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jueves 20 de octubre de 2005

La ruptura de un pacto

Para que sea posible el aprendizaje debe existir coherencia entre el accionar de los padres y el de las institución educativas. Cuando la relación entre padres y escuelas se rompe o trastroca, la educación sufre las consecuencias.

El jueves pasado, escuchaba una conferencia de Guillermo Jaim Etcheverry, rector de la Universidad de Buenos Aires, en la cual, entre otros muchos conceptos, decía que se había roto el pacto educativo que existía entre padres y escuelas, de modo que en muchos casos se habían perdido los objetivos comunes con relación a la transmisión de la herencia cultural a las generaciones más jóvenes.

En los últimos tres días, han aparecido en los medios de comunicación noticias que confirman los dichos del Dr. Jaim Etcheverry o, mejor dicho, los superan: pareciera ser que ya no se trata de la rutpura de un pacto sino de una declaración de guerra.

El lunes, La Nación daba cuenta de lo sucedido en el Colegio Hermano Hermas de Bruíjn, de Santiago del Estero, donde los alumnos de tercero de Polimodal habían realizado algunos desmanes con motivo de la “presentación del buzo de egresados”. Por esos excesos, habían recibido amonestaciones colectivas, hecho que ocasionó que la que hasta ese momento era abanderada perdiera la posibilidad de portar la Bandera Nacional. Hasta aquí ningún problema. El tema sigue con el papá de la ex abanderada pidiendo a un juez una medida cautelar para que su hija lleve la bandera, y con un juez que ordena que hasta que dicte sentencia la alumna deberá poder llevar la enseña patria.

Hoy, las radios nos cuentan que en la localidad de Rosario una mamá, disconforme con el informe que una maestra había dado sobre el mal comportamiento de su hijo, entró a la clase y, delante de todos los alumnos de primer año de EGB, empujó a la maestra contra el pizarrón y le propinó una golpiza.

Estos episodios que han tomado trascendencia pública no son aislados. Ya habíamos tenido hace poco un episodio similar en una escuela de Avellaneda, y hay otro montón de hechos de características parecidas que no llegan a los medios de comunicación masiva.

¿Por qué razón sociológica se ha producido esta suerte de ruptura de pacto entre padres y docentes? Lo ignoro. Lo que sí puedo apreciar son las consecuencias que esto tiene para la educación, donde lenta pero inexorablemente vamos hacia una pérdida de la autoridad de los docentes que redunda en dificultades para mantener el ambiente de orden mínimo que exige el proceso educativo.

Luego de la publicación de un artículo en este mismo medio (“Violencia en una escuela”, clickear), me avisaron de una escuela que lo habían utilizado para reflexionar con los padres sobre la necesaria coherencia que debe existir entre éstos y la institución educativa para que sea posible el aprendizaje.

Si no nos damos cuenta de que, sin llegar a la violencia física o la denuncia ante un juez, los comentarios peyorativos que hacemos sobre los docentes en presencia de nuestros hijos (“esta maestra no sabe nada”, “estoy harta de que me manden notas de la escuela”, “fulana no puede manejar el curso”, “ya voy a ir hablar con la maestra para que corrija su error”) o incluso en muchos casos –más de los que se imaginan- las cosas que escribimos en los Cuadernos de Comunicaciones atentan contra la autoridad de la docente, y por propiedad transitiva contra la educación de nuestros propios hijos, seguiremos profundizando este abismo que separa a padres de escuelas.

Como todos los seres humanos, los docentes podemos equivocarnos. Pero honestamente digo que creo que nos equivocamos menos veces de las que se piensa y que la forma de que “rectifiquemos” nuestros errores no es golpeándonos a trompadas o pidiéndole a un juez que intervenga.

Si para hacernos “amigos de nuestros hijos” la forma es poner a los docentes como “enemigo común”, estamos errando el camino, y tarde o temprano se nos vendrá en contra. Si buscamos unidad entre familias y escuelas la calidad educativa mejorará automáticamente. © www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles (Pilar) y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina).

 
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