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jueves 14 de abril de 2005

Marcos Aguinis: “Tenemos instituciones frágiles y degradadas y una cultura cargada de anomia”

En su nuevo libro “¿Qué hacer? Bases para el renacimiento argentino”, el escritor brinda propuestas concretas para renovar la Argentina y salir de la crisis. En esta charla analiza nuestra cultura actual y la clase de elite y líderes que precisamos para cambiar el país.

– El nuevo libro de Marcos Aguinis se titula “¿Qué hacer? Bases para el renacimiento argentino”. Es un diagnóstico…

– Y fundamentalmente propuestas. Yo creo que después de haber hecho diagnósticos, ya que ha habido una gran tendencia en la Argentina a hacer críticas o descripciones de nuestra situación, es hora de levantar la puntería y empezar a hablar de las propuestas. Es decir, discutir propuestas para ver qué es lo que queremos hacer de este país y, de esa manera, forzar nuestra mirada a mediano plazo. Y generar así una mirada estratégica que en este momento no existe. Debemos saber qué país queremos, a dónde queremos llegar, porque así podremos encaminar nuestros esfuerzos.

– El subtítulo es “Bases para el renacimiento argentino”. Hay un viejo libro de Juan Bautista Alberdi que se llama también “Las Bases”.

– El subtítulo está puesto justamente haciendo alusión a Alberdi, porque comienzo el texto hablando de él y sus ideas. A veces me preguntan: ¿es posible que la Argentina pueda volver a renacer, que pueda ocurrir ese milagro? Y yo digo: la Argentina ya tuvo ese milagro, el de 1853. Eso fue un milagro. Porque la Argentina en es momento estaba vacía, era un país lleno de analfabetos, no conocía lo que era la agricultura, la hacienda era paupérrima, no había ferrocarriles, no había nada. Éramos un país irrelevante, pobrísimo. Y, además, la mentalidad de la mayor parte de la gente era antigua, desconectada del mundo. Teníamos gobernadores que no sabían leer. Pero ese país dio un giro copernicano a partir de la Constitución de 1853, que fue la Constitución más moderna y progresista de toda América Latina, y en pocas décadas el país se convirtió en uno de los más opulentos del planeta.

– Muchos hablan de “Las Bases” de Alberdi, pero pocos las han leído. Gran parte del trabajo que Alberdi realizó en ese libro consistió en comparar las constituciones de distintas partes del mundo. Yo creo que Alberdi el arquitecto ideológico de la Argentina. Después vinieron los implementadotes.

– Así es. Él fue el genio. Yo creo que los argentinos tuvimos la gran suerte de contar con un genio de esa dimensión. Un hombre que manejaba varios idiomas, que era muy buen pianista, además. Era compositor. Que había viajado por el mundo. Y que estaba informado de cómo funcionaban las cosas. Y lo que usted mencionaba es muy cierto: en “Las Bases”, Alberdi comienza analizando las constituciones de los países de América Latina y demuestra qué es lo que está mal en cada una de ellas, qué es lo que es pésimo. Cuando se refiere a la del Perú, dice que si los peruanos hubiesen deseado labrar una constitución que los condenara al fracaso no hubieran podido hacer un mejor trabajo. Lo dice clarísimo, y explica por qué.

– También critica a la constitución chilena. José Ignacio García Hamilton escribió un libro sobre Alberdi que tituló “Vida de un ausente”. El título le calza perfecto, porque Alberdi vivió muy poco en la Argentina y casi toda su vida la pasó en el exterior.

– Exactamente. Y “Las Bases” él las escribió estando en Valparaíso, Chile. Y desde allí las mandó hacia la Argentina. Urquiza tuvo el talento de advertir que estaba frente a una obra decisiva para el país. Entonces ordenó la reimpresión inmediata y distribuyó el libro antes de que se reuniera la Asamblea Constituyente. De modo que confluyeron dos talentos muy especiales: el conocimiento ideológico de Alberdi y la capacidad de gestionar el poder de Urquiza. Y ambos se unieron para llevar adelante el milagro de 1853, porque la mayor parte de los constituyentes no era gente ilustrada. Lo notable es que se logró reunir y hermanar a ese grupo de gente para que la Argentina tuviera la Constitución que tuvo. Cosa que no puede ocurrir hoy, lamentablemente, o que no veo posibilidades de que así suceda.

– En “Las Bases”, Alberdi postulaba que había que poblar a la Argentina. ¿Cuál es la tesis de su libro?

– Justamente escribo en el libro que, si se pudiese sintetizar todo el pensamiento de Alberdi en una palabra, ese concepto sería poblar. Y yo diría que si en este momento, una situación tan crítica y tan compleja, tuviésemos que resumir lo más sintéticamente lo que tienen que hacer la Argentina eso sería conseguir inversiones productivas. No cualquier inversión. No los capitales golondrina, que son vampiros que chupan la sangre y se van. No la inversión mínima, que viene para que el gobierno le de beneficios y prebendas. Sino inversión real. Pero para que haya inversiones copiosas y aluvionales –así como fue de aluvional la inmigración que tanto anhelaba Alberdi y que cambió completamente al país para bien– es preciso cambiar algunas cosas, especialmente en el aspecto cultural. Tenemos que empezar a entender qué significa el Estado de Derecho, qué significa la propiedad privada. En varios capítulos analizo el odio y los prejuicios que hay contra la propiedad privada.

