Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

jueves 1 de junio de 2006

Naveguemos alrededor de Sicilia

La isla grande del sur de Italia no termina sus bondades en sus amplios entornos. Un día de navegación en su derredor nos lleva a descubrir secretos antiguos, a disfrutar del sol y a desafiar al viento.

Al sur de Italia, aquella porción del país que muchos italianos del Norte desconocen como propia, se abre entre las aguas azules del Mediterráneo un cúmulo de secretos insulares que rodean a Sicilia, la gran isla que remata el empeine de la bota italiana.


(Clickear en la imagen para agrandarla)

Un buen viento norte nos ayudaría a inflar nuestras velas y enfilarnos hacia el occidente. La primera isla que divisamos es Ustica. De apariencia inhóspita, se formó por la acumulación de lava basáltica y piedra toba. Los Borbones la poblaron a mediados del siglo XVIII, la fortificaron y concedieron a sus primeros pobladores franquicias amplias para que se quedaran allí como una avanzada de su imperio. Rodearon su contorno de torres de vigilancia. De la mano de aquellos subsidios, Ustica renació. Se plantaron bosques y cultivos y se perfiló hacia lo que es hoy: una receptora de turismo floreciente.

Hacia el sur, doblando el Cabo San Vito, encontramos las islas del Stagnone, entre Trapani y Lilibeo. Por empezar, Levanzo, la más chica de las Egades, calcárea y montañosa, demuestra su antigüedad a cada paso. Las primeras huellas del hombre en la Gruta de los Genoveses, aparecen con las pinturas y los dibujos prehistóricos en las paredes de la amplia caverna.

Marettimo, la última que yace en el mar, rocosa y árida, siempre fue como la Itaca de Ulises, una buena cuna de marineros. En las malas épocas, Marettimo era la tierra del último adiós, antes de emigrar a los Estados Unidos, donde, siempre unidos al mar, han progresado muchos italianos de este origen en California, donde encontraron un lugar para seguir ligados al océano.

El Stagnone sigue teniendo, protegida por la Isla Grande, la joya más extraordinaria: la isla de Mozia. Fue éste el lugar de parada de los fenicios aventureros, y ha mantenido, intactos, los muros, los edificios, el puerto y su cementerio.

En una regata bendecida por el viento norte doblaríamos hacia el sur, al medio del canal de Sicilia, y nos acercaríamos a Pantellería.

La isla fue siempre el puente entre la vecina Ifrigia –hoy de soberanía tunecina- y Sicilia. Un puente para todo intercambio cultural entre el mundo cristiano y el musulmán, un puente de correrías de piratas, conquistas, emigraciones en uno y otro sentido, de trabajadores en busca de fortuna.

Llana, rocosa y azotada por el viento, la antigua Cossira tiene un lago salado en el centro y sifones de azufre, además de aguas termales por todas partes. Sin embargo, a pesar de su aridez, la isla ha sido siempre motivo de lucha entre sarracenos y cristianos.

Nuestra navegación termina casi al borde del continente africano. Ese recorrido nos lleva más al sur todavía, cerca de Libia, y nos topa con Lampedusa. Un islote de pescadores, hoy escala obligada de los navegantes deportivos y turísticos.

El azul profundo del Mediterráneo divisa desde allí un horizonte no europeo. Es hora de regresar recolocando nuestras velas para que los vientos que no ayudaron a descubrir los secretos de los archipiélagos que rodean a Sicilia sean nuestros aliados ahora para regresar y poner proa, quizás, a la costa amalfitana, un próximo destino para estas líneas de recreo. © www.economiaparatodos.com.ar




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)