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jueves 25 de mayo de 2006

Perros ricos

El corazón ideológico del socialismo no pretende generar riqueza para combatir la pobreza sino robársela a aquellos que la tienen para que se conviertan, también, en pobres.

Si bien Raúl Castells se ha convertido más en un ícono de marketing que en un predicador de ideas y la sociedad le ha dado sistemáticamente la espalda a sus acciones y posturas, vale la pena reflexionar sobre una muy interesante frase que sirve de emblema a su promocionado kiosco de comidas gratis en Puerto Madero. Allí, el precursor del piqueterismo organizado ha escrito en la marquesina del local: “Luchamos por un país en donde los perros de los ricos dejen de estar mejor alimentados que los hijos de los pobres”.

La frase es un hallazgo porque resume como nada la idea –si es que así puede llamársele a un conjunto de cabronadas- que implica el socialismo. Según Castells, la lucha en la que se halla empecinado no tiene por objetivo hacer que los hijos de los pobres mejoren su nivel de vida (o, dicho en palabras que interpretan su cartel, “que estén mejor alimentados”). Su meta es lograr que “los perros de los ricos dejen de estar mejor alimentados”. Es el exacto reflejo de una ideología de envidia y rencor que incrusta en el cerebro de las personas la idea de que lo que a ellos les falta lo tienen otros. Y que lo tienen otros precisamente porque se lo esquilmaron a ellos. Éste es el corazón ideológico del socialismo.

Con todo lo odioso que resulta comparar a los chicos con los perros, la frase de Castells deja en claro que el socialismo no es un mecanismo para llevar riqueza a los que no la tienen sino para robársela a quienes la alcanzaron. Castells no dice luchar para “alimentar mejor” a los chicos, sino para “desalimentar” a los perros. No quiere que haya riqueza para todos, sino que ni siquiera exista para los perros.

Se trata de un compendio de horrores que propenden a la resta y no a la suma; tiende a sacar la riqueza generada por una porción de la sociedad, para, supuestamente, repartirla entre los que no la generaron en proporción suficiente a su pretensión. Pero la suma de injusticias que semejante planteo de por sí supone no constituye la peor parte de este contrasentido histórico cuya pretendida imposición a la humanidad le ha costado al mundo la mayor cantidad de vidas humanas que recuerde la historia moderna.

Los jerarcas que se encaraman en el poder a fuerza de envenenar el pensamiento de la gente tienen reservado para ellos el corolario que merecen los idiotas útiles: no habrá ningún reparto. La diferencia entre lo que le saquen a los “perros de los ricos” (en el idioma marketinero de Castells) y lo que hoy comen “los hijos de los pobres” se la quedarán ellos.

Ellos serán los nuevos integrantes de una casta privilegiada con acceso a todo: lujos, viajes, vestimenta, autos, tarjetas doradas de crédito (recordemos las compras de la zarina de la URSS, Raisa Gorvachov, hechas en Londres con su American Express Gold).

Probablemente, el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados no se percató de la innumerable cantidad de inferencias que pueden deducirse a partir de lo que él debe creer es una ingeniosa frase de insidia. Ha sido para él un acto fallido, una involuntaria manera de blanquear qué es lo que realmente pretende y lo que sinceramente busca.

Los hijos de los pobres, como a todos los socialistas, le importan un bledo. Pelean por quitarle lo que producen a los que producen… para quedárselo ellos. Si alguien llegó a “estar mejor alimentado” hay que ir a robarlo. Su lucha no pretende llevar a un lugar digno a los que hoy no están bien alimentados. Su objetivo es bajar a la pobreza a los que lograron salir de ella, y convertirse en ricos ellos mismos, con el esfuerzo de acumulación ajeno.

Los secretos vericuetos del cerebro humano han jugado a favor de esta manga de ladrones. Su prédica de odio, de convencer a medio mundo de que la culpa de sus desgracias la tiene el otro medio mundo, les ha permitido sentar bases en donde, de otro modo, le correspondería el trato de los delincuentes. Lamentablemente, la histórica tendencia humana a ver la paja en ojo ajeno, pero no la viga en el propio, ha colaborado para que el discurso socialista haya prendido en la creencia de que es una especie de redentor de injusticias. ¡Qué lo digan los millones de racionados de la ex Unión Soviética! ¿Qué pasó allí después de que los salvadores de los pobres les sacaron el sobrealimento a “los perros de los ricos”? ¿Adónde fue a parar esa diferencia? ¿A los bolsillos de las pobres babushkas que siguieron mendigando un plato de comida en las calles de Moscú o a las arcas de los Lenin, los Stalin, los Krushev, los Breaznev? O en el omnipresente paraíso comunista del Caribe: ¿adónde fue la riqueza mal habida de los seguidores de Batista? ¿A los inocentes creyentes de la locura de Castro? ¿O a los bolsillos personales del más antiguo dictador del mundo, lo que lo ha convertido en la quinta fortuna personal entre los jefes de Estado?

Es una picardía que aquellos sentimientos humanos que nos inhiben de reconocer nuestros propios errores y limitaciones haya hecho que le prestemos atención a lo que no es más que una inmensa maquinaria de mentira que se deja ver tal como es cuando, envalentonada por creer que encontró otro simpático eslogan de adoctrinamiento, echa al aire frases que la dejan al desnudo… tal como en realidad es. © www.economiaparatodos.com.ar




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