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jueves 30 de noviembre de 2006

Piqueteros versión africana

El dictador Robert Mugabe enfrenta las huelgas y protestas en Zimbabwe no sólo con efectivos policiales sino con un ejército de fuerzas de choque que apoyan su violenta gestión.

El gran amigo del ilustre bolivariano don Hugo Chávez en el África negra es, como no podía ser de otra manera, Robert Mugabe, el longevo y corrupto dictador de Zimbabwe, que la gobierna desde hace 26 ininterrumpidos años, intentando así superar el récord mundial de supervivencia abulonado a un sillón presidencial que hoy detenta Fidel Castro, por cierto.

Mugabe acaba de demostrar, una vez más, que no anda con demasiadas vueltas y que sabe “manejar” sus cosas –a su manera, claro está– con alguna “eficiencia”.

Eso sí, nada de esas veleidades de los demócratas, como los derechos humanos, las libertades civiles y políticas y –mucho menos aun– los derechos laborales.

El Congreso de Sindicatos de Zimbabwe (algo así como la CGT local en la que no aparecen los Moyano, que están por todas partes) había organizado una huelga general en todo el país, con manifestaciones de protesta por la situación económica y social, que debía tener lugar en todas las grandes ciudades, simultáneamente. Todo se organizó muy minuciosamente, pero sin secretos. De allí que Mugabe estaba absolutamente al tanto de lo que se tramaba. Y salió al encuentro de los sindicalistas y trabajadores, con palos, como le gusta a él. Esto es, con la policía y con sus “piqueteros” actuando en conjunto y del mismo modo: salvaje y violentamente, sembrando el pánico físico.

Los principales líderes sindicales fueron arrestados por la policía cuando salían de la central obrera en Harare. Luego de propinarles una dura golpiza (el “lenguaje” que Mugabe prefiere hablar, el de la brutalidad), los llevaron en camiones hacia distintas cárceles.

La policía cerró todos los accesos a la ciudad y disolvió del mismo modo todas las concentraciones de posibles manifestantes; nuevamente, a palos.

Para hacer las cosas más difíciles todavía, un decreto declaró a la huelga y a las manifestaciones planeadas como “ilegales”, razón por la cual cualquiera que participara en ellas podía ser despedido “con justa causa”, lo que atemorizó a muchos en un país en el que hoy es casi imposible conseguir un trabajo decente.

Unos 180 dirigentes sindicales de todas las actividades fueron arrestados en 34 diferentes ciudades, todo a lo largo y ancho de Zimbabwe, y dieron con sus huesos en la cárcel; lo que en este país africano suele ser aún más inolvidable que en otras partes del mundo.

Con este tipo de duro mecanismo, es comprensible que en Zimbabwe no haya habido protestas sindicales desde junio de 2003. Tampoco manifestaciones políticas, pese a que el líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, viene amenazando desde hace rato con organizarlas.

Ocurre que la gente tiene miedo. Como en otras latitudes. Y entonces no sale a la calle, por temor a las consecuencias de todo orden. Pese a que la inflación es del 1.000% anua, a que cuatro de cada cinco trabajadores en Zimbabwe están desocupados y a que el flagelo del SIDA crece exponencialmente.

El miedo es así, paralizante. Cada vez más. Y genera una suerte de terrible acostumbramiento, del que se aprovechan los dictadores para perdurar en sus puestos. Sucede en todas partes, de muchas maneras, con idéntico resultado. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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