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lunes 13 de junio de 2011

Schoklender, apenas un alumno de la metodología K

Al ex apoderado de las Madres de Plaza de Mayo el Gobierno le soltó la mano por desprolijo, no por corrupto.

Nuevamente equivocamos el foco del problema. Sucedió cuando las miradas se fijaron en Guillermo Moreno como el artífice de todos los males, sin comprender que éste apenas era y es un soldado más de la causa “nacional y popular”, como gusta decir a la Presidenta.

En ese entonces, Moreno podía haber sido despedido que nada hubiera variado sustancialmente porque las órdenes y el ejemplo, el verdadero modelo, surge desde Balcarce 50. Los cambios de figurita no cooperan a modificar nada, al menos no en política y en Argentina.

¿Cuáles fueron acaso las transformaciones en lo económico una vez que se fueron del Ministerio de Economía Miguel Peirano, Carlos Fernández y Martín Lousteau o se relevara a Martín Redrado del Banco Central con tanto escándalo?

Desde que asumieron los Kirchner al poder, todo se digitó desde Olivos muy al margen de los títeres a quien sólo puede reconocérsele la fidelidad al titiritero en su momento.

En este contexto aparece ahora Sergio Schoklender como el causante de todos los males: solo, perverso, psicópata, enfermo… Un sinfín de adjetivos le suceden aunque, en rigor de verdad, el parricida es idéntico a sí mismo desde que se le conociera por un asesinato siniestro.

Que la justicia dictamine una pena cumplida no implica en absoluto que se le honre con el manejo de una caja pública. Extraño país donde para acceder a trabajar como cadete de un comercio se exige más pericia que para disponer del dinero del pueblo.

Pegarle hoy al homicida es tan fácil como cobarde. Si las pruebas son las que se presentan a diario ante la opinión pública, no hay mucho más para acotar. Para excepción que confirma la regla ya está Ricardo Jaime caminando libremente por las calles como un ciudadano cualquiera.

¿Qué falta para definir la suerte de Schoklender? Antes o después, la cárcel o la frágil memoria caerán sobre él.

Sin embargo, el problema no culmina con la detención del discípulo que obró según las mismísimas enseñanzas de quien lo llevó al pedestal de los exculpados por un garantismo peculiar, capaz de explicar que matar a los padres está justificado si éstos negociaron en los setenta con algún protagonista de aquella década. Los miembros del actual gobierno parecen haber sido carmelitas descalzas en esa etapa.

Para el oficialismo, el delito de Schoklender no radica en el enriquecimiento inexplicable ni en el defalco o la estafa a la esperanza de miles de argentinos. Schoklender debe ser entregado –tras pactar de algún modo su silencio, cuyo costo va a salirnos caro– por descuidar las formas y dejar al descubierto la podredumbre del negocio montado bajo el eslogan de los “derechos humanos”.

Esta administración no se asusta ni se amedrenta por la corrupción. Si así fuese ya habría varios funcionarios enrejados. Schoklender no estafó ni traicionó a sus pares: apenas si descuidó el modus operandi. Eso es lo tremendo del caso. Eso es lo que no puede perdonarle el Ejecutivo.

Si la misma fortuna que ostenta se hubiera mantenido en la sombra, si Clarín -y los demás medios-, no hubiesen decidido jugar el as de la manga antes de que las elecciones retruquen con apenas un cuatro, hoy el país seguiría consternado por Hugo Moyano y su exhorto, o definiendo el enigma de la salud y la candidatura de Cristina.

Pero la agenda se alteró sin el aval de Olivos. Y eso enfada al gobierno mucho más que el corrupto “hijo” putativo, a quien le sueltan la mano por desprolijo, pese a ser el mejor alumno del modelo de enriquecimiento que plasmó el kirchnerismo.

Guste o no, esta vez Hebe de Bonafini dijo la verdad: “Todo sigue como antes”. Y es que no se toca lo esencial sino lo superfluo. Sólo está en la mira un eslabón de una cadena mayor donde el engarce de las piezas es la corrupción enquistada en una concepción política instalada desde hace 8 años en la Rosada.

Ciertamente no fueron los Kirchner los pioneros de esta calamidad, pero si se analiza con seriedad se verá que los “retornos”, el desparpajo y el robo a los sectores más humildes de la sociedad hoy se están llevando a cabo con una impunidad e impudicia sin igual. Posiblemente esto se explique si se admite que el Poder Judicial quedó en el medio como partícipe necesario del entramado. No es el juzgado de Norberto Oyarbide una casualidad.

Lo correcto, y para no irnos por las ramas, es ver y analizar dónde se halla el leitmotiv de todo cuanto pasa y entender que el homicida que hoy está en la mira es un aprendiz de la metodología que el mismísimo Néstor Kirchner y sus alfiles implementaron para llevar a cabo las obras públicas en una Argentina eternamente proselitista.

¿O acaso no estamos en carrera electoral desde aquel 25 de mayo en que se abolió la conmemoración de la fecha patria para dar lugar a la celebración de una administración cuyos resultados, sin ir más lejos, se dejan ver sin maquillaje en el lugar donde se originó el método?

Un simple pantallazo sobre el actual estado de la provincia de Santa Cruz alcanza para verificar hacia adónde conduce el mentado “estilo K”, del mismo modos cómo la conducta de Schoklender alcanza para advertir cómo se maneja y se ha manejado el erario nacional.

Un detalle al margen, o no tan al margen quizás, es también observar como algunos intocables de ayer (Cristina Fernández, Hugo Moyano y las Madres) surgen ahora tambaleantes en sus falsos pedestales. Y es que en política un día puede equivaler a una eternidad. Por ello, cinco meses difícilmente se puedan contabilizar.

Continuará… © www.economiaparatodos.com.ar

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