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jueves 15 de febrero de 2007

La “lucha por el queso” y un viaje “patético” a París

Mientras en la provincia de La Rioja se disputan el poder y el puesto de gobernador, Cristina Fernández de Kirchner realizó una gira por Francia que no aportó beneficio alguno a la Argentina.

1. La Rioja, “al horno”

La lucha –a brazo partido– por el poder político en la provincia de La Rioja parece haber superado los límites de lo imaginable. Los de la decencia, aparentemente, también. Nadie tiene fronteras, de ningún tipo, cuando de procurar retener o conquistar el “queso” se trata. Todo vale. Todo.

Desde ver a los miembros del gabinete provincial invadiendo –por la fuerza, mientras entonaban aquello de “combatiendo al capital”, por supuesto– la legislatura provincial, porque temían que ésta pudiera hacer imposible las aspiraciones del kirchnerista gobernador Ángel Maza de ser reelecto, una vez más. Con ellos –y esto es quizás lo más grave– ingresó una turba adicta, compuesta por un grupo de patoteros aparentemente amigos de los miembros del gabinete, que no vacilaron en injuriar a todos y dañar severamente el edificio y las instalaciones del Congreso provincial, a cara descubierta y a la vista de todos.

En la causa judicial que naturalmente se promovió por la toma del parlamento local, hay ahora tres imputados. Por una parte, Omar Alí (el “Turco”) y Carlos Garrobo (el “Flaco Caligaro”), sobre quienes se libró una orden de detención por los referidos episodios. Ambos fueron excarcelados, naturalmente. Por la otra, Marcelo Álvarez Bazán, a quien –pese a sus dos apellidos– lo llaman “Tyson”, presumiblemente por sus actitudes y estilo de vida. Este último no pudo, sin embargo, ser detenido porque ya tenía otra orden de arresto sobre su cabeza, que nadie impulsaba eficazmente, desde que está imputado por numerosos delitos en dos juzgados de instrucción locales. Una joyita, el muchacho. Estos son los amigos y compañeros de ruta del gabinete de Maza. Notable.

Pero cuando uno sospechaba que la lucha era entre el actual gobernador Maza (por no largar el “queso”) y su vicegobernador, Luis Beder Herrera (por intentar llegar al “queso”), las cosas se complicaron un poco más en el usualmente somnoliento panorama local.

Porque llegó “de visita” nada menos que un íntimo de los Kirchner: su embajador en La Rioja y el de todos nosotros, en México. Me refiero a Jorge Yoma, el ex senador, cercano como pocos a doña Cristina, dicen. Un hombre que, en el “partido de la lealtad” (así les dicen a los justicialistas), se cansó de “cambiar de bando” (deporte que, por lo demás, ha crecido mucho en adeptos, no sólo en el justicialismo, sino en el universo general de los políticos de los últimos años, gracias al ejemplo de conductas como las de Eduardo Duhalde, creen muchos).

Y parece, a juzgar por los rumores locales, que Maza le habría prometido a Yoma ser su sucesor. Lo grave es que le habría prometido exactamente lo mismo (esto es, el “queso”) a Beder Herrera, quien (insólitamente) le creyó y que, cuando advirtió lo que sucedía, apuró las cosas y movió intensamente el avispero político local.

Por esto, Yoma se tomó el avión y regresó prestamente a su caliente La Rioja, para no alejarse demasiado del “queso”, claro está. Y está negociando ahora con todos, a ver como se reparte el “queso”, sin que nadie pase “hambre”. La historia sugiere que llegarán a algún acuerdo, donde todos ganen. Aunque los hechos sugieren que aún no se ha alcanzado.

Igualito que en Misiones, pero en La Rioja todavía la gente no reacciona, quizás porque están acostumbrados a la “moral política” kirchnerista, en la que todo vale. Si no lo creen, pregúntenle a Enrique Olivera.

Yoma, con el agresivo desparpajo que lo caracteriza, participó en una conferencia de prensa (junto a Maza, el dueño del “queso”, claro está) en la propia Casa de Gobierno riojana.

Allí se hizo “el sota” respecto de la lucha política doméstica, como si él no estuviera interesado en nada. Nadie le creyó. Pero, apretado que fuera por los periodistas locales, ensayó un par de respuestas espectaculares, que demuestran que político es cualquiera.

