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martes 3 de mayo de 2016

Qué deberian hacer para salir del atolladero

Qué deberian hacer para salir del atolladero

No hacen falta intrincados análisis macroeconómicos para comprender que el gobierno de Mauricio Macri está atascado en un pantano del que le cuesta salir.

 

LA CIENAGA

Esa ciénaga no ha sido creación suya, se produjo por el diluvio de chapucerías y embustes perpetrados por gobernantes incompetentes y usureros de alma. Su única preocupación fue embolsar la mayor cantidad de dinero posible, sin parar mientes que estaban cometiendo delitos. La visión de una caja fuerte repleta de dólares les producía “éxtasis”; manifestaban que “para hacer política hacía falta mucho dinero”; creían a pie juntillas que “el poder político significa arrebatar bienes ajenos”; ostentaban las suntuosidades más obscenas; y disponían de fondos públicos como si tuvieran “un derecho regio al sobreprecio de las licitaciones”.

 

Gran parte del pueblo, todavía no se ha dado cuenta que disfrazaron su demencial desmesura por el dinero, con un falso relato humanitario fingiendo la defensa de los más pobres a quienes engañaban con planes y subsidios pero expoliaban con impuestos y bastardos billetes de papel. Algunos, dentro del gobierno, creen que la ciénaga sólo es económica, financiera y cambiaria. No advierten que la base del subsuelo es un lodazal de inmoralidades que todavía enturbian la conciencia moral de muchos compatriotas.

 

LA CONCIENCIA MORAL

En las últimas décadas hemos visto el abandono de los principios tradicionales de recato, decencia, rectitud de comportamiento, austeridad, respeto y laboriosidad. Ha sido la consecuencia de la escandalosa exhibición y el mal ejemplo brindados por gobernantes y referentes políticos, artísticos, empresariales, deportivos, sociales y sindicales.

 

Sin una recta conciencia -pública y privada- el pueblo pierde el sentido de la vida, se abandona a la ley de la selva y sufre la tiranía de los peores. Sin moral se pierde la oportunidad de tener un proyecto sugestivo de vida en común, una convivencia confortable y sobria, una acción cooperativa y respetuosa, sin la esperanzada certeza de un futuro mejor. Pero este enfoque moral pareciera no tener importancia, incluso para los líderes del propio gobierno.

 

Es posible que el laberinto en que estamos enredados se estimule desde el ámbito opositor y que no esté agravado por discordias o ambiciones internas del equipo gobernante. Si fuese esto último, sería mucho más grave. El atolladero, en parte, es consecuencia del pésimo asesoramiento de los expertos en marketing político. Estos personajes generalmente aconsejan, tanto a políticos novicios e idealistas como a curtidos militantes de baja estofa, que se abstengan de hacer inventarios sobre la quiebra moral y económica en que encontraron al país. Aducen que la corrupción pasada no interesa, que el pueblo sólo quiere buenas ondas, que no entiende razones ni comprende las causas del caos financiero y que no se involucra en la desolación social que padece un tercio de los compatriotas.

 

CRITICAS A LA COMUNICACIÓN

Desde adentro y afuera se critica al gobierno porque no sabe comunicar sus logros. Muchos funcionarios están convencidos de que sí lo hacen y terminan enojándose con quienes lo señalan. Pero ocurre que comunicar no es lo mismo que explicar. Comunicar es una técnica informativa que apela a transmitir y avisar lo que se hizo, sin muchas aclaraciones. Cuando se comunica, el pueblo queda notificado y punto.

 

En cambio explicar es otra cosa. Consiste en dar razón de las acciones y decisiones del gobierno a partir de sus creencias y de las intenciones que le dan sentido. Cuando se explica, el pueblo interpreta la razón de una medida y comprende el sentido de lo que están haciendo. Así puede entenderlo y compartirlo. Pero para poder explicar el gobierno tendría que estar convencido de lo que hace, sabiendo porqué lo hace.

