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jueves 9 de septiembre de 2004

La responsabilidad empresaria frente a la crisis

Las empresas argentinas deben comprender de una vez por todas que sin un país viable hacia el futuro, sus empresas no valen nada. Y la mejor manera de construir un porvenir auspicioso es dejar de ser lobbistas para comprometerse con los valores de una sociedad libre.

Si queremos cambiar el país, lo primero que tenemos que reconocer es la profunda crisis que estamos viviendo y el panorama desolador que, por el momento, tenemos hacia el futuro, considerando la mezcla de incapaces y, por decirlo suavemente, poco transparentes políticos que integran el partido hegemónico que es el justicialismo. El radicalismo no existe como fuerza política opositora y, en todo caso, es tan populista e incapaz como el justicialismo para construir un país con un futuro de prosperidad. De ninguna de estas dos fuerzas políticas podemos esperar algo positivo para la Argentina.

También tenemos que reconocer que para el mundo no existimos. Las casas matrices de empresas extranjeras que están en la Argentina miran a sus filiales locales como algo molesto. Muchas empresas extranjeras han mandado a pérdida sus inversiones en nuestro país, dada la falta de un horizonte económico aceptable, y mientras las filiales locales se arreglen con los flujos de caja que generan, las dejan sobrevivir. Eso sí, que no llamen sus directivos locales para pedir aportes de capitales porque lo más suave que les puede pasar es que, del otro lado de la línea, les corten el teléfono.

Y aquí llegamos a un punto fundamental. Al margen de algunos empresarios que pueden estar haciendo buenos negocios gracias a la devaluación y la sustitución de importaciones, la realidad es que las empresas en la Argentina hoy no valen nada. ¿Por qué? Porque las empresas valen por las ganancias futuras que pueden generar. Y en la Argentina no existe un futuro alentador. Por lo tanto, las ganancias actuales, en este contexto de desorden institucional y populismo exacerbado, son pan para hoy y hambre para mañana. Las ganancias actuales no son computables como ganancias futuras porque no dependen del favor del consumidor, ni del valor que puedan crear sus directivos. Las ganancias dependen del burócrata de turno, cuyo humor puede cambiar con la facilidad del viento e, inclusive, el mismo burócrata puede ser cambiado con la facilidad con que cambia el viento.

La dirigencia empresaria en general tiene que entender que sin un país viable, sus empresas no tienen valor. Una de las responsabilidades que deben asumir es que es preferible sacrificar privilegios en el corto plazo, para tener utilidades en el largo. Pero utilidades sólidas y basadas en su capacidad de verdaderos emprendedores.

La otra responsabilidad que deben asumir es la de dejar de financiar indirectamente a aquellos medios de comunicación que defienden las ideas que, justamente, los llevarán a ellos y a sus empresas a la ruina. Cuando uno ve la publicidad que tienen algunos medios y algunos periodistas, lo menos que puede pensar es que esas empresas están financiando al verdugo que está construyendo la soga con la que los va a ahorcar.

¿Por qué al empresario le conviene defender y comprometerse con las ideas de un Estado limitado y una economía de mercado? Porque apostar a favor de esas ideas es apostar a favor de un contexto de progreso en el cual podrá desarrollar sus empresas, sin necesidad de depender de los caprichos de los funcionarios de turno. No hay nada más endeble que las utilidades surgidas de una resolución administrativa del burócrata.

Algunos empresarios pueden pensar que si no “negocian” con el poder de turno perderán sus empresas. En realidad, cuando negociaron ya las perdieron, porque al negociar con el poder político terminan transformándose en súbditos del déspota. Sólo pueden hacer aquellas cosas que el burócrata arbitrario les deja hacer y bajo las condiciones que éste les impone.

El empresario no tiene que invertir para quedar bien con el funcionario de turno, para que éste haga propaganda en su favor al salir en la foto de los diarios inaugurando una “nueva” planta. El empresario tiene que invertir porque ve un negocio posible en el cual el consumidor puede ser conquistado.

Por supuesto que algunos empresarios podrán conformarse con un mercado chico y aceptar las imposiciones del burócrata de turno. Pero para los empresarios que piensan en grande, un país que prospera es mucho más atractivo que uno sumido en la miseria.

¿Cuál es el beneficio para los empresarios de defender a un gobierno limitado y una economía de mercado? Que en vez de tener un país con la mitad de la población en la pobreza y la indigencia, que no puede comprar nada, puede tener un país con plena ocupación y un ingreso per cápita dos o tres veces mayor al actual. Es totalmente diferente hacer negocios en un país con plena ocupación y alto nivel de ingresos, que tratar de zafar en un país sumergido en una pobreza creciente.

Además, la defensa de esos valores determinará que su progreso dependerá de su capacidad empresarial y dejará de ser un subordinado de la burocracia o de la corrupción política. Literalmente el empresario pasará a ser un hombre verdaderamente libre del Estado opresor y corrupto.

En síntesis, si el empresariado argentino realmente está preocupado por el futuro de país, tiene como responsabilidad, frente a la crisis que estamos viviendo, volcar el mayor de sus esfuerzos en defender los valores de una sociedad libre. Es la mejor inversión que pueden hacer en defensa de sus empresas. Y, además, su familia les agradecerá que hayan contribuido a construir un país en el cual vale la pena vivir. © www.economiaparatodos.com.ar




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