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jueves 27 de abril de 2006

¿Plan ganadero?

El marco discriminatorio que enfrenta la ganadería argentina provocará, en el mediano plazo, que aumenten los quebrantos entre los productores nacionales.

Marco general

El virtual “Plan Ganadero” vigente en nuestra república es el que asigna a la producción pecuaria la función de proveedor de carne barata para los sectores que son, básicamente, el sustento político del actual régimen agricida.

El crecimiento del porcentaje de pobres (que ascendía al 16% en 1983 y hoy ronda el 40%) e indigentes es generado por los actuales políticos porque es la base en que se apoyan.

La actual situación cambiaria reproduce los daños que ocasionó la convertibilidad, con la expulsión de 120.000 productores, el endeudamiento, la descapitalización y la quiebra de muchos productores grandes, medianos y pequeños.

Algunos de los endeudados que no habían llegado todavía a cesación de pagos fueron salvados por el estallido de la convertibilidad y el mantenimiento del 1 a 1. Sin embargo, al reproducirse ahora las condiciones que ocasionaron el quebranto, se avecina una nueva oleada de quiebras en el sector.

Ello, en un marco claramente discriminatorio –con la cuádruple imposición al capital campo; retenciones ilegales, arbitrarias y confiscatorias; acusaciones de evasión probadamente falsas; un crecimiento de la presión fiscal al sector ($ 9.179 millones en 2002; $ 13.243 millones en 2003; $ 15.049 millones en 2004) e impuestos distorsivos– al que se agregan:
a) precios máximos concertados por una asociación ilícita cartelizada e instigada por el gobierno que viola la ley de Defensa de la Competencia,
b) un aumento de los costos internos del 18% anual (tarifas, sueldos, insumos, entre otros).

¿Buenas noticias?

La única luz que se ve es una muy mala noticia para el gobierno. La aparición de: a) focos de aftosa generalizados en Brasil, el principal exportador de carne vacuna del mundo; y b) la generalización de la pandemia de gripe aviar por el mundo, encuentran a la ganadería argentina sin esas plagas y sin la de la B.S.E. y en condiciones de suplir a los mercados demandantes de proteína.

Pero, paradójicamente, estas señales y estas noticias que, en un marco normal deberían inducir a una suba de precios y a mejorar la producción, son negativas para nuestro gobierno: producirían un aumento en la demanda de carne argentina. ¡Horror! Habrá que aplicar retenciones (sic), controles de precios (sic) e inspecciones para evitar que se capitalice el sufrido sector productor, hoy relegado a los peores campos del país por la agriculturización, pero que aún así sigue aumentando la producción de carne agregada y ya estaba aumentando significativamente el peso promedio de las reses antes de que los tecnócratas distorsionaran el mercado desconociendo las inversiones de feed-lots, las preferencias del consumo, el aumento de la cría por destetes precoces hoy inviables, por sólo nombrar algunas cuestiones.

A todos estos argumentos y otros acertados y válidos emitidos por productores, analistas, economistas y damnificados por la norma distorsiva y contraproducente de los 300 kg, debemos agregar que por decreto voluntarista no es posible aumentar el peso de los terneros sin disminuir la receptividad del campo, por lo que la única forma de que funcione el engendro sería disminuyendo otras categorías (vacas C.U.T., vaquillonas, etcétera) para hacer lugar a la recría principalmente de los destetes precoces. El error de la gente dañina que ideó esta resolución es pensar en cabezas por hectárea cuando desde hace décadas la forma correcta es pensar en kilos de carne por hectárea por año. Si duplicamos el peso de las cabezas, baja a la mitad la cantidad de ellas.

Condenados a la mediocridad

Como resultado de las medidas que hemos reseñado, estamos condenados a la mediocridad, con un Instituto de Promoción de la Carne con fines incompatibles con la política vigente ya que resulta evidente que toda noticia favorable al aumento de la demanda de algún producto de consumo es “dañino” en la óptica de la buena gente que todavía “maneja” el país.

La “primavera” engañosa y efímera, el oxígeno que trajo la derogación de la convertibilidad (que duró un par de años durante los cuales las fábricas de herramientas agrícolas tomaban gente, no daban abasto y se repuso maquinaria obsoleta) llegó a su fin.

El hecho de que el consumo de carne por habitante por año haya subido de 61 kg. a 69 kg. nos está indicando una recuperación de la capacidad adquisitiva de los sectores más relegados y la incorporación a la masa de trabajadores (formales e informales) de un importante contingente. Esto, que es bueno, y correctamente interpretado debería ser encuadrado en un marco de apoyo al aumento de la producción (con claras señales de aliento en los precios para aumentar el stock congelado de hacienda sin disminuir las hectáreas destinadas a agricultura, que apunta a los 100 millones de toneladas anuales) es para nuestro gobierno una mala noticia.

Cleptocracia agricida

El proceso que estamos describiendo basado en la evidencia empírica que fluye de los datos de la realidad que hemos ido sucintamente enumerando nos indica el destino crítico al que necesariamente se llegará de continuarse en este camino.

El descalabro y la explosión que producirá este desmanejo en el mediano plazo es predecible. Y lo estamos prediciendo. Cuando las principales variables (presión fiscal, valor bruto de producción, márgenes brutos de explotación, precios máximos virtuales) se crucen ingresaremos en una zona de quebrantos que necesariamente se producirá, siguiendo el patrón de crisis argentinas cada 6 años. Mientras el régimen cleptocrático redistributivo y agricida siga operando, el colapso preanunciado será inevitable. © www.economiaparatodos.com.ar



Eduardo Helguera es productor agropecuario.




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