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lunes 22 de febrero de 2010

¿Mayoría de edad?

Los niveles de sobreprotección a los que exponemos a nuestros hijos ya están pasando a ser nocivos.

El 21 de diciembre de 2009, el Poder Ejecutivo Nacional promulgó la ley de mayoría de edad, que fijó la misma en los 18 años. Además de las modificaciones de varios artículos del Código Civil que establece la nueva norma, en su artículo 5 expresa: “Toda disposición legal que establezca derechos u obligaciones hasta la mayoría de edad debe entenderse hasta los DIECIOCHO (18) años…”.

¿Qué relación guarda este tema con la educación? Permítanme desarrollarlo.

Hace un par de días, llamé a un amigo, director de carrera de una prestigiosa universidad argentina, para saludarlo por su cumpleaños. Cuando le pregunté cómo estaba, me contestó, casi textualmente: “Con una cola de madres que vienen a quejarse porque sus hijos olvidaron anotarse para rendir alguna materia y quieren interceder por ellos para que les permitamos una excepción”.

Primero pensé que se trataba de una broma, pero mi amigo me aseguró que no. Luego pensé que se trataría de una exageración de su parte, o incluso que sólo en esa universidad pasarían este tipo de cosas.

Así que corté con el cumpleañero y llamé a otra amiga, rectora ella, en este caso, de un conocido terciario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Casi catárticamente –la entiendo– comenzó a relatarme un cúmulo de anécdotas sobre madres (y algún que otro padre) que por teléfono o en persona venían a solicitar “excepciones” para sus hijos, todos ellos mayores de 18 años, claro está, habida cuenta del nivel de escolaridad en el que se encuentran. Que no lo dejara libre por inasistencias ya que faltaba “porque estaba muy cansado”, que le permitiera rendir a pesar de no tener la correlativa aprobada, que se lo habilitara a inscribirse fuera de fecha, que le dejaran “ver el examen de su hijo”. El relato más extraño me pareció el de una madre que fue a solicitarle un cambio de comisión para su vástago, porque en la que estaba el chico “no tenía amigos”. También me refirió que ha recibido un sinnúmero de insultos cuando, con toda lógica y sencillamente respondiendo a los reglamentos existentes, les negaba a las madres (o algún padre) la excepción antirreglamentaria solicitada.

No satisfecho con la información recibida, hablé con otro conocido, esta vez vicedecano de una carrera de otra universidad. No le pregunté si había vivido situaciones similares, sino que directamente inquirí sobre el “caso más patológico”. Me relató el de una madre que fue a pedir que habilitaran a su hijo de tercer año (es decir, que la criatura debería tener al menos 20 años) para que pudiera rendir “otro recuperatorio”, pues en el primero le había ido mal ya que “no estaba en condiciones psicológicas porque había roto con la novia”.

Está claro que los niveles de sobreprotección a los que exponemos a nuestros hijos ya están pasando a ser nocivos. Una cosa es una anécdota aislada y otra muy distinta es que estos episodios se conviertan en hechos cotidianos para quienes ocupan posiciones directivas en terciarios y universidades, de modo tal que les exijan dedicar tiempo a recibir progenitores de señores y señoras que son mayores responsables.

La ley sancionada aclara específicamente que cesan “los deberes” (defender al menor por parte de los padres) cuando éstos alcanzan la edad de 18 años. Pero, si los adultos seguimos sobreprotegiendo a nuestros hijos y haciéndonos cargo de las consecuencias de sus actos cuando ya hasta para la ley son los únicos responsables, creo que nos estamos equivocando bastante.

El demostrar amor hacia los hijos no pasa por hacer cosas que no contribuyen a su crecimiento afectivo e intelectual. Así como cuando son bebés los vacunamos (¿a qué padre o madre no le duele el “pinchazo” de las vacunas de sus hijos?) para evitar males mayores más adelante, también debemos permitir que puedan crecer en libertad y responsabilidad en todos los ámbitos de la vida humana.

Tratemos de enseñar a nuestros hijos a hacer por ellos mismos las acciones que madurativamente están preparados para realizar y a hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, tanto de las buenas como de las malas.© www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es Licenciado en Ciencias de la Educación y vicedirector general del Colegio Belgrano Day School de la Ciuda Autónoma de Buenos Aires.

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