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jueves 15 de febrero de 2007

La Nueva York californiana

Rodeada de buen gusto, de una alta calidad de vida y de un paisaje sin igual, San Francisco tiene, en pequeño, todas las finezas neoyorquinas pero enmarcadas en una naturaleza que asombra la mirada.

San Francisco completó la naturaleza que la rodea. Enmarcada en un escenario pintado por el mar y las montañas, la ciudad es una suma de inspiración, buen gusto, tradición, calidad, innovación y clase.

El viaje ideal desde Los Ángeles invita a tomar la Pacific Coast Highway que fue construida pegada a la playa o a los acantilados que caen en voladizo sobre el mar. Toma más tiempo completar el trayecto porque la ruta pasa a ser la calle principal de los muchos pueblos que se atraviesan. En otros puntos, en cambio, se transforma en una autopista de varias manos y la velocidad se aligera. Pero el valor agregado del paisaje del océano azul bañando las playas doradas de Malibú, cerca de Los Ángeles, o Pebble Beach, ya en las cercanías de la “ciudad de la bahía”, es incomparable.

Una buena noción de San Francisco se puede tener iniciando la visita en Union Square, la plaza central del downtown rodeada de las grandes tiendas y las casas de alta costura. Macy’s, Neimann Marcus, Louis Vuitton, Saks Fifth Avenue y Tiffany están allí acompañando con su clase y prestigio el toque de distinción que tiene la Nueva York del oeste.

En Union Square, sobre Powell Street, nace el mundialmente famoso “cable car”, el tranvía de un solo vagón que fue conservado más por lo pintoresco que por lo práctico. El viaje hasta Fisherman’s Wharf cuesta U$S 5 y permite tener una muy particular visión de la ciudad.

A pocas cuadras de Union Square se encuentra el distrito de teatros, que reúne al American Conservatory Theater, el Lorraine Hansberry Theater, el New Conservatory Theater Centre y los teatros Golden Gate y Orpheum.

Una idea de la autoestima de la ciudad la puede dar el impresionante edificio de la legislatura de la ciudad, en el Centro Cívico, con la apariencia y las dimensiones de nuestro Congreso.

Uno de los paseos obligados es el Fisherman’s Wharf (FW). Se trata de una zona reciclada del puerto, al estilo de nuestro Puerto Madero, en donde se concentran restaurantes, negocios y hoteles. Sobre el fondo de esa bahía se divisa la antigua isla-prisión de Alcatraz. Es muy recomendable una cena en el Bistro Boudin, un restaurante ubicado en el segundo piso de un centro de elaboración de pan a la vista del público que es un verdadero hallazgo.

Algunas de las construcciones del FW se parecen a los docks de la avenida Alicia Moreau de Justo. Uno de ellos se recicló para dar nacimiento al hotel Argonaut. Completamente ambientado con una atmósfera náutica, el hotel conserva los cuartos con las paredes de ladrillo original y los tabiques y columnas de madera con bulones a la vista con los que fueron hechos aquellos antiguos almacenes portuarios. Estos toques se combinan con un excelente servicio y las comodidades propias de un 5 estrellas en un lugar que es un privilegio en sí mismo.

El lobby mantiene en invierno un hogar encendido (la marca registrada de los hoteles de la cadena Kimpton, a la que pertenece) que entrega una permanente calidez, no sólo de temperatura sino de ambiente apacible y acogedor. Las vistas de los cuartos que dan por la calle Hyde miran hacia el puente Golden Gate, que –en días claros– puede verse hacia el noroeste uniendo San Francisco con Sausalito.

El Argonaut es un hotel boutique de 252 habitaciones y 13 suites. Su Blue Mermaid Chowder House & Bar sirve exquisiteces típicas de la ciudad a precios razonables.

El famoso Golden Gate puede cruzarse (además de en auto, por su puesto) caminando o en bicicleta, tanto en excursiones con guía como individualmente. El puente es una especie de marca registrada de la ciudad y aún conserva el récord de tener las columnas más separadas del mundo para un puente colgante. Su largo total es de 1,2 km y desde el condado de Marin (al otro lado de la bahía) se tienen las vistas más impresionantes de San Francisco y de sus alrededores.

En esta ciudad nació la famosa chocolatería Ghirardelli, que todavía conserva sus instalaciones originales, rodeadas –ahora– de una plaza comercial en la que la empresa invirtió recientemente 50 millones de dólares en renovaciones y embellecimiento. Ghirardelli puede visitarse todos los días, pero es conveniente planearlo para el día de FW porque está a unas pocas cuadras de allí.

Más allá de poder hacerlo a través del Golden Gate, se puede llegar a Sausalito aprovechando un vigorizante viaje en ferry. Una vez en el pueblo famoso por sus casas flotantes, se pueden recorrer sus calles con negocios y bares sobre la vereda que aumentan su calidez y hospitalidad.

De vuelta en la ciudad, se recomienda visitar las calles que rodean Alamo Square y admirar las casas victorianas que han hecho famosa a San Francisco en el cine y en la televisión. Y es infaltable la bajada zigzagueante de Lombard Street entre canteros de hortensias.

Pero San Francisco, como dijimos al principio, es una especie de coronación de un viaje alucinante por la costa del Pacífico. Si prefirió llegar a la ciudad por la vía rápida de las autopistas que corren tierra adentro, dedique un día a hacer el camino inverso y a tomar la Pacific Highway hacia el sur para llegar hasta Carmel o Big Sur. Los paisajes cortan el aliento y las casas que se asoman mirando el mar, también.

En toda época del año San Francisco cautiva a quien la visita. Uno tiene la sensación de no querer abandonarla. Es vivaz y señoreal al mismo tiempo. Es provocativa y con clase. Es joven y tradicional. Es moderna e histórica. Y está hecha por el hombre (“We built this City”, decían los Starship en los 80), pero rodeada de una increíble belleza natural que parece no terminar nunca. © www.economiaparatodos.com.ar

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