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jueves 11 de noviembre de 2004

Si era una novela, ¿por qué no la desmintieron antes?

Hubo que esperar que fueran funcionarios chinos los que desmintieran el supuesto desembarco de cuantiosas inversiones en el país, porque los dirigentes locales dejaron circular el rumor sin hacer nada al respecto. Más allá del desenlace de esta novela de suspenso por entregas, preocupa la actitud del Gobierno de querer solucionar los problemas argentinos con un “cuento chino” en lugar de dedicarse a implementar políticas públicas de largo plazo.

El misterio chino estuvo instalado en los medios durante casi una semana. Que los chinos iban a invertir 20.000 millones de dólares en la Argentina, que iban a hacer un tren de alta velocidad entre Buenos Aires y Rosario, que iban a invertir en petróleo y no se cuántas cosas más. Después de casi una semana, cuando los funcionarios chinos dijeron que ni por casualidad iban a invertir 20.000 millones en nuestro país, Kirchner salió a la palestra y dijo que lo que había salido en los medios era una novela. Pregunta: ¿por qué el presidente esperó tanto tiempo para desmentir la novela que publicaban los medios? ¿Por qué primero tuvo que salir un funcionario chino a bajar los decibeles y no hubo ningún funcionario del gobierno de Kirchner que se anticipara al gobierno chino y dijera que lo que estaban publicando los medios era mentira o una exageración?

La pregunta no es menor porque, por ejemplo, entre los anuncios que formularon algunos medios sobre las inversiones chinas estaban la construcción de caminos y transporte ferroviario. Es decir, por lo que salía en los medios, los chinos iban a tener una adjudicación directa en estos rubros. Ahora bien, la década del 90, tan criticada en materia de privatizaciones y por la forma en que se privatizó, pasaría a ser un convento de carmelitas descalzas