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lunes 15 de noviembre de 2010

La Presidenta, en un momento sin igual

El ideal republicano de un partido ordenado que gobierna y un partido ordenado que ejerce la oposición democrática y constructiva se va pareciendo cada vez más a una quimera en la Argentina.

La muerte de Néstor Kirchner ha destruido a la oposición. Se trata de un hecho incontrastable. La semana que terminó, Carlos Reutemann se alejó del Peronismo Federal y Felipe Solá anticipó que lo seguirá. Allí, Eduardo Duhalde ha quedado rodeado de una liga de gobernadores con ganas de buscar su camino en solitario, según piensan Rodríguez Saá y Mario Das Neves. La UCR ha tratado de mentirosa infame a Elisa Carrió y Aníbal Fernández la acusó de garronear sus vacaciones en Punta del Este con gente cercana a Martín Redrado.

Los senadores opositores no consiguieron quórum para derribar las facultades delegadas y el tratamiento del presupuesto en Diputados terminó en un escándalo de acusaciones de presiones y sobornos.

El ideal republicano de un partido ordenado que gobierna y un partido ordenado que ejerce la oposición democrática y constructiva se va pareciendo cada vez más a una quimera en la Argentina. La dispersión del pensamiento, los egos y los narcisismos son tan profundos que nadie puede juntar una base cohesionada alrededor de un ramillete de ideas básicas.

En este momento no hay nadie que pueda garantizar la gobernabilidad, entendiendo por esto una jefatura visual indiscutida que reúna la capacidad de dirigir y de tomar decisiones, que no sea la presidenta Cristina Kirchner. La historia la ha situado en un lugar extraordinario. Tiene la posibilidad de hacer cualquier cosa desde allí. Puede ser Mitre o Rosas, depende de ella.

Si elije el caudillismo habrá perdido (y con ella el país) una oportunidad de oro para sentar las bases de una organización política que dure por décadas, quizás para siempre. La situación económica internacional no puede ser mejor para la Argentina. La Presidenta tiene la suerte de que gran parte del rompecabezas de todos los gobiernos -cómo ser exitoso económicamente- lo está resolviendo, a favor de la Argentina, el mundo y el clima. Si Cristina tuviera el tino, la grandeza y la visión justas en el momento justo, el país podría repetir el fenómeno que Brasil completó en la primera década del siglo, en la segunda.

Hay cosas que no dependen de Cristina. Está claro que la Presidenta no puede organizar la oposición y hacer que de ese rejunte salga un partido organizado y con un programa de alternativa al suyo. Pero si puede entregar una nueva imagen que despierte el ánimo conciliatorio y minimice los daños de los 4 jinetes del apocalipsis de este gobierno: los modales, la inseguridad, la inflación y el aislamiento del mundo.

Si la Presidenta adoptara unas maneras suaves que cautivaran por la seducción antes que por el grito sonoro y la indirecta irónica contribuiría enormemente a un cambio en el clima de convivencia. Si emitiera señales para no dejar ninguna duda de que el gobierno quiere erradicar la inseguridad de las calles y que no vale de nada la abundancia económica si la vida está en peligro al salir de casa, llevaría una gran tranquilidad a las familias que todos los días rezan para que no les pase nada. Si diera instrucciones precisas para que la emisión empate la oferta de bienes o para que esta crezca hasta hacerse proporcional a la emisión, detendría el proceso de esmerilamiento del poder adquisitivo que va camino a convertirse en su talón de Aquiles en el año electoral. La oferta de bienes se aumenta con inversión y la atracción de ésta se logra con un combo de señales entra las que los modales y la inseguridad física no son menores. Por supuesto que al lado de esos “detalles” es necesario agregar otros tecnicismos económicos y jurídicos, pero cambiar el clima de hostilidad hacia los negocios, hacia lo “privado”, hacia el individuo, hacia los “comercial”, hará mucho de por sí.

Y finalmente, si la Presidenta iniciara un camino de relacionamiento con el mundo libre (la diagonal amarilla en el planisferio de Transparency International que colorea con ese tono los países de democracias liberales que han entregado a su gente el mejor nivel de vida mundial a base de republicanismo, capitalismo económico y ética y honestidad en la administración pública y privada [EEUU, Canadá, Europa Occidental, Japón, Australia y Nueva Zelanda]) la Argentina no podría esperar otra cosa que buenaventura para su futuro próximo. En este sentido las negociaciones con el Club de Paris son clave. Por supuesto que la aspiración nacional a lograr ese acuerdo evadiendo la ley internacional (que obliga a la participación del FMI en ese proceso) no es un buen signo. Aunque los otros países se avengan a reemplazar al Fondo por el G20, siempre se renovará en su inconsciente la imagen de la Argentina haciendo las cosas al margen de la ley, buscando atajos y no respetando lo que firmó, en este caso como país miembro del FMI.

Las circunstancias de la vida y de la historia han puesto a Cristina Kirchner en un lugar y en un momento cruciales. Dios quiera que tenga ese necesario haz de luz para iluminar sus decisiones.© www.economiaparatodos.com.ar

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