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lunes 20 de agosto de 2007

Nuevas medidas: otra vez meten la mano en el bolsillo de la gente

El anuncio de restricción de importaciones realizado el viernes no sólo aleja a la Argentina todavía más del mercado internacional, sino que implica una fuerte restricción de la oferta de bienes, algo que en un contexto de fuertes presiones inflacionarias como el actual es una jugada peligrosísima.

Considerando la evolución de la inflación real, no la estimada por el INDEC, que llega al 20% anual. Teniendo en cuenta que el precio del combustible está a la mitad del que debería estar de acuerdo al valor del petróleo a nivel internacional y que el precio del gas habrá que multiplicarlo por tres para ponerlo en línea con el valor internacional. Que el superávit fiscal se está evaporando como consecuencia del acelerado aumento del gasto público. Que la ausencia de reglas de juego eficientes y estables impiden un sostenido proceso de inversiones. Y que gracias a la política energética actual, en poco tiempo más la Argentina se va a transformar en importadora neta de combustibles que habrá que pagar a precio internacional. Digo, teniendo en cuenta estos datos, no deja de llamar la atención la afirmación del presidente Néstor Kirchner, cuando el viernes pasado sostuvo que “ahora, a la salida del infierno, se puede pensar en un país a cinco o diez años”. La realidad es que se han acumulado tantas distorsiones de precios relativos y se ha destruido tanto la confianza en las instituciones, que más que estar cerca de la salida del infierno nos estamos dirigiendo de cabeza hacia él.

Por otro lado, ¿quién puede hoy en la Argentina pensar a cinco o diez años? Posiblemente, el oficialismo es el único que formula proyectos a mediano plazo, creyendo que va a tener el poder por ese tiempo. Sin embargo, ni siquiera ese pensamiento tiene que ver con la realidad, si consideramos la posibilidad de que en octubre tengamos una segunda vuelta. No lo sabemos, pero la evaluación de ese posible escenario es ya es un tema de todos los días.

De todas maneras, independientemente de quién gane las próximas elecciones presidenciales, las afirmaciones del presidente fueron formuladas cuando se anunciaron medidas para restringir las importaciones.

Es curioso: de la serie de argumentos que suelen tener en la parrilla los proteccionistas que procuran esquilmar al consumidor, en esta oportunidad uno de los esgrimidos consistió en decir que se pretende desalentar “las políticas desleales”. Digo que es curioso porque, hoy, la política macroeconómica utiliza esos “mecanismos desleales” que se denuncian. ¿O acaso el transporte no tiene un precio salvajemente subsidiado a través del valor del combustible? ¿O no tenemos salarios en dólares artificialmente bajos gracias a la política de tipo de cambio competitivo? En otras palabras, lo que quieren decirnos es que si lo hacen ellos está bien. En cambio, si lo hacen otros, está mal.

Una vez más, vemos cómo el Gobierno tiende a aislar a la Argentina del comercio internacional, viendo al mercado externo como un enemigo en vez de como una oportunidad para venderles a miles de millones de consumidores, creando nuevos puestos de trabajo y mejor remunerados.

De los anuncios proteccionistas realizados el viernes, hay otro párrafo que mueve a risa. Corresponde al ministro de Economía, Miguel Peirano, quien dijo que con estas medidas se pretende “estimular la recuperación del mercado interno”. ¿No era que la política heterodoxa del kirchnerismo había logrado el milagro de generar un crecimiento a tasas chinas? ¿Qué estímulo adicional hay que darle al mercado interno si, según el Gobierno, superamos los niveles de producción de los nefastos 90 y, además, el consumo ha crecido gracias a la actual política económica? ¿No dijo el propio presidente que hoy tenemos el nivel de inversiones más alto de los últimos diez años? Si todo está tan fantástico que no tenemos inflación, baja la pobreza, disminuye la desocupación y la gente está mejor que nunca, ¿qué estímulo adicional hay que brindarle a la economía? ¿Por qué administrar el comercio exterior si todo marcha fenomenal? ¿O será que ya no todo marcha tan bien como dice el Gobierno y las empresas empiezan a sentir los efectos de los aumentos de costos y la licuación del tipo de cambio real?

