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domingo 7 de agosto de 2016

Progresividad impositiva es igual a más pobreza

Progresividad impositiva es igual a más pobreza

El impuesto a las ganancias ahuyenta la inversión y desestimula la capacidad de innovación de la gente

Aparentemente, en los próximos días algunos miembros del gobierno se reunirían para darle forma a una serie de medidas económicas aisladas entre las cuales se incluiría una suerte de reforma tributaria. En rigor veremos si es una reforma tributaria o solo parches a una política impositiva que asfixia al contribuyente, expulsa a muchos trabajadores del mercado formal, incrementa la economía en negro y ahuyenta la inversión.

Es común escuchar a políticos y periodistas hablar de la necesidad de tener un sistema tributario progresivo, es decir que el que más gana más paga. El impuesto a las ganancias tiene esa característica. De acuerdo a las escalas, si una persona gana un 10% más puede tener que pagar un 18% más de impuestos. Esto lo ven como algo justo y bueno para la economía reflejando el profundo grado de ignorancia que los domina a la dirigencia política y como, con su discurso y sus medidas, contribuyen a aumentar la pobreza.

El impuesto a las ganancias ahuyenta la inversión y desestimula la capacidad de innovación de la gente. Esto es lo que no ven los que creen que poniendo un impuesto a las ganancias fuertemente progresivos se logra eliminar la pobreza. Y lo creen porque desconocen el ABC de la economía.

¿Cómo funciona la inversión? ¿Cómo se logran nuevos puestos de trabajo mejor remunerados? ¿Cómo se baja la pobreza? Para responder a estos interrogantes hay que partir de la base que las necesidades son ilimitadas y los recursos son escasos.

Uno de los puntos centrales para entender el proceso económico es la teoría del valor. Luego de muchos debates, dos economistas, Carl Menger y Böhm-Bawerk dieron en el clavo. El valor es subjetivo, no todas las personas valoran las cosas de la misma manera, y la gente le otorga valor a las cosas dependiendo de cada persona y las circunstancias. Una persona que está en una ciudad con abundante agua potable no pagaría una fortuna por un vaso de agua. Esa misma persona, en el medio del desierto sí pagaría una fortuna por un vaso de agua.

El problema es que las personas van cambiando la valoración de los bienes a medida que van satisfaciendo sus necesidades. Ahora bien, como las necesidades van cambiando porque la gente va valorando de diferente manera los bienes, la función empresarial es descubrir qué necesidades de los consumidores no están siendo satisfechas. Aquél empresario que descubre primero un nicho de mercado donde hay una necesidad insatisfecha obtiene rentas extraordinarias, entendiendo por rentas extraordinarias tasas de rentabilidad que superan el promedio de la economía. Una vez que el resto de los capitalistas ven que un empresario está obteniendo tasas de rentabilidad superiores a las del promedio de la economía porque es el único oferente, entonces otros empresarios invierten y entran a competir con el empresario innovador que llegó primero.

Al invertirse para obtener esa mayor tasa de rentabilidad crece la demanda de trabajo, la oferta del bien en particular y la tasa de rentabilidad tiende a bajar como consecuencia de la mayor oferta hasta alcanzar el promedio de rentabilidad del resto de los sectores. Esta situación se da continuamente en el mercado y va cambiando todo el tiempo de acuerdo a las valoraciones de las personas. Por ejemplo, el dueño de la pizzería que fue el primero en tener la idea, e implementarla, de hacer delivery, obtuvo una renta extraordinaria porque vendió más pizzas que sus competidores en el barrio. Luego otros lo copiaron, aumentó la oferta y desapareció la renta extraordinaria, pero ahora hay más puestos de trabajo porque hubo más inversiones, es decir, hay más pizzerías. La economía creció porque hubo alguien, un empresario innovador, que invirtió para obtener más rentabilidad y otros lo siguieron.

Pero ojo que el cambio es continuo. Tomemos el caso del entretenimiento. Primero fueron los teatros. Luego vino el cine. Las grandes salas de cine fueron reemplazadas por salas más pequeñas mientras recibían la competencia de los videos clubs de barrio. A los videos club de barrio los desplazaron las grandes cadenas como Blockbuster. A Blockbuster le compitió la televisión por cable y a la televisión por cable le compite Netflix. En cada paso hubo gente que arriesgó su capital para obtener rentas extraordinarias buscando una necesidad insatisfecha de acuerdo a la teoría del valor enunciada anteriormente.

Si el estado, en nombre de un sistema tributario progresista, le va a quitar la rentabilidad extraordinaria al que más gana, desaparecen los estímulos para que la gente despliegue su capacidad de innovación y se hagan inversiones en búsqueda de necesidades insatisfechas. ¿Para qué invertir arriesgando mi capital y trabajo si el estado, en nombre de la solidaridad, se va a quedar con la renta extraordinaria? ¿Para qué hacer el delevery de pizzas o crear un Netflix argentino si luego viene el estado y se queda con todo mi esfuerzo?

Es esa mentalidad retrógrada de ver a las utilidades extraordinarias como si el empresario innovador fuera un ser perverso al que hay que castigar con más impuestos la que genera pobreza. Lejos de ser progresista es una mirada contraria a los intereses de los que viven de un salario.

¿Qué señales hemos recibido en los últimos días? No invierta en una pizzería creando más puestos de trabajo porque el estado se queda con todo. Mejor sea corrupto, póngase un pañuelo blanco en la cabeza, grite que defiende los derechos humanos, busque el apoyo de algunos legisladores resentidos y si el juez lo llama a declarar declárese en rebeldía. Si Ud. es ladrón no pasa nada. Si Ud. es un empresario innovador que da trabajo merece ser esquilmado por el estado con impuestos progresivos, según reza el credo progresista que viene desparramando pobreza por donde pasa en el mundo.