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jueves 26 de octubre de 2006

La izquierda radical pierde votos

Después de haber protagonizado una supuesta “ola imparable” de apoyo en las urnas, la izquierda radical latinoamericana no puede ocultar sus cada vez más numerosos fracasos.

Ya está claro que Hugo Chávez es un auténtico “piantavotos”. O un tremendo “mufa” electoral. Cada una de las elecciones regionales de los últimos tiempos, una tras otra, ha demostrado que, lejos de ser una suerte de “Rey Midas” de la política, todo candidato al que Chávez toca con su varita mágica (sus petrodólares) se transforma en perdedor.

Después del episodio del acceso del izquierdista radical Evo Morales a la primera magistratura boliviana, que ciertamente alarmó a algunos, las cosas han tomado ahora un sostenido rumbo, que luce muy distinto.

Ollanta Humala –de la noche a la mañana– se transformó en un derrotado en un Perú que ahora, de la mano de Alan García, se aleja –cada vez más– de los “ideales” de Hugo Chávez. Y camina firmemente, de la mano de Chile, rumbo a su modernización.

El desafiante López Obrador, en México, vio como una ventaja de 18 puntos, que lucía inalcanzable, se esfumaba rápidamente para permitir que el PAN retuviera el timón, ahora a punto de pasar a manos de Felipe Calderón. La reacción de vanidoso mal perdedor –resentida y caprichosa– de López Obrador terminó por hundirlo y, ahora, su partido acaba de perder las elecciones locales en el estado de Tabasco, de donde López Obrador es originario. Allí, su candidato, Carlos Ojeda, fue derrotado –por más de diez puntos– por el del PRI, Andrés Garnier. Ocurre que la gente no compra prepotencia por mucho tiempo, según ha quedado claro. Tampoco, seguramente, en la Argentina.

Enseguida vino lo de Ecuador, con la desaparición de la temprana ventaja de Rafael Correa, quien de una intención de voto –antes de que el pueblo concurriera a las urnas– del 32% pasó a obtener –en los hechos– un escuálido 22%, por lo que perdió, en primera vuelta, frente a un hombre nada carismático, Alvaro Noboa, que lo ha obligado a competir –ahora, de atrás– en una segunda vuelta electoral, que será reñida.

Y, para cerrar un ciclo de gruesos reveses, a todo lo anterior se sumó la debacle de Chávez en las Naciones Unidas, donde su campaña por obtener para su país un asiento bianual en el Consejo de Seguridad, incentivada por toneladas de petrodólares, terminó en un fracaso, o más bien en un gigantesco papelón.

La Venezuela bolivariana (marxista) obtuvo ahora muchos menos votos que cuando ese país intentó (también sin éxito) ocupar un escaño en el nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Fue claramente para atrás, entonces, perdiendo en el camino nada menos que unos cuarenta votos (algo más del 20% del total de los votos) lo que es notable.

Cuando Chávez más insulta, menos lo quieren. Cuanto más patotea, más se le escapan. Cuando más absurdo se pone, más lo abandonan, de frente o a sus espaldas. Porque nadie confía en él. Ocurre que el mundo no es de los que creen que pueden pisotear, insultar, o matonear a los demás. Muy por el contrario.

Hay que apuntar, sin embargo, que en el fracaso multilateral de Venezuela estamos incluidos también nosotros, todos los argentinos. Después de todo, el también patológico Néstor Kirchner no solamente promovió, lideró y endosó activamente la fallida candidatura venezolana al Consejo de Seguridad, sino que sumó a esa empresa al politizado MERCOSUR, que terminó desairado por el mundo, perdiendo imagen, si es que la tenía.

Como si eso fuera poco, nuestro K se animó a explicarles a los legisladores españoles, en el seno del Parlamento hispano, lo “buenas personas” que son Hugo Chávez y Evo Morales, para quienes pidió el apoyo de la Madre Patria, en todos los frentes. Ésta, que sabe bien cómo funciona el mundo y cómo son las cosas, apoyó en cambio, en las Naciones Unidas, a la pequeña Guatemala, que –sin petrodólares– obtuvo más votos que el soberbio dictador caribeño.

Chávez es un problema, es cierto. Porque es autoritario y pendenciero. Porque, además, es marxista y resentido. Porque interviene en lo que no le compete. Porque odia y predica la lucha de clases. Porque trampea, a propios y ajenos. Porque es abiertamente antidemocrático, tanto que acaba de anunciar que, si pierde las elecciones de diciembre, “habrá una rebelión”. Porque, está visto, subvierte, sin valores y sin moral. Porque no luce como trigo limpio. Pero es sólo un “tigre de papel”. O muy poco más que eso.

Por todo esto hicieron bien Chile y Ecuador en no escuchar los ladridos e ignorar las amenazas bolivarianas y abstenerse. Era lo más prudente, aunque lo más valiente hubiera sido votar en contra, que era lo que correspondía hacer, porque no hay nada más incompatible que Chávez y la paz y seguridad del mundo.

Cuando uno se pasa de la raya, las consecuencias se ven enseguida.

Duele ver cómo, desde las columnas de El País, de Montevideo, Gonzalo Aguirre Ramírez acaba de decir de nuestro K que es “atrabiliario y descortés, hasta la mala educación”. Chávez ciertamente lo es. Que tiene una “condición de mal arriado pertinaz”. Chávez también lo es. Y que los uruguayos tendrán el “desagrado de tener en Montevideo al “señor K”, junto al peligroso y grotesco bufón del Caribe (Chávez, obviamente) y a Lula”. Y que es “lamentable que nuestro gobierno (el uruguayo) tenga que oficiar de huésped del matasiete (fanfarrón) que ocupa interinamente la Casa Rosada”. Es duro. Por eso duele. Y mucho, viniendo de un oriental. Pero quien siembra vientos, cosecha tempestades. Y aquí están, de pronto.

Lo importante es recordar mañana quienes fueron los responsables de lo que sucede. Porque pronto se deberán enfrentar las cosas, de otra manera. La que requiere asumir las consecuencias de los actos propios, que presumiblemente no se diluirán. © www.economiaparatodos.com.ar

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