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viernes 26 de julio de 2013

Los desafíos del Papa Francisco

Los desafíos del Papa Francisco

Superar la cúpula de Vaticano, que enredó a la Iglesia en un universo de corrupción financiera y sexual y ampliar nuevamente el objeto de la actuación de la Iglesia, volviendo a dar atención preferencial a las nuevas clases que emergen en los países del sur

El publicista Alex Periscinoto decía que la Iglesia Católica fue la primera organización mundial en adoptar herramientas de marketing. Incluía ahí la campana, el ceremonial de las misas, las imágenes de los santos. 

Puede parecer una desacralización excesiva de la fe. Pero el reciente avance de las llamadas iglesias electrónicas en todo el mundo muestra que la disputa entre las religiones se da en el campo de la fe, pero también en el  del marketing y las estrategias de comercialización de su principal producto: el apoyo espiritual/emocional. 

En las últimas décadas, la Iglesia Católica se distanció extraordinariamente de los países emergentes, en el justo momento en que ellos… emergían. 

Del lado asiático, el mercado de la fe ya estaba ocupado por las religiones históricas de la región, desde las asiáticas a las arábigas. El gran mercado católico se situaba en el sur, en los países latinoamericanos y en las migraciones latinas a otros continentes. 

Anteriormente la Iglesia avanzaba en todos los frentes. En los años 60 a 80, había una Iglesia oficial, de don Carlos Carmello Mottas, de don Eugênio Salles, de gran peso político; otra que actuaba en la periferia y junto a los movimientos sociales; una tercera, que atendía a la demanda de apoyo espiritual. Y, también, una Iglesia interesada en participar de la vida de las familias, los famosos encuentros de parejas de los años 60 y 70 que juntaban  familias aperturistas de São Paulo a las familias de ciudades pequeñas, recién-urbanizadas. 

Uno a uno la Iglesia fue perdiendo esos públicos. Los antiguos príncipes de la Iglesia, cardenal Motta, don Eugênio Salles, don Paulo Evaristo Arns, los hermanos Lorscheider, independientemente de la inclinación política, tenían ascendencia sobre vastos sectores relevantes de la opinión pública. La generación actual de cardenales es inexpressiva en el debate político. 

En las periferias, junto al público más politizado y más creyente, la Iglesia asistió a la invasión de las religiones evangélicas. Enfrentó la modernización de las costumbres ferozmente encastillada en principios estáticos, sin entender los nuevos tiempos. Los seminarios dejaron de atraer cuadros de buen nivel. 

La bandera de la evangelización – que siempre fue el mayor motor de la Iglesia, no sólo para los padres seculares sino también para las congregaciones – se desgarró. Sin la utopía de la evangelización, sin una bandera mayor para defender, hubo un  deterioro profundo de la ética interna, como una empresa que perdiera valores y autoridad. El resultado fue el estallido de escándalos en varias partes del mundo. 

Por detrás de esa crisis, la enfermedad que afecta toda gran organización: el encastillamiento en sí, el mando centralizado que pierde el contacto con los extremos; las disputas internas que colocan el juego interno del poder por encima de los objetivos mayores de la compañía; el deslumbramiento y la submisión al fausto y al poder. En suma, la burocracia de Vaticano. 

Ese será el doble desafío del papa Francisco. De un lado, superar la cúpula de Vaticano, que enredó a la Iglesia en un universo de corrupción financiera y sexual. De otro, ampliar nuevamente el objeto de la actuación de la Iglesia, volviendo a dar atención preferencial a las nuevas clases que emergen en los países del sur. 

Sólo un Papa logro dominar esos dos frentes: Juan XXIII. Hasta hoy provoca enormes añoranzas en la juventud de aquella época, desde los religiosos a los que perdieron la fe.

 

Fuente: www.infolatam.com