia, fue pronunciada originalmente en una reunión de la Philadelphia Society, en Chicago, el 29 de marzo de 1968; luego fue repetida, en alemán, el 5 de julio de 1968, ante el Institut für Weltwirtschaft de la Universidad de Kiel. Primeramente se publicó la versión en alemán, en “Kieler Vorträge”, N. S. 56, Kiel, 1968, y luego en los ensayos completos del autor, bajo el título de Freiburger Studien (Tübingen, 1969). La versión en inglés, con la segunda sección incluida, se publicó en New Studies in Philosophy, Politics, Economics and the History of Ideas (Londres: Routledge & Kegan Paul, Ltd., 1978).