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martes 29 de marzo de 2005

Política económica: sus contradicciones

El corazón del modelo productivo actual es la sustitución de importaciones. Pero las presiones inflacionarias y por aumentos salariales están comenzando a producir tensiones que difícilmente podrán resolverse bajo este esquema económico. Más tarde o más temprano, las variables tenderán a sincerarse.

Mientras el Gobierno pretende frenar la inflación dejando que los piqueteros boicoteen a determinadas empresas, es decir, combatir la inflación utilizando palos y capuchas (toda una innovación en materia de política económica), a lo que estamos asistiendo es al comienzo de un proceso en el cual empiezan a quedar en evidencia las profundas contradicciones del modelo económico.

La primera contradicción del Gobierno consiste en intentar un crecimiento económico a partir del mercado interno. Si hay algo que es sumamente claro dentro de la política económica es que la sustitución de importaciones es el corazón del “modelo productivo”. ¿Qué mecanismo utiliza el Gobierno para sustituir importaciones? La existencia de un salario en dólares que sea lo suficientemente bajo como para que la gente no pueda comprar productos importados. Dicho más directamente, este modelo económico cierra sólo con salarios paupérrimos en dólares. Por lo tanto, la primera contradicción del Gobierno es vender su modelo económico como un modelo que apunta a defender a los más pobres, cuando en la realidad el modelo sólo puede funcionar manteniendo salarios bajísimos. Para que quede más claro: si el tipo de cambio sigue manteniéndose en los 3 pesos por dólar y el salario nominal en pesos continúa subiendo por medio de decretos, el salario en dólares terminará aumentando y, por lo tanto, se le arruina la estrategia de sustitución de importaciones porque la gente, al tener un salario en dólares más alto, podrá comprar productos importados. Por lo tanto, el Gobierno no puede aumentar mucho los salarios sin arruinar su esquema. Salvo que al mismo tiempo que suba los salarios incremente el tipo de cambio nominal, lo cual no es nada fácil en una Argentina hipersensible a las devaluaciones.

La segunda contradicción del Gobierno pasa por el crecimiento de largo plazo. Si el modelo es de sustitución de importaciones y para ello se necesita un salario muy bajo, la pregunta es: ¿quién va a invertir en un país para abastecer a un mercado interno con muy bajo poder de compra y, encima, con el 50% de la población bajo la línea de pobreza? ¿Dónde está la masa crítica de demanda interna que sea lo suficientemente atractiva como para atraer inversiones? ¿Invertir para venderle a quién si la gente tiene que ganar monedas de acuerdo al modelo del Gobierno?

Si a esta falta de mercado interno lo suficientemente atractivo como para invertir, se le agrega el discurso histérico y las amenazas de las fuerzas de choque, imaginar una Argentina atrayendo inversiones es casi un ejercicio de ciencia ficción. Por lo tanto, la reactivación de los dos últimos años es de muy bajo vuelo y sostenida, en gran medida, por el precio de las commodities.

La tercera contradicción del Gobierno tiene que ver con la inflación y el control de cambios. El Gobierno insiste con mantener la obligación de los exportadores de vender sus divisas. Esto significa que el mercado de cambios termina ofrecido con tendencia bajista. Para que el dólar no baje y se mantenga el modelo de sustitución de importaciones, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) tiene que emitir moneda para sostener el tipo de cambio nominal. Parte de esa emisión termina derramándose en el mercado y genera presiones inflacionarias. Los resultados no son otros que una caída del salario real y el deterioro del tipo de cambio real. Ahora bien, si el Gobierno aumenta el salario nominal, vuelve al mismo problema de neutralizar la sustitución de importaciones. Por el contrario, si ante la creciente inflación no aumenta los salarios, el mercado interno se le achica por caída de los ingresos reales y se le frena la reactivación. Es decir, si aumenta los salarios nominales tiene problemas y si no los aumenta también los tiene.

La contradicción más evidente es pretender tener un tipo de cambio nominalmente alto, con el BCRA emitiendo para sostenerlo alto, sin tener inflación y sin caída de los ingresos reales. Eso no existe en ninguna parte del mundo.

Pero la mayor contradicción de todas tiene que ver con el progresismo que vende el Gobierno. Según ellos, luchan para sacar a la gente de la pobreza. Sin embargo, en los hechos, lo que han puesto en práctica es una fenomenal redistribución regresiva de los ingresos. Lo que han hecho es generarle rentas extraordinarias a los que sustituyen importaciones. Esas rentas extraordinarias se transfieren desde los sectores de menores ingresos que se ven limitados en su libertad de elegir dada la restricción en la oferta que surge de la sustitución de importaciones.

Este Gobierno está generando una fuerte concentración del ingreso en unos pocos sectores beneficiados por la devaluación. En vez de crear las condiciones institucionales necesarias para que se produzca una avalancha de inversiones que permita primero bajar la tasa de desocupación y luego aumentar en forma genuina los ingresos reales, lo que hace el Gobierno es transferir ingresos de los sectores de menor ingreso hacia unos pocos sectores productivos (por llamarlos de alguna manera), los que lejos están de invertir esa ganancias extraordinarias, porque ellos también saben que no vale la pena invertir en la Argentina por dos razones: a) bajo estas condiciones el mercado interno no da para ampliar la capacidad productiva y b) no hace falta invertir para ser eficiente porque la competencia está limitada por el Gobierno.

No es este un modelo de crecimiento de largo plazo basado en inversiones, más trabajo y mejores salarios reales. Es un modelo de crecimiento basado en la redistribución regresiva del ingreso y en Santa Soja.

El día que Santa Soja deje de ser Santa, el Gobierno tendrá que enfrentar una gran lucha por el ingreso, con los sindicatos presionando por más salarios (si es que ya no empezaron a presionar), las empresas perdiendo rentabilidad y el BCRA generando inflación para sostener el tipo de cambio. La ensalada económica que está armando el Gobierno lo conduce, inevitablemente, a una nueva crisis de precios relativos. Cuándo se va a producir esa crisis no lo sé, de lo que sí estoy seguro es de que el lío que está armando no le va a resultar gratuito. © www.economiaparatodos.com.ar




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