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jueves 9 de noviembre de 2006

La República como proyecto común

Más allá de grandes diferencias en distintas áreas, la oposición al proyecto hegemónico del kirchnerismo tiene como denominador común la reivindicación del sistema republicano. La posibilidad de que esas fuerzas puedan formar una coalición en las próximas elecciones es todavía incierta, pero podría constituir una salida viable para el país.

Las elecciones presidenciales de 2007 abren una buena oportunidad para que la Argentina rectifique su rumbo político. El gobierno encabezado por el presidente Néstor Kirchner aspira a consolidar un régimen autoritario y populista de orientación izquierdista. Frente a ese proyecto, existe, en amplios sectores de la sociedad argentina, la expectativa de consolidar un ordenamiento republicano. Para el país, ésta podría ser una oportunidad muy promisoria.

La vigencia de un ordenamiento republicano genuino es el requisito previo para la aplicación de cualquier política. Por ejemplo: el grado de participación del Estado en la economía es un tema que admite un debate. Algunos creerán que es preferible mayor intervencionismo estatal y otros somos partidarios de más liberalización. Más allá de las posiciones personales o sectoriales, el tema admite matices, análisis y consideraciones múltiples. Lo que no se debería discutir es que, cualquiera sea el grado de intervencionismo del Estado, el desenvolvimiento de la economía debe sujetarse a derecho. En la Argentina kirchnerista no es el derecho sino la voluntad personal de ciertos funcionarios el factor que determina el marco que rige el desenvolvimiento económico.

Esto es incompatible con los principios de un ordenamiento republicano y conspira definidamente contra el crecimiento, el desarrollo y el bienestar de la población. Una república admite un mayor o menor grado de intervencionismo del Estado. Se puede discutir hasta dónde es conveniente que el poder público intente orientar el rumbo económico. Pero lo que una república no admite es que las decisiones en cuanto al devenir económico estén supeditadas a la voluntad arbitraria de un funcionario con atribuciones ilimitadas. Eso no es una república sino una dictadura disfrazada. Hacia eso nos vamos encaminando en la Argentina de hoy.

Está claro que existe una amplia corriente que no se identifica con esa forma de organización política que el kirchnerismo quiere establecer y aspira a vivir en un sistema pluralista, sustentado en la vigencia de la ley y con límites a los poderes de los gobernantes. Qué tan amplia sea esa corriente es una cuestión relativa y quizá dependa de las circunstancias. Pero hay síntomas evidentes de que el kirchnerismo se está enredando en problemas que no logra resolver satisfactoriamente y eso va dejando despejado el espacio como para que una alternativa diferente, basada precisamente en la revalorización de los principios republicanos, pueda abrirse camino.

La dificultad para materializar este proyecto es que si bien somos muchos los que reivindicamos los principios republicanos, también hay muchas diferencias entre los múltiples sectores que se encuadran dentro de este espectro institucional. Hay un común denominador que es la reivindicación de la república, aunque hay factores que diferencian como, por ejemplo, la orientación de la política económica. Eso es lo que divide a la oposición y el factor que beneficia al kirchnerismo.

La oposición, unida, podría ganarle al actual gobierno. Sin embargo, ¿podría gobernar después estando constituida por corrientes tan heterogéneas? En principio, habría que decir que no. La Alianza UCR-Frepaso fue un intento en este sentido y las divergencias internas la hicieron desmoronarse. Por supuesto que el fracaso de esa experiencia no debe tomarse como un absoluto. Un gobierno de coalición puede funcionar en tanto quienes lo integren comprendan que se trata de eso, es decir, de una coalición, lo que implica hacer concesiones en función de la obtención de un objetivo común, en este caso, la consolidación de las instituciones, principios y valores republicanos.

El kirchnerismo viene llevando adelante un proceso de deterioro institucional que ya había comenzado con el gobierno de Menem y que ahora tiende a profundizarse. El problema es que la Argentina está presa de la dicotomía de que dentro de las instituciones el país resulta ingobernable y para garantizar la gobernabilidad es necesario tener súperpoderes, avasallar a la Justicia, ignorar al Parlamento… El desarrollo a largo plazo y en gran escala del país demanda la superación de esa falsa disyuntiva. El interrogante es si resulta posible encontrar una fórmula política apropiada para concretar ese proyecto. Por el momento, ese interrogante no está respondido.

A pesar de ello, existe una buena oportunidad de definir alguna fórmula que permita encauzar el país por el rumbo de un sistema republicano consolidado, lo que será el punto de partida de debates políticos más profundos acerca de los contenidos políticos concretos que habrán de inyectarse en ese marco institucional. Una república es, por definición, pluralista y es obvio que no todos preferimos la misma política económica o la misma política contra el delito y muchas otras cuestiones más que hacen a la vida de una nación. Lo esencial es que todos coincidamos en el respeto por la ley como norma reguladora de la convivencia y en el respeto a la voluntad ciudadana no manipulada desde el poder como común denominador de la vida política. Esto es lo que el kirchnerismo quiere hacer desaparecer (aunque lo disimule, obviamente) y esto es lo que corresponde reivindicar en este momento, más allá de las diferencias políticas e ideológicas. Sería muy positivo que eso se pueda lograr. Es un poco difícil y requiere mucha amplitud de criterios de parte de los actores del acuerdo. Pero no es utópico en tanto todos comprendan que el objetivo verdaderamente vale la pena y que un acuerdo en este sentido abriría un futuro muy promisorio para el país en su conjunto. © www.economiaparatodos.com.ar

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