Primero, muy suelto de cuerpo, afirmó: “Si la gente votó en contra (de la reelección) en Misiones, es porque creyó en un hombre de la envergadura moral del obispo Piña”. Lo que es lo mismo que decir que no podía creerse en el aliado de Kirchner y suyo, el gobernador Rovira, porque carecía de lo que Piña tenía, o sea, de “envergadura moral”. Y es posible que así fuera. Duro, o distraído, el hombre. Ocurre que la buena vida en México no sólo engorda, sino que perturba las ideas, seguramente.

Segundo, cuando le criticaron los pantalones de jean que vestía por tener “roturas” estratégicamente provocadas por el mismo fabricante (que están de moda entre los muchachos y muchachas de 18 años… y aquí vale aclarar que los políticos argentinos, especialmente los de nuestro interior, no solamente se abonan rápidamente a las corbatas de Hermés –siguiendo a Rafael Bielsa– sino que se visten como pibes más allá, o a pesar, de sus edades, quizás para que todos crean que son jóvenes y están llenos de vigor o para impresionar a las chicas), contestó: “Si para entrar a la casa de Dios no se exige indumentaria, menos para entrar en la Casa de Gobierno”. Don Yoma, aunque usted pareciera ir bastante poco a los templos, lo cierto es que para entrar en la casa de Dios hay reglas, aunque usted se haga el que no lo sabe. Es ciertamente necesario vestirse con respeto por la casa de Dios, lo que supone portar un atuendo que tenga un mínimo de dignidad. Y peinarse los rulos con los que se procura esconder la calva.

Hay políticos que creen que saben todo. Y, obviamente, eso no es así. Ojalá estas cosas se piensen antes de entrar al cuarto oscuro, más adelante, este mismo año. Como ocurrió en Misiones. Sin distraernos en menesteres realmente menores, cortinas de humo, factores de distracción, circo o como usted lo quiera llamar. Como sería perder el tiempo en analizar qué parte del “queso” los políticos anuncian habrán de distribuir.

Lo importante es que, en la “Batalla por la República” que se acerca, podamos librarnos de algunos personajes que son absolutamente irrescatables, porque su “negocio” no parece ser ciertamente trabajar por el país, sino por ellos mismos, sus familias, esposas, amantes, dinastías y allegados. Lo que obviamente es muy distinto.

2. De paseo por París

Preguntado que fuera por su opinión acerca del reciente viaje a Francia de la senadora Cristina Fernández de Kirchner, el candidato opositor, Mauricio Macri, contestó que le había parecido “patético”.

La dura, aunque acertada, respuesta del sobrio dirigente xeneize sintetiza, con absoluto acierto, el sentir de muchísimos argentinos que están realmente asqueados por la manipulación constante de la opinión pública que hace el Gobierno con dineros que –presumen– salen de los gigantescos impuestos que ellos religiosamente pagan al Estado, para absolutamente otra cosa, por supuesto.

Patético, recordemos, es algo “capaz de agitar nuestro ánimo, infundiéndonos sentimientos vehementes de dolor o tristeza”. Algo que da pena profunda, entonces. Por esto lo de Macri es sabio y correcto.

Si uno analiza un poco lo sucedido con el viaje a Paris de la señora de nuestro descortés presidente, el mismo tiene todos (absolutamente todos) los componentes del manejo constante de la opinión pública en el que lamentablemente parece haberse especializado este tan particular gobierno.

Primero, el viaje no tuvo prácticamente nada que ver con las relaciones bilaterales entre ambos países, esto es con la diplomacia real. Con nuestros intereses como país, entonces. Estuvo absolutamente al servicio de Cristina Kirchner y de la tarea de inflar su imagen.

Segundo, el objetivo de la gira a la capital del país de los galos fue simplemente el de obtener fotos para poder mostrarlas en la Argentina, de modo de hacer creer a los criollos que a la sureña doña Cristina la conocen –y aplauden– en el mundo, lo que, desde luego, no es cierto.

Tercero: La cobertura de prensa lograda fue solamente la de nuestros propios medios, para nuestro público. La prensa europea, en cambio, no le dedicó un centímetro mientras nuestra gran dama estuvo en París mostrando sus trajecitos (“tailleurs”, como les llama ahora, todos de alto precio, con saquitos cortitos, de aquellos que dejan los riñones al aire y que van pegaditos al cuerpo, con los habituales botones destacados, atados al cuerpo mediante cinturones enormes, que realzan así la cintura de nuestra dirigente política, que ahora –asombrosamente– acompaña sus prolijos atuendos con un par de labios que parecen haber, de pronto, crecido mucho, como gusta en América Central). Ésta es una manera, bastante poco leal, de hacer proselitismo con los dineros de todos. Pero en política no hay lealtad, sólo miedo o conveniencia. Volveremos sobre esto.

