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jueves 23 de diciembre de 2004

Mito y realidad del superávit fiscal

La Argentina concluirá este año con un fuerte excedente en materia fiscal, casi el doble de lo pautado. De todas formas, ésa no es la noticia. La administración de Néstor Kirchner está logrando compatibilizar el fuerte nivel de ahorro con crecimiento a altas tasas, un escenario impensado hace poco tiempo por la supuesta función contractiva del superávit sobre la economía.

Más de un balance sobre la gestión presidencial se realizará este fin de año. Seguramente, los analistas evaluarán la performance oficial sobre temas como la seguridad, el desempleo, la pobreza, la calidad institucional y la reestructuración de la deuda en default, entre otros. En este caso, un mínimo análisis sobre una de las variables macroeconómicas más destacadas de 2004 puede (o no) desestimar ciertos preconceptos: que el superávit fiscal tiene una función contractiva sobre el nivel de actividad.

El gobierno de Néstor Kirchner terminará este año con un nivel de ahorro fiscal primario cercano a 19 mil millones de pesos, equivalente a 4,3% del PBI (trepa a 6,3% si se incluye el resultado de las provincias), cifra que prácticamente duplica la meta acordada con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, según el Presupuesto 2005, el superávit fiscal consolidado (Nación más provincias y municipios) llegará al 3,9% del PBI, una décima inferior al solicitado por el titular del FMI, Rodrigo de Rato. Este escenario se completa con las afirmaciones del ministro de Economía, Roberto Lavagna, acerca de la permanencia del superávit como pilar del crecimiento argentino.

Entonces, ¿cuál fue el resultado en términos de crecimiento? A días de finalizar el segundo año consecutivo con tasas de expansión superiores al 8% anual, la implicancia del superávit fiscal no parece haber sido negativa. Según pronostican algunos economistas, si el país logra repetir una tasa de crecimiento alta (ya calculan un piso de entre 5 y 6%) para el próximo año, se estaría llegando a los niveles precrisis. “El fuerte impulso que tuvo la actividad económica del país (este año) se originó tanto en factores internos como externos. La teoría económica nos sugiere que el superávit puede contribuir tanto positiva como negativamente al crecimiento, en tanto que el crecimiento sin duda contribuye a favor del superávit”, sostiene un informe del IERAL de la Fundación Mediterránea.

¿Por qué el superávit no fue contractivo? Según el IERAL, las razones radican en el uso que el Gobierno le dio a los fondos. El excedente de recursos se convirtió en la principal fuente de liquidez del sistema financiero. Así contribuyó a reducir las tasas pasivas (las que se pagan al depositante) y las activas (que se cobran por los préstamos) en términos reales, lo que incentivó el consumo. También sirvieron para comprar dólares a través del Banco Nación, ayudando al Banco Central (BCRA) a mantener el tipo de cambio favorable a los sectores transables de la economía. Además, fue posible bajar el riesgo financiero de la deuda emitida tras el default, lo que produjo un efecto riqueza. Las ganancias en acciones y títulos públicos han subido en forma significativa. Por último, el superávit se basó más en la carga fiscal sobre las empresas, que partían de una situación de fuerte excedente, y esto permitió que no se coartara ni la inversión ni el consumo.

Las dudas en torno a cómo afectaría la necesidad de absorber recursos de la economía para aplicarlas al pago de la deuda habían surgido luego de conocerse la baja tasa de crecimiento del PBI en los dos primeros trimestres de 2004. El aumento del superávit primario actuaba negativamente sobre el ingreso disponible, y por lo tanto, el gasto agregado. Sin embargo, la tendencia se modificó y, para sorpresa de los analistas, la actividad económica estaría muy cerca de repetir la performance del año pasado.

Entre los factores externos que ayudaron a alcanzar este superávit –vía aumento de la actividad-, según el mencionado informe, sobresalen: los socios comerciales de la Argentina -al haber crecido este año- aumentaron sus importaciones provenientes del país, el debilitamiento mundial del dólar y la caída de las tasas de interés de largo plazo en Estados Unidos (lo que hizo más atrayentes los mercados emergentes). Por el lado de los factores internos se destacan el aumento de la Inversión Bruta (35% en el año) y el consumo (9%). “El crecimiento conjunto de estos dos factores sumado a (en menor medida) las exportaciones se tradujo en un importante aumento en la recaudación impositiva que mejoró el resultado de las cuentas públicas”, señala el IERAL.

Detrás de toda buena noticia, se sabe, se esconde una pregunta urticante: ¿es sostenible –según su composición- este superávit? Quienes observan cierta precariedad en su conformación, alertan que el fuerte aumento de la presión tributaria sobre la rentabilidad empresaria menguará el incentivo a la inversión y a la capacidad de autofinanciarse. La solvencia fiscal, finalmente, se mantiene con los denominados gravámenes distorsivos (retenciones a las exportaciones y el impuesto al cheque), sumado a los ingresos producto de la inflación y el mayor nivel de actividad. Los dos primeros impuestos -que aportan el equivalente a 4% del PBI a la recaudación anual-, tienen pocas chances de ser eliminados (o bajados), teniendo en cuenta que Lavagna, en el Coloquio de IDEA, dejó en claro que ambas imposiciones (en especial las retenciones) son fundamentales para mantener el esquema fiscal.

La discusión sobre si afecta (negativamente) a la economía argentina el nivel de superávit fiscal es interminable. ¿El ahorro comprometido a futuro es compatible con los requerimientos de mayor gasto público que vendrán? Analistas de distintas corrientes ideológicas ven difícil no aumentar jubilaciones y salarios, menos bajo un escenario de crecimiento económico como se vaticina para el año próximo. Además, el superávit será complicado de mantener debido a que, tarde o temprano, el contexto internacional (caída del precio de commodities) jugará en contra. Tampoco queda claro si los fondos atesorados alcanzarán para encarar simultáneamente la aparente estrategia oficial de cancelar vencimientos con el FMI y los pagos que se deberán realizar producto del canje de deuda.

Sea como fuere, el año y medio de la administración K demostró que, al menos por ahora, ahorrar ingresos no necesariamente resiente la economía. La supervivencia y efecto de esta variable macro dependerá mucho más de su fuente de financiamiento (con tributos que la hagan sustentable en el largo plazo), que de una eventual bonanza producto de factores internacionales que, aunque se quieran, son imposibles de manejar. © www.economiaparatodos.com.ar



Leandro Gabin es periodista egresado de TEA y actualmente se encuentra cursando un Posgrado en Periodismo Económico en la Universidad de Buenos Aires.




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