Justo en un momento de fuertes presiones inflacionarias, el Gobierno viene a reducir artificialmente la oferta. Con lo cual, la emisión del Banco Central va a terminar haciendo explotar los precios. Si es que ya no explotaron.

Es sistemático que se pretenda vender un perjuicio para el consumidor y el asalariado como una política pública en su beneficio. ¡Resulta que, ahora, reducir la oferta de bienes y servicios beneficia al consumidor! ¿En qué manual de introducción a la economía figurará semejante disparate conceptual?

La maniobra ha sido más que evidente. Primero, asistimos a una acción de prensa por la cual se denunció la existencia de juguetes chinos que tenían elementos tóxicos. Una vez que se lanzó esta campaña para predisponer mal a la gente contra las importaciones, a los pocos días se anunciaron medidas para frenar todo tipo de productos. Ya no sólo juguetes.

¿Cuál es el objetivo final de todo esto? ¿Tener más inversiones? En absoluto, lo que se busca es otorgarles a algunos sectores una renta mayor a la de mercado, lo que perjudica a los consumidores. Es de manual: reducir la oferta para que aumente el precio y los pocos que ofrecen esos productos suban los precios y se queden con la renta adicional. Se trata de una clara transferencia regresiva de los ingresos, a la que se pretende vender como defensa de la industria nacional y de los puestos de trabajo.

En primer lugar, no existe una industria nacional. Existe una industria y nada más. Personas de carne y hueso que trabajan en un sector y que buscan obtener ganancias con su negocio. Al mezclar la patria con los negocios se intenta estimular un falso nacionalismo para que la gente aplauda mientras les meten la mano en el bolsillo.

En segundo lugar, si yo puedo comprar zapatos, neumáticos o camisas más baratas, me queda más ingreso para destinarlo a comprar otros bienes, con lo cual mi ingreso aumenta y el gasto mayor que puedo realizar crea nuevos puestos de trabajo y más actividad. O puedo tener una mayor capacidad de ahorro y financiar más consumo o inversión, con lo cual vuelvo a crear más trabajo y mejor remunerado.

Es claro que la famosa “acumulación de matriz diversificada” no tiene nada de diversificada. Tiene mucho de acumulación y concentración de esa acumulación en unos pocos sectores que, vaya uno a saber por qué, el burócrata de turno declaró como ganadores del modelo en perjuicio de millones de asalariados.

En síntesis, lo que acaba de anunciar el Gobierno es lo siguiente: les ha dicho a los asalariados que no sólo les va a cobrar el impuesto inflacionario para tener el eufemismo del tipo de cambio competitivo y así beneficiar a los que sustituyen importaciones, sino que, además, ahora les va a meter de nuevo la mano en el bolsillo y les va a restringir la oferta para que aquellos tengan más renta. Y que cuando Hugo Moyano venga a exigir salarios más altos amenazando con sacar los camiones a la calle para armar lío o no sacarlos para evitar la distribución de mercaderías, entonces le van dar el aumento que quiere para calmar a las bases. Así, van a seguir acelerando la puja por la distribución del ingreso hasta que el conflicto social nos haga caer en la realidad de lo inviable de este modelo.

En conclusión, lo que acaba de anunciar el Gobierno es que ha decidido, tal vez por el deterioro del tipo de cambio real producto de la creciente inflación, tratar de apagar el incendio echándole más nafta al fuego, con lo cual se equivoca profundamente el presidente cuando dice que estamos saliendo del averno. Con la hoguera que está armando, cada vez nos alejamos más del cielo y nos acercamos rápidamente al infierno. © www.economiaparatodos.com.ar

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