Cuarto, al salir y al regresar nuestra líder política, el sumiso Jefe de Gabinete –un incondicional de la señora (y de su esposo, el verdadero jefe de todo, incluso de su mujer), que no discute jamás sus órdenes– nos aseguró a todos, con declaraciones que la prensa repitió hasta el cansancio, que el viaje de doña Cristina fue un tremendo, rotundo, fabuloso e inédito éxito, para que no nos equivoquemos y le creamos a Macri, que en cambio piensa que fue patético. Como muchos de nosotros. Ocurre que la Señora. “no se equivoca nunca” y “es un fenómeno”. Así nos inculcan. Increíble, pero siempre ha sido –y sigue siendo así– que los Kirchner se aplauden a sí mismos a rabiar, de la manera más sonora y estruendosa posible, para que nosotros les creamos. Y lo más grave es que –en todas partes– hay giles. Aquí también. Pero hay otros, que no lo son y se animan a pensar y analizar lo que ven y escuchan.

Quinto, al llegar de regreso la señora al país, a la vista de los pobres resultados obtenidos, se trató de desfigurar aún más las cosas a su favor. Aplaudiéndola. Y corrigiendo la verdad.

Por ejemplo, un medio periodístico leal al máximo al poder, o sea absolutamente obsecuente a cambio de favores, describió al comentario tardío que, sobre el viaje de la nueva “Capitana”, hizo el influyente Le Figaró el 10 de febrero y sugirió que ese comentario del medio francés señalaba que el viaje había sido positivo, para la señora y para la Argentina (que debiera contar –e importar– mucho más que la señora.) La verdad real, sin embargo, es muy otra. El medio galo señaló que nuestra Cristina (la que nos quiere gobernar) “tiene los dientes tan duros como los de su marido respecto de Occidente”. Esta frase, dicha en uno de los centros culturales más importantes de Occidente, no es poca cosa. Y no puede tomarse como una ponderación, es obvio. A renglón seguido, el diario francés agregó que la Cristina Kirchner era notoria por sus “intervenciones musculares” en el Congreso. En un país que ha proyectado al estrellato a una mujer que, como Ségolene Royal, hace gala de su dulzura, lo del “músculo” de la señora no suena, para nada, bien.

Por amabilidad, seguramente, Le Figaró (que no come vidrio) evitó señalar que una de las más conocidas (y nefastas) de las “intervenciones musculares” de nuestra Cristina ha sido la que lamentablemente resultó en la modificación de las normas que gobiernan al Consejo de la Magistratura argentino, que ha dejado a nuestra justicia sometida al poder desde que ahora tiene que comer de la mano de los legisladores, esto es del poder político, lo que daña irremisiblemente el principio republicano de la división de poderes (uno de los legados más reconocidos que los argentinos hemos recibido de Francia, que incomoda obviamente a la señora de Kirchner) y lastima –para siempre– su independencia e imparcialidad y, peor, transforma a nuestra justicia en una que ha quedado en la categoría de dependiente de otros poderes del Estado, lo que es gravísimo. En el país de la República hubiera sido devastador destacar esto. De allí el prudente silencio galo.

Sexto, Cristina –quien, como es obvio, no tiene mucha idea de cómo funciona realmente el mundo, pero pretende hacernos creer que sí– agregó su cuota muy particular de desaciertos. Su propio “coleto”.

Le Figaró, astutamente destacó uno de ellos, al reproducir el siguiente comentario que nuestra Primera Dama hizo sobre su marido: “Kirchner –dijo, como siempre muy suelta de cuerpo y segura de sí misma– se parece a los argentinos”.

Ello sería horrible, por cierto. ¿Seremos todos los argentinos realmente así? No todos estarán seguramente de acuerdo con esa frase. Ni por facha exterior, ni por los mensajes interiores. ¿Seremos todos los argentinos abierta y desafiantemente descorteces? ¿Nos gustarán, a todos los argentinos, la siembra constante del resentimiento, la prepotencia, las bravatas, la petulancia, los desplantes, los insultos, lo burdo y hasta ordinario? Peor, ¿compartiremos, todos, la visión de Néstor Kirchner? A algunos, es obvio, este comentario –de una refinada sutileza– nos ofende, y mucho. © www.economiaparatodos.com.ar

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