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jueves 5 de octubre de 2006

La derrota del socialismo en Suecia

Después de 65 años, la centroderecha vuelve a tener protagonismo político en el país nórdico después de triunfar en las últimas elecciones y conseguir el apoyo de casi la mitad de los votantes.

Después de doce años de un gobierno socialista de centroizquierda, los suecos dijeron “basta”. Así, pusieron fin a la relativamente buena gestión de Goran Persson, un político sólido de 57 años, y convocaron –en su lugar– a un hombre de centro que ha prometido revisar, desde la moderación, el costoso sistema de bienestar sueco.

La coalición de centroderecha obtuvo esta vez el 49% de los votos (en la elección anterior, había obtenido apenas el 15%) y superó por el 2% a sus tradicionales oponentes del socialismo.

En rigor, los socialdemócratas obtuvieron solamente el 35% de los sufragios, en la que fue su peor actuación desde que, en 1921, Suecia adoptó el sufragio universal. Por ello, ante un electorado que pareció, como a veces ocurre, privilegiar el deseo de cambiar, los socialistas perdieron el poder que tuvieron en sus manos durante nada menos que 65 de los últimos 74 años.

De esta manera, el joven conservador Fredrik Reinfeldt, de 41 años, se ha convertido en el nuevo premier sueco, encabezando el “Nuevo Partido Moderado”, todo un sugestivo nombre para hacer política.

Esto sucedió pese a que Suecia tiene, en rigor, una economía que está funcionando razonablemente bien, desde que está creciendo a un ritmo del 4,1% anual, con una baja tasa de inflación y con una tasa de desempleo de sólo el 5,7%, la que ha sido calificada por Reinfeldt como algo engañosa.

Las dificultades laborales de los más ancianos –sumadas a las ya tradicionales de los más jóvenes– cuando de conseguir empleo se trata, parecieron haber sido cruciales al tiempo de votar e inclinaron la balanza en contra del socialismo. Los resultados dejaron en claro que lo que esos grupos ambicionan y procuran son empleos, y no necesariamente subsidios o paliativos, lo que, desde el plano de la dignidad, es distinto.

De allí que las propuestas de Reinfeldt incluyan: conceder incentivos fiscales para emplear a aquellos que desde hace rato están desocupados; bajar las contribuciones sociales que corresponden a los salarios; reducir un poco los beneficios de los pagos por desempleo (que hoy están en un nivel del 80% de los salarios del personal ocupado); y mejorar la competitividad de los jóvenes, a partir de una modernización de la educación con miras a capacitarlos mejor para poder obtener trabajo.

Los suecos, que aman la estabilidad, parecen haberse cansado de vivir en un confortable “modelo económico” que, envidiado por muchos, fue construido sobre la base de (i) una muy alta presión impositiva, para muchos agobiante; (ii) un amplio y extendido sector público; y (iii) la concesión de beneficios sociales que son efectivamente muy generosos. Buscaron el cambio porque muchos de ellos tienen conciencia de que para poder crecer –y competir– es imperioso desrregular una economía que parece haberse vuelto demasiado rígida y costosa al tiempo de compararse con otras.

Por todo esto es que cambiaron el color rojo característico de la centroizquierda, por el color azul propio de los conservadores.

Una nueva etapa ha comenzado y es demasiado temprano para abrir juicios sobre sus posibilidades. No obstante, la tradición sueca muestra que no es fácil desplazar por mucho tiempo al socialismo, al que los suecos, hasta ahora al menos, han querido siempre regresar, tarde o temprano.

Una de las sorpresas que la nueva administración podría deparar es la que tiene que ver con las privatizaciones. Por ejemplo, se habla de que se venderá el anticuado monopolio estatal de las bebidas alcohólicas: Vin & Spirit AB, el dueño del vodka Absolut, que es la tercera marca mundial en licores, después de Smirnoff (otro vodka) y del ron Bacardi. La gigantesca empresa estatal vale aparentemente algo más de 4.000 millones de dólares. Una fortuna, entonces.

Las ventas mundiales de vodka han crecido un 6% anual a lo largo de los últimos seis años, lo que sugiere que la bebida “está de moda” y el momento para la venta es particularmente oportuno.

La gran pregunta es: ¿habrá otras privatizaciones, en sectores algo más sensibles, si la de las bebidas y licores resulta en los hechos exitosa? El tiempo y la picardía de Reinfeldt dirán. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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