 

El gobierno de Mauricio Macri nunca explicó que había recibido una herencia inmanejable caracterizada por un Estado absolutista, que pretendía inmiscuirse en las intimidades más recónditas de la vida privada. Ese Estado entorpecedor resulta imposible de gestionar aún contando con los mejores profesionales del management. El Estado heredado del gobierno anterior no es administrable, hay que desmontarlo. La misión indelegable del nuevo gobierno, el cambio que todos desean, consiste en pasar de ese Estado absolutista a otro Estado espontáneo donde la vida y la iniciativa privada de la gente se desenvuelvan con libertad, orden y justicia.

 

QUE DEBIERAN HACER.

1° La primera prioridad debiese haber sido la reestructuración del Estado, mostrando con trazos gruesos la maraña del organigrama de la administración pública: ministerios, secretarías, direcciones, organismos, reparticiones y cuevas burocráticas. Luego, presentar al país un organigrama ideal y simplificado al que se aspira para que no existan más despilfarros, ni coimas, ni sobreprecios, ni arbitrarias decisiones disponiendo de la vida y el patrimonio de la gente. Argentina tiene una rica experiencia en este sentido. Fue un brillante profesor de Administración, Federico Frischknecht quien desde la cátedra de la UBA, su libro “Gobierno” y la propia función pública supo ordenar el esquema elefantiásico del Estado mediante sabios y prácticos Manuales de Organización y Manuales de Trámites o procedimientos.

 

2° La segunda prioridad hubiese sido la de fijar un límite preciso del monto del gasto público prohibiendo que exceda más del 25 % del PBI del año precedente, para que la sociedad integrada por trabajadores, jubilados, estudiantes, profesionales, amas de casa y empresarios pudieran disponer del 75 % restante, dividido en tres partes: ⅓ para consumo personal y familiar, ⅓ para mantenimiento del capital utilizado y ⅓ para renovar e incrementar el capital disponible a efectos de asegurar el crecimiento de la economía. Por eso, sólo una cuarta parte tendría que adjudicarse al Estado en lugar del 65 % que hoy ostenta.

 

3° La tercera prioridad consiste en elaborar un Plan para liquidar la inflación y eliminar el déficit del presupuesto sin aumentar impuestos ni afectar economías domésticas. La documentación científica internacional abunda en detalles de cómo se hacen estos Planes de saneamiento financiero y estabilidad monetaria, muchos de los cuales prevén el derecho a utilizar monedas de libre uso para cualquier transacción interna, incluyendo contratos laborales.

 

4° La cuarta prioridad es el inevitable programa para eliminar trámites, registros, inscripciones, habilitaciones y procedimientos reduciendo el gasto público a una cuarta parte del PBI sin mandar a la intemperie de la desocupación a casi 2 millones de empleados públicos sobrantes, cuya presencia activa obstaculiza la vida normal del país porque ocupan oficinas y engendran trámites generalmente innecesarios, inútiles, artificiales y ridículos.

 

5°La quinta prioridad es un serio proyecto para reformar el sistema impositivo incluyendo los criterios de coparticipación para eliminar la mayoría de los 96 impuestos actualmente vigentes y reemplazarlos por dos impuestos básicos: uno al ingreso de las personas físicas y otro al volumen de los negocios de sociedades y compañías. El nuevo sistema impositivo debiera financiar gastos públicos hasta el tope máximo del 25 % del PBI del año anterior.

 

Pero hoy nos encontramos con que no hay plan antiinflacionario, ni propuesta de reforma del sistema impositivo, ni programa de reducción del gasto público, ni proyecto para financiar transitoriamente a millones de personas desmovilizadas del Estado hasta que encuentren trabajo digno y bien remunerado en actividades productivas y no sólo moviendo expedientes o trabando la acción de los que quieren hacer cosas útiles.

 

Por estas carencias de planes, por omitir el contenido moral de nuestra crisis y por la absoluta falta de explicaciones, desdichadamente el gobierno que inspiró una gran ilusión y confianza inicial, hoy está metido en un atolladero; apremiado por sus opositores políticos; criticado por algunos referentes populares incluyendo dirigentes religiosos; y desafiado por los integrantes de la misma banda que estuvo convirtiendo al Estado Argentino en un vasto latrocinio.