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lunes 3 de octubre de 2005

Por qué no hay derrame

La razón por la cual los ingresos de la población bajan en vez de subir -como supuestamente iban a hacerlo gracias al modelo productivo inaugurado en enero de 2002- es que, justamente, para sostener alto el tipo de cambio este modelo exige una creciente transferencia de ingresos de los sectores más pobres a unos pocos ganadores a través del impuesto inflacionario.

La mayoría de las familias no tiene acceso al crédito para comprar una vivienda. La fenomenal caída del salario real luego de la devaluación hizo que, hoy en día, muy pocas familias puedan calificar para tener un crédito. Como la gente no puede acceder a créditos para comprar una propiedad, aumentó la demanda de alquileres frente a una oferta que no creció al mismo ritmo. El resultado es que, encima, la gente tiene que pagar alquileres crecientes. Antes, la gente hacía la cuenta y prefería pagar un crédito hipotecario y comprar en vez de pagar un alquiler. Por eso, con anterioridad a la devaluación, el stock de créditos hipotecarios sumaba unos 15.000 millones de dólares. Hoy, ese mismo stock no llega a los 3.000 millones de dólares.

Además del problema de la vivienda, la gente tiene que lidiar con una canasta familiar cuyo precio crece permanentemente por la inflación que está generando el Banco Central. Y estos aumentos de precios se producen a pesar de los “acuerdos” de precios que impulsa el Gobierno para disimular una inflación que nada tiene que ver con el índice de precios al consumidor que mensualmente informa el INDEC.

A pesar de los grandes esfuerzos que hacen los medios adictos al Gobierno para mostrar indicadores económicos como si estuviésemos viviendo una prosperidad propia de Luxemburgo, la realidad es que el famoso derrame a los sectores más pobres de la sociedad sigue sin aparecer.

¿Por qué causa los ingresos de la población bajan en vez de subir como supuestamente iban a subir gracias al modelo productivo inaugurado en enero de 2002?

En el corto plazo los ingresos de la población no suben, ni van a subir, salvo por los aumentos de salarios decretados por el Gobierno, por la sencilla razón de que este modelo exige de una creciente transferencia de ingresos de los sectores más pobres a unos pocos ganadores. Esa transferencia se da, básicamente, vía el impuesto inflacionario para sostener alto el tipo de cambio que beneficia a unos pocos.

El supuesto de los devaluadores era que al generarse una renta extraordinaria vía un tipo de cambio alto, los que sustituyen importaciones iban a reinvertir sus utilidades y así se crearían más puestos de trabajo y parte de esas utilidades serían compartidas, de modo de aumentar “caritativamente” los sueldos. La realidad es que esos sectores beneficiados por el modelo productivo no sólo se apropian de la renta que les transfiere el Gobierno y no reinvierten, sino que, además, se están haciendo la América vendiendo productos de baja calidad a precios más altos que en competencia. Saben que esta estructura de precios relativos es transitoria e insostenible en el tiempo y, por lo tanto, aprovechan la situación acumulando rentas para cuando se acabe la actual ficción. Por otro lado, ¿para qué invertir si no tengo a nadie a mi lado compitiendo? Es maravilloso volver a las épocas de los mercados cautivos en que el consumidor no tenía opciones y el vendedor se limitaba a tomar pedidos sin necesidad de tener que vender.

Pero, en materia de ingresos, el escenario más complicado se presenta hacia el futuro. Y la razón es muy simple: si la capacidad de producción instalada –es decir, el stock de capital disponible para producir- llega a un tope del cual no se mueve por inseguridad en las reglas de juego -porque el modelo incentiva la no inversión y porque nadie cree que esta ficción cambiaria vaya a durar para siempre- y queda estable, digamos a un nivel de 100 unidades, eso implica que, en poco tiempo más, sólo habrá 100 unidades producidas para distribuir en la economía y no más por falta de inversiones. Si lo que genera anualmente la economía siempre es lo mismo porque nadie invierte, quiere decir que la mejora de un sector para apropiarse de una mayor porción de las 100 unidades producidas solo será viable perjudicando a otro sector. Es obvio que si hoy no hay derrame, en el futuro tampoco podrá haberlo porque no habrá qué derramar dado que las 100 unidades producidas anualmente serán constantes. No habrá una unidad adicional producida que se derrame porque la capacidad de producción no permitirá producir esa unidad adicional sin inversiones.

Ahora bien, dado que en este contexto de política económica la producción tenderá a estancarse en las 100 unidades anuales y, además, esas 100 unidades anuales tendrán un precio cada vez mayor por el impuesto inflacionario necesario para sostener el tipo de cambio actual, es obvio que la lucha por la distribución del ingreso será feroz, lo que marcará el fin de este modelo económico. Es más que evidente que si la riqueza disponible siempre es de 100 unidades, un sector de la sociedad no podrá mejorar su ingreso si no es a costa de otro sector de la sociedad.

Uno podría suponer que, frente a las 100 unidades constantes de bienes disponibles, que es lo máximo que permite producir un modelo sin inversiones, un sector puede estar dispuesto a resignar una parte de su ingreso para favorecer a otro y el conflicto por la distribución del ingreso finamente no se producirá. El problema es que el flujo del impuesto inflacionario que hay que succionarle a la población para sostener esta artificial estructura de precios relativos obliga a una permanente redistribución del ingreso para compensar la pérdida del poder adquisitivo de la gente. Es más, suponiendo que la tasa del impuesto inflacionario quede estabilizada en el 10% anual como lo es actualmente, ese 10% anual de inflación implicará una caída del 10% anual del salario real. Como por falta de inversiones la oferta de bienes disponibles no aumentará, alguien tendrá que hacerse cargo de ese impuesto inflacionario. En definitiva, el problema es que el velo monetario no le permite ver al Gobierno que el problema real es la falta de un constante aumento en la oferta de bienes y servicios en la economía por la carencia de condiciones para que se produzcan inversiones.

Si el Gobierno no cambia de rumbo económico, lo que uno puede prever es una secuencia de este tipo: crecientes presiones sindicales por aumentos de salarios por decreto, mayores controles de precios para las empresas, tendencia a la parálisis de la economía y fin del modelo productivo por caída en la popularidad del Gobierno.

Lo único de lo que puede estar seguro el Gobierno es que, con este modelo económico, el único derrame que vendrá será el de otra crisis económica y social. © www.economiaparatodos.com.ar




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