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lunes 21 de marzo de 2011

“NOSOTROS LOS DE ANTES YA NO SOMOS LOS MISMOS”*

Resulta paradójico como en la Argentina, quienes ayer eran aliados incondicionales se convierten en enemigos necesitados, del mismo modo como los buenos de ayer hoy son los malos, y el pueblo sigue esclavo.

 

Craso error. En tiempos donde lo furtivo y efímero son protagonistas, donde las lealtades yacen en subsuelos impenetrables, y la palabra se ha devaluado tanto como los principios, creer en pactos políticos capaces de permanecer inalterables es delirante. En este contexto deliró tanto la Presidente como el jeque sindical cuyos trabajadores embanderan la vía pública con carteles que rezan: “Gracias Moyano por tanta dignidad”.

En apenas 24 horas, sutilezas hubo en demasía pero ninguna de ellas fue capaz de prevenir los boomerang tan comunes en la política argentina. De víctimas a victimarios hay sólo un paso del mismo modo como los buenos de ayer se convierten hoy en los malos, y aquello que asoma como novedad no es sino reiteración del ahora disimulado “estilo K”.

Basta observar como hasta hace unos años el mentado multimedios causante de todos los males era el mejor aliado, o de qué manera el mismísimo Hugo Moyano sostenía los actos del matrimonio aportando sus camiones, agremiados y hasta posiblemente el leitmotiv para asistir: el chorizan y el tetra brick.

Recuérdese incluso que Barack Obama era rubio y de ojos celestes por ganarle a los republicanos aunque hoy sea deleznable por elegir a Dilma, en lugar de a Cristina.

Posiblemente, no sean los últimos quienes lleguen antes al frente, pero es factible que quienes estén en primera fila aplaudiendo vehemente a la Presidente, en breve sean los denostados por la jauría de un entorno que se olvidó hace 30 años de cambiar los calendarios.

Si bien las desconfianzas están a la orden del día, no es sano advertir que para gran parte de la ciudadanía este episodio del paro-no paro de Moyano se transforme en el tema del día. Las conveniencias nunca estuvieron ausentes desde hace ocho años cuando comenzara la gestión K, y el oportunismo dejó crecer la barbarie en el seno de un gremialismo que hasta ha enterrado miembros con un misterio inaudito, y de pronto se detiene en este imponderable que jaquea a los argentinos.

Y es, justamente en los imponderables donde quisiera detenerme. Hete ahí aquello que podría frenar el avance de Fernández de Kirchner en su afán de permanecer. Si hasta ahora, la capacidad de la oposición para limitar la hegemonía kirchnerista no ha dado muestras concretas de eficiencia, cabe esperar que el freno surja -ni más ni menos- que de la propia torpeza oficial, que encima fuera de las fronteras resalta más.

Imponderables como la valija de Antonini, la droga transportada por Southern Winds, los mails de Jaime, las coimas de Skanska o la cocaína que cargaban los hermanos Juliá hacia España, por poner apenas unos ejemplos. Todos con un protagonismo político oficialista, y con un comienzo de trama descubierto por el extranjero.

De algún modo, no debería ser tanto el temor a perder los medios nacionales si, en rigor de verdad, todo escándalo de magnitud se sabe gracias a voces externas a nuestras fronteras. ¿O de dónde sale el exhorto que jaquea al jefe de la CGT? ¿En esta geografía no se sabía a la perfección los “deslices” del camionero, el enriquecimiento inexplicable de su patrimonio y la extorsión permanente que utilizaba como método?

El tema, sin embargo -y aunque haya mediado alguna mano local – fue puesto en evidencia desde Suiza y tomado puertas adentro a modo de excusa para desguasar una convivencia similar a la experimentada entre Michael Douglas y Kathleen Turner en “The War of the Roses”, por no exagerar y hablar de alguna sinonimia con “the Roses war”…

El Estado argentino es sordo, ciego y mudo salvo cuando se trata de inmiscuirse en asuntos que no le competen en absoluto.

Lo cierto es que ya nada será lo que antes fue entre Cristina y el líder sindical, suponiendo que alguna vez haya habido algo más que un interés espurio, y una mutua utilización por espacios de poder ambicionados con idéntica venalidad. Ahora, al menos, la batalla electoral será más trasparente, y hasta el debate por las colectoras quedará como un tema demasiado antiguo quizás.

La amenaza latente del paro nacional será la espada de Damocles para un Ejecutivo débil que debe enfrentar comicios, y la causa judicial será el talón de Aquiles para el émulo de Herminio Iglesias en esta actualidad. Aunque no suene muy académico, podríamos decir que quedaron parejitos.

Finalmente, la teoría del complot se agitará de idéntica manera para unos y otros. Fue utilizada en un sinfín de cuestiones y con ella parece ponerse paños fríos pero, en esta ocasión, la fiebre todavía es alta, y los remedios… a los remedios les cabe otro análisis y otras causas.

De todos modos, la tesis de la conspiración resulta tranquilizadora en la medida en que explica todos los acontecimientos mediante la acción de fuerzas subterráneas. Pero esa designación de un “gran culpable”, como expone Pascal Bruckner, puede tomar dos direcciones: o constituye una suerte de renuncia (¿para qué luchar si alguien más poderoso está tramando algo contra nosotros?), o bien designa un enemigo al que hay que aniquilar para recuperar la armonía perdida. Ofrece, por último, el consuelo supremo: creerse suficientemente importantes como para que unos malvados pretendan destruirlos.

El peor complot en definitiva es la indiferencia: ¿cuántos sobrevivirían a la idea de que no suscitan en otros, ni suficiente adoración ni suficiente odio como para justificar la más mínima malevolencia? Seguramente ni Moyano ni Cristina estén en condiciones de asumirse en esa postura como tampoco están dispuestos a admitir que la sociedad sabe, a ciencia cierta, quién es el verdadero convidado de piedra en esta impiadosa e indefinida guerra.

*Verso de Pablo Neruda