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jueves 27 de marzo de 2008

Retenciones: ¿repartirlas o bajarlas?

El actual modelo basado en gravar permanentemente al sector más competitivo del país olvida que el campo es la bisagra de la Argentina y que de él depende buena parte del desarrollo del país.

La implantación de un sistema de retenciones móviles a la exportación de productos agrícolas, que ha derivado de hecho en un aumento de las mismas por el alto precio de las materias primas, ha supuesto no solo la mayor protesta del campo en mucho tiempo, sino la oposición de dos formas distintas de observar el fenómeno.

La estrategia de subir las retenciones, como ya ocurriese también en Noviembre pasado, forma parte del eje fiscal del kirchnerismo. Como son impuestos que no se coparticipan a las provincias, sirven para mejorar la situación fiscal, y a la vez disciplinar a Gobernadores a Intendentes con los fondos nacionales.

Pero con ésta última medida, varios gobernadores han solicitado no solo que se resuelva el conflicto que los afecta, sino exigir una especie de régimen de reparto acordado de la recaudación por retenciones.

A priori, la situación debería ser justificativa para que se discuta una nueva ley de coparticipación nacional y no solo la distribución de un impuesto. Con un Gobierno Federal que termina obteniendo el 70% del total de la recaudación impositiva nacional, el país es federal en los papeles, pero más unitario que nunca en la realidad.

La visión de los gobernadores, aunque parezca producir un cambio en parte del sistema impositivo, tiene las mismas bases y lógica de funcionamiento que la instaurada por el Gobierno Nacional. El lema pareciera ser “Aprovechemos la situación del campo, recaudemos más, y después distribuyamos”.

Lo que los gobernadores están exigiendo en última instancia es ser partícipes de un sistema que hasta hoy los excluía y condicionaba, pero cuya modificación no forma parte de su propuesta. En este nuevo sistema de reparto impositivo, las alícuotas seguirán siendo las mismas, solo que el Gobierno Nacional tendrá menos fondos para gastar discrecionalmente, mientras las provincias recibirán una porción de la recaudación en forma de obras públicas o transferencias.

La cuestión radica en que hoy la movilidad de las retenciones hacen que sean muy altas, lo que engrosa la recaudación y a sus beneficiarios. ¿Pero qué ocurriría si los precios de las materias primas bajasen bruscamente? ¿No perderían tanto el Gobierno Nacional como las provincias recursos que tenían previstos recaudar? ¿El Gobierno Nacional, aceptaría seguir con este nuevo régimen de retenciones? ¿O lo volvería a cambiar para su propia beneficencia?

El en el fondo de ello se encuentra una visión de cómo sacar provecho a una determinada situación que vive el campo. Muchos afirman que al campo le va tan bien que se justifica este nivel de retenciones. Pero pocos analizan que si le va bien es por un factor que no depende de ellos, que es hoy el alto precio de los alimentos de exportación.

Si observamos el marco interno, el campo sufre la falta de gasoil, la inflación, la suba de costos laborales, la falta de inversión en infraestructura, y cada vez mayores retenciones. Si aún con todo ello sigue siendo competitivo, ¿no deberíamos centrarnos en mantener esa fortaleza del campo, en vez de minar cada vez más su crecimiento y desarrollo?

Con los costos internos en aumento, falta de insumos en ascenso, y actual régimen de retenciones, cabría esperar que una baja en los precios de las materias primas impacte en la recaudación fiscal. Y aunque el campo pague menos retenciones móviles, las mismas seguirán siendo altas frente a un escenario que ya no le será benévolo, como si lo fue por mucho tiempo.

Si queremos mantener la competitividad del campo, es necesaria otra visión que se contraponga a la actual. La misma debe comprender que el campo es la bisagra de la Argentina, que de él dependió hace cien años el gran crecimiento e inserción internacional que tuvo la Argentina. Y que del campo depende buena parte del desarrollo del país.

El sector agropecuario argentino es de los más competitivos que existen, no necesita grandes subsidios ni precios preferenciales para funcionar como en Europa o Estados Unidos. Lo que necesita es un marco interno claro y previsible en el tiempo, así justamente no depende de los vaivenes de los precios de exportación para mantener su rentabilidad. Hoy el campo no quiere subsidios, quiere menos retenciones, menores costos, menos inflación.

Hace veinte años el campo repudiaba la política de Alfonsín silbándolo en la Rural. Hace diez años cuestionaba la convertibilidad por entender que ya era una barrera para el crecimiento. Hoy cuestiona el nivel confiscatorio de las retenciones. Si observamos el fenómeno, notamos que el campo se anticipa a los cambios que vendrán.

Prestemos atención entonces a las razones profundas del reclamo, las cuales pasan por hacer entender que este modelo de gravar permanentemente al sector más competitivo del país está llegando a su fin. Y no nos olvidemos que hoy, el Estado, más que nunca, vive del campo. © www.economiaparatodos.com.ar

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