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lunes 14 de mayo de 2007

¿Salimos o nos quedamos en el infierno?

Aunque el presidente se empeñe en convencer a los argentinos de que todo marcha a las mil maravillas, los conflictos sociales estallan a lo largo del país, la inflación sigue trepando, ya hay signos de desabastecimiento y la lucha por el salario es una constante.

A juzgar por cómo están evolucionando las cosas, la afirmación del presidente Néstor Kirchner de que el 10 de diciembre vamos a estar saliendo del infierno luce un poco temeraria. Si bien habría que ver qué entiende Kirchner por salir del infierno, mi impresión es que las cosas se van a poner mucho más calientes de lo que están hoy. No sólo por el fenomenal conflicto social que se produjo en estos días en el feudo del presidente, sino porque, además, la inflación y el desabastecimiento van creciendo día a día.

Dicen que el presidente sigue en detalle algunos números de la economía. Mi sugerencia sería que siga en detalle la fenomenal expansión monetaria que está llevando a cabo el Banco Central (BCRA) para sostener el eufemismo del tipo de cambio competitivo. Un 27% de crecimiento interanual del circulante a marzo de este año y un 24% de aumento en abril, sumados a la esterilización que tiene que hacer el Central para reducir algo la expansión de moneda, han llevado el stock de pasivos de corto plazo a los $ 59.000 millones. La mitad de las reservas, que tanto se difunden como un éxito del Gobierno, fueron compradas con deuda de corto plazo. Y encima de generar esta emisión y endeudamiento acelerado, el tipo de cambio real sigue bajando. Si a esto se le agrega la distorsión de precios relativos, el cóctel que ha armado el Gobierno es altamente explosivo. Por eso mis dudas sobre si salimos del infierno como dice Kirchner o si la onda expansiva producirá tanto calor que vamos a quedar chamuscados nuevamente, Gobierno incluido.

Lo que parece no comprender el Gobierno es que la propia dinámica del modelo requiere de dosis crecientes de inflación con caídas reales del tipo de cambio y de los salarios. La lucha por la distribución del ingreso ya es un hecho.

El presidente tuvo otras palabras también poco afortunadas. Dijo Kirchner: “Habrá otra pluralidad, la de los sectores de la derecha argentina que creen que hay que concentrar la riqueza en unos pocos”, agregó que “hay que cuidar el gasto público” y remató su exposición afirmando que así piensan los neoliberales.

Es evidente que a un hombre que se ha limitado a hacer dinero en los años del Proceso y luego a buscar el poder político de cualquier manera no se le puede pedir que, además, haya tenido tiempo de ilustrarse debidamente sobre las diferentes corrientes de pensamiento.

Resulta gracioso que se pretenda identificar al liberalismo (ahora llamado neoliberalismo) con una corriente de pensamiento que pretende castigar a los pobres y defender a los ricos. Justamente, todo el pensamiento liberal estuvo enfocado, desde sus inicios, en colocar limitaciones al poder del monarca para que éste no pudiera abusar de los derechos de las personas. Quienes critican al liberalismo por materialista desconocen que la primera obra de Adam Smith no fue “La riqueza de las naciones”, sino un libro de contenido moral que se llama “Teoría de los sentimientos morales”. Por otro lado, basta con leer “La acción humana” de Ludwig von Mises para advertir que, de las 1.000 páginas del texto, las primeras 300 están destinadas a analizar el comportamiento humano y los derechos de las personas. O, por citar otro ejemplo, podríamos señalar “Derecho, Legislación y Libertad” de Friedrich von Hayek, que se concentra, a lo largo de tres tomos, en analizar los derechos individuales y los límites al poder para evitar las dictaduras.

Podría también Kirchner leer la famosa obra de Hayek, “Camino de servidumbre”, en el cual el autor demuestra cómo el nazismo y el fascismo destruyen las libertades civiles. O podría estudiar a John Lock o Edmund Burke. En fin, hay suficiente literatura como para advertir que los fundamentos del liberalismo tienen que ver con los principios morales que fundamentan la limitación del poder de los monarcas. El liberalismo fue un grito de libertad en contra de la opresión y el despojo al que era sometido el pueblo bajo los gobiernos monárquicos, hoy devenidos en dictaduras surgidas de las armas (tipo Fidel Castro) o mediante el voto (como Hugo Chávez).

La libertad económica es apenas una parte del liberalismo; éste lucha, precisamente, por la igualdad ante la ley de todas las personas, igualdad que suelen desconocer los gobiernos populistas del tinte que tenemos en la Argentina.

Por otro lado, no hay nada más regresivo que el impuesto inflacionario que actualmente les cobra el Gobierno a los sectores de ingresos fijos para transferirles beneficios a unos pocos (los sectores protegidos por el tipo de cambio competitivo). La política económica que actualmente se está aplicando tiende a la concentración del ingreso en detrimento de la inmensa mayoría de la población porque limita artificialmente la competencia y deja a los consumidores indefensos ante los abusos de los sectores empresariales, que los esquilman con productos de baja calidad y precios desorbitantes.

Con su discurso, Kirchner pretende tener el monopolio de la benevolencia. Es como si creyera que solamente él quiere que la gente salga de la pobreza. Pero decir que uno quiere que la gente no sea pobre no alcanza: hay que aplicar políticas públicas que le permitan a la gente salir de la pobreza y vivir del esfuerzo propio. Para ser benevolente también se requiere de una dosis de eficiencia. Y no es justamente esta política económica la que alcanza el objetivo declamado por el presidente. Hoy, la distribución del ingreso es una de las peores de la historia económica argentina, al tiempo que tenemos una crecientemente salvaje distribución regresiva de los ingresos vía el impuesto inflacionario.

En estos cuatro años, el país ha sido instalado en un infierno de resentimientos, odios, revanchas, arbitrariedad, falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos y destrucción de la república como sistema de gobierno. Ahora estamos transitando, además, el infierno de los conflictos sociales como el de Santa Cruz y el de la inflación. El próximo va a ser el del descalabro económico gracias a la bomba de tiempo que, por ambiciones de poder, le han puesto, una vez más, a la Argentina.

Con este rumbo no sólo no hemos salido del infierno, cada vez nos metemos más. © www.economiaparatodos.com.ar

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