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viernes 28 de junio de 2013

Melpomene y Thalia

Melpomene y Thalia

El mundo occidental y cristiano inmerso entre la comedia y la tragedia, o sea la triste colaboración de Melpomene y Thalia. En la misma medida que la izquierda apoderada de la ética, mediante el llanto por los pobres y las desigualdades supuestamente creadas por el capitalismo, para lograr la risa de la riqueza mediante el poder, el vocabulario político plagado de juicios de valor a priori, deja mucho de desear.

El mundo occidental y cristiano inmerso entre la comedia y la tragedia, o sea la triste colaboración de Melpomene y Thalia. En la misma medida que la izquierda apoderada de la ética, mediante el llanto por los pobres y las desigualdades supuestamente creadas por el capitalismo, para lograr la risa de la riqueza mediante el poder, el vocabulario político plagado de juicios de valor a priori, deja mucho de desear. El Diccionario de la Real Academia Española, que limpia, fija y da esplendor al idioma, así define la Democracia: “Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno; Predominio del pueblo en el gobierno político del Estado”. Al respecto The American Heritage Dictionary dice: “Democracia, gobierno por el pueblo ejercido directa o a través de representantes electos… Una condición social de igualdad y respeto por el individuo dentro de la comunidad”.

Me voy a permitir sostener que en el orden de la política, las anteriores definiciones nos dejan tan ignorantes como antes de haberlas leído. En primer lugar déjenme recordar que en La Política de Aristóteles encontramos algunos juicios que valen la pena rescatar a fin de comprender la realidad que está viviendo el mundo occidental. Y dicho sea de paso en tanto que no lo comprendamos, estamos más lejos de comprender la evolución del mundo oriental. Dice Aristóteles: “Los principios democráticos conducen directamente a la injusticia; porque la mayoría, soberana a causa del número, se repartirá bien pronto los bienes de los ricos”. ¡Que! ¿Los pobres, porque están en mayoría, podrán repartirse los bienes de los ricos; y esto no será una injusticia, porque el soberano de derecho propio haya decidido que no lo es? ¡Horrible iniquidad! ¿Que otra cosa significa el elevar el gasto público y consiguientemente los gravámenes a los ingresos a más del 50% del PBI?

Evidentemente Aristóteles antes de conocerlo, había descalificado éticamente al socialismo en nombre de la demagogia. Por ello insisto que socialismo fue la denominación dada por el Iluminismo, que considero el oscurantismo de la razón, a la demagogia. Y evidentemente como antes dijimos cuando el gasto público alcanza al 50% del PBI supuestamente los pobres se están repartiendo los bienes de los ricos, pero en la realidad son los supuestos representantes del pueblo los que se quedan con el dinero que reparten.

Por ello vallamos a otra definición política. ¿Qué es el pueblo? El pueblo es supuestamente una entelequia, en la realidad es un universal. Y recordemos igualmente que cuando los universales son reales, sus componentes no tienen entidad. Fue por ello que David Hume determinó que el problema no eran las mayorías, sino las asambleas que pretenden actuar en su nombre. Fue por ello que Jefferson tomó conciencia y escribió: “Un despotismo electivo no fue el gobierno por el que luchamos”.

A partir de los anteriores conceptos creo que se hace evidente la diferencia entre la democracia mayoritaria y lo que se conoce por el Rule of Law, que parte del principio fundamental de que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías. Ignorar esta dicotomía conceptual impide reconocer la propia historia de Occidente, y confundir la Europa Continental con el mundo creado del otro lado del Canal de la Mancha, a partir de la Glorious Revolution de 1688. Fue allí donde se impusieron límites al poder del rey y se reconocieron los derechos individuales. Ese mundo atravesó el Atlántico y se aposentó en Norte América a la luz de un concepto ético fundamental en la lucha por la libertad que es el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. (John Locke)

Ignorar esa diferencia no nos permite siquiera comprender la entrada del fascismo en Europa, que no se olvide que no se instituyó por la fuerza sino en nombre de la mayoría. Hoy parece estar de vuelta la discusión sobre el fascismo, y al respecto me voy a permitir una cita de Stanley Payne en su obra: “What do we Mean by Fascism?” (¿Qué queremos decir con Fascismo?): “Fascismo es probablemente el más vago de los términos políticos contemporáneos”. Creo que esa vaguedad se encuentra en la mayoría de los términos políticos, tales como capitalismo, liberalismo, neoliberalismo, conservadurismo, socialismo, comunismo y ya nos referimos a la democracia.

Pero voy a insistir en el fascismo pues la izquierda lo pretende descalificar como derecha, obviando sus orígenes socialistas y confundiendo al capitalismo con el nazismo. Desde mi punto de vista el fascismo se origina a partir del ensayo de Lenín “La Nueva Economía Política” donde escribió cuando se percatara del fracaso del marxismo implementado por él: “Los capitalistas están operando entre nosotros. Están operando como ladrones, hacen ganancias, pero ellos saben cómo hacer las cosas”. Fue en función de esa noción que Mussolini pasó del socialismo al fascismo y lo acordara con la Iglesia en el Concordato de Letrán.. De Italia pasó a Alemania donde como señala Nolte adoptó las nociones de la cultura nacionalista alemana, y por supuesto el antisemitismo. Y al respecto escribió: “El fascismo es antimarxista, que pretende destruir al enemigo mediante el desarrollo de una radicalmente opuesta pero a la vez relacionada ideología, y mediante el uso de casi idénticos y a la vez modificados métodos”.

No obstante el evidente fracaso del Estado de bienestar en Europa, la virtud del altruismo en la búsqueda de la igualdad sigue triunfando políticamente. Así el socialismo se ha apropiado de la ética política y todo intento de proteger la propiedad privada es considerado el fascismo. En esas circunstancias desparece la seguridad jurídica de los derechos de propiedad, que hace aparecer una suerte de fascismo, al que los americanos denominan capitalismo de amigos. La realidad es que ante la inseguridad jurídica los capitalistas no tienen otra alternativa que pactar con el gobierno, a fin de que no le nacionalicen sus propiedades.

Ante los hechos podemos ver el fascismo democrático en Europa, social democracia mediante, y en América falazmente democrático, pues el fraude prevalece en las elecciones en muchos casos (Venezuela). La política se desarrolla entre Thalia, la comedia de la democracia socialista mayoritaria, y Melcomene, la tragedia del fascismo implícito en la ausencia de seguridad de los derechos de propiedad. Y Clio (La Historia) llora ante los ojos miopes de un mundo que envuelto en la farsa de la falacia igualitaria ignora su razón de ser y se enfrenta al riesgo de su desaparición.