– Ser exitoso en la Argentina es un pecado.

– Claro. Los argentinos queremos unificar para abajo. Y quien tiene mérito tiene vergüenza de ese mérito. Cuando uno le dice a otro “qué bien que te va”, ¿qué contesta el otro? “No es para tanto”, “no es tan así”… Queremos disimular. Acá tener mérito es como haber cometido un delito. Por eso en las escuelas se eliminaron las calificaciones, se eliminó el código de honor, porque no vaya a ser que el chico al que le va mejor sea arrogante y que al que le va peor le agarre depresión o complejo de inferioridad. Es increíble.

– Sarmiento vio por dónde venía el futuro y por eso apostó fuerte por la educación. Sin embargo, fue Roca el que más escuelas creó, más que Sarmiento.

– Sarmiento y Avellaneda fueron los que desataron la tendencia a educar al pueblo, la construcción de escuelas y el hecho de considerar a la educación como una tarea fundamental. Y los que siguieron tomaron esas ideas y la resonancia fue mucho más grande. Lo mismo pasó con Sarmiento cuando habló de su deseo de que cada argentino fuera un propietario. Él volvió de los Estados Unidos con esa idea: no solamente con la idea de educar al pueblo, sino también con la de lograr que todos pudieran llegar a ser propietarios. No lo logró.

– ¿La Argentina tiene un problema de ideas o un problema de mafias? Porque son dos cuestiones distintas. Si lo que está en discusión son ideas, podríamos decir que se trata de Adam Smith discutiendo con Karl Marx. Si lo que está en discusión son negocios de mafiosos, tenemos a Al Capone contra Frank Vitti.

– Es una pregunta compleja, pero importante. Cuando tengo que analizar un problema trato de tomar perspectiva y ubicarme un poquito más lejos. Creo que podríamos trasvolar esto a otro conflicto que hay: para que un país cambie, ¿necesitamos que haya primero un cambio cultural o un cambio institucional? Las buenas instituciones producen un cambio cultural. Ahora, la buena cultura produce un cambio institucional. Si no hay un cambio cultural, no hay buenas instituciones. Si las instituciones son malas, la cultura de un país tarda mucho en corregirse. Este problema es similar a su pregunta. ¿Qué va primero? Si esperamos que se produzca un cambio cultural, van a pasar muchas generaciones hasta que la Argentina encuentre el camino que abandonó, lamentablemente, por 1930. Si aplicamos el cambio institucional sin una cultura que pueda sustentarlo, las instituciones van a tardar mucho en hacerse fuertes y respetadas por la sociedad. Ése es nuestro problema: tenemos instituciones frágiles y degradadas y una cultura cargada de anomia, de ilegitimidad, de rencor, de ignorancia, de ideas arcaicas…

– Hay momentos en la historia de los países en que hay ciertos líderes que cambian las instituciones. Como la generación del 80 en la Argentina, De Gaulle, Churchill… ¿El cambio viene de abajo hacia arriba o necesitamos líderes que lo impulsen?

– Yo creo que necesitamos líderes, líderes transitorios como han sido los verdaderos líderes. Los verdaderos líderes cuando el pueblo les votó en contra, se fueron a sus casas y no molestaron más. Churchill se fue a pintar la Costa Azul, De Gaulle se fue a su casa en la campiña. Cumplieron su rol y se retiraron. En eso se diferencia un líder de un caudillo. Ambas palabras parecen sinónimos pero no lo son. El líder es el que cumple una función por determinado tiempo, no está por encima de la ley. El caudillo está por encima de la ley y se eterniza en el poder.

– ¿Usted cree en las elites? Empresarios, intelectuales, profesionales que puedan mostrar un camino.

– Los argentinos hemos sido tan deformados por un igualitarismo que unifica para abajo que tenemos miedo a la palabra elite. Pero desde la Edad Media hasta ahora se ha venido insistiendo en que muchas veces hace falta un grupo lúcido que oriente al resto. Es como el pastor que lleva a sus ovejas. Incluso Lenin y la izquierda estaba de acuerdo en esto. Ahora, si la elite se eterniza y se convierte en una especie de nomenclatura de clase social que obtiene beneficios a costa de otros eso es totalmente despreciable. La Argentina tuve elites. La elite que sancionó la Constitución de 1853, la elite del 80. Y ahora también necesitamos de una elite que sea la que conduzca a la sociedad. Y tiene que estar compuesta por muchos sectores: empresarios, intelectuales, profesionales, periodistas, científicos. © www.economiaparatodos.com.ar




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