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jueves 16 de abril de 2009

Palpitando los resultados electorales

Es bastante probable que, a pesar de todas las maniobras que viene perpetrando en los últimos meses, el Gobierno no obtenga más que una victoria ajustada en las elecciones de junio.

Considerando la cantidad de bancas que pondrá en juego el kirchernismo en los comicios legislativos del 28 de junio y aunque siga siendo la alternativa más votada, posiblemente coseche menos de lo que arriesga, de modo que sus mayorías parlamentarias estarán comprometidas, sin considerar que un buen número de legisladores podrían alejarse de los bloques del Frente para la Victoria al día siguiente de las elecciones, de acuerdo con la práctica tan perversa y reprochable pero lamentablemente habitual de “darse vuelta” después de haber sido elegidos por los votantes.

Más allá de unos votos más o menos, lo indudable es que el resultado de las próximas elecciones se encamina a dejar formalmente registrado que el kirchnerismo se encuentra en la fase declinante de su ciclo político, lo que no significa que esté en una situación terminal ni que la Señora deba pedir que pongan inmediatamente en marcha el helicóptero. La situación no parece estar en un punto de crisis política tan grave como para que el gobierno quede desestabilizado. Más aún, los voceros gubernamentales seguramente dirán que “hemos vuelto a ganar” (suponiendo que eso suceda) y desmerecerán el hecho de que, para obtener una victoria tan ajustada, hayan debido recurrir a métodos tan turbios.

Pero más allá de las explicaciones especiosas de los Aníbal Fernández o los Florencio Randazzo, lo que claramente va a quedar de manifiesto en las elecciones y no se podrá ocultar –como no se puede ocultar la inflación en las góndolas de los supermercados- es que el apoyo de la población al gobierno ha mermado y que, paralelamente, a diferencia de lo ocurrido en 2005 y 2007, han comenzado a perfilarse proyectos opositores con perspectivas de consolidarse con vistas a las elecciones presidenciales de 2011. El peronismo disidente encabezado por De Nárvaez-Solá en la Provincia de Buenos Aires, la presentación de Carlos Reutemann como opositor en Santa Fé y la proyección del macrismo al plano nacional en la Capital Federal constituyen las manifestaciones más visibles de ese fenómeno. Por el momento –y en esto influye el carácter legislativo de las elecciones de este año- se trata de corrientes que operan en forma independiente unas de otras porque las realidades políticas de cada distrito son peculiares y no hay necesidad ni motivo para elaborar estrategias comunes. En 2011, todas esas corrientes tenderán espontáneamente a confluir en alguna candidatura presidencial común (Reutemann se perfila como una “fija” para este proyecto) y eso abrirá la puerta para terminar de una vez por todas con el kirchnerismo.

Es importante y necesario que estas corrientes opositoras surjan y se perfilen como perspectivas de gobierno porque el principal activo político del kirchnerismo siempre ha sido que la alternativa a su presencia en el poder era el caos absoluto. El hecho de que aparezca quien pueda ponerse a la cabeza del país y reencauzar el rumbo político elimina ese factor. El problema es que, hasta ahora, tales opciones no habían aparecido y, por lo tanto, el kirchnerismo venía manteniendo cómodamente sus mayorías electorales.

El kirchnerismo nunca fue un movimiento político que suscitara grandes entusiasmos populares. Kirchner nunca fue un político querido, respetado o admirado por el pueblo (como, por ejemplo, Alfonsín). Pero, a pesar de eso, Kirchner ha dominado cómodamente el escenario político durante cinco años por la sencilla razón de que no había otro que pudiera hacerle sombra. La opción política real (no las opciones imaginarias, tengamos cuidadosamente esto en cuenta) en los últimos años ha sido “Kirchner o anarquía”. Eso es lo que explica los anteriores éxitos electorales del kirchnerismo. Y es significativo que, cuando empiezan a surgir y consolidarse proyectos alternativos, el gobierno se ve obligado a recurrir a cualquier método para no sufrir una derrota escandalosa que comprometería la posibilidad de completar su mandato.

Los resultados electorales son una “foto” de la realidad política en un momento dado. Es sensato conjeturar que la “foto” del 28 de junio mostrará un declive pero no aún un desbarrancamiento en la posición política del gobierno. Al mismo tiempo, exhibirá un crecimiento pero no aún una consolidación de los proyectos opositores. Pero la realidad política no es en rigor una “foto” sino una película. Por lo tanto, la lectura que corresponderá hacer será que el proceso tiende a ser declinante para el gobierno y de crecimiento para la oposición. La foto muestra la realidad en un momento dado pero no muestra la tendencia, como sí permite apreciarla una sucesión de fotos, que es el motivo por el cual el cuadro de situación suele ser “monitoreado” por medio de encuestas, es decir, por “fotos” tomadas en forma sucesiva.

Pero la noticia del 28 de junio por la noche –acá damos la primicia exclusiva- es que se habrá acabado, por decisión formal del pueblo, el ciclo de la hegemonía indisputada del kirchnerismo. Como el actual gobierno no sabe convivir sino que únicamente conoce el lenguaje de la confrontación, todo el período político 2009/2011 será muy tenso y probablemente plagado de agresiones verbales constantes de parte del gobierno hacia los referentes opositores. La situación del país y el nivel de vida de la población, mientras tanto, se seguirán deteriorando. Y al mismo tiempo, habrá que hacer un seguimiento acerca de si se consolidan las propuestas opositoras y cuáles son los contenidos que perfilan, como para ir palpitando si la próxima etapa política representará una rectificación del rumbo por el que el gobierno ha conducido el país durante los últimos años. © www.economiaparatodos.com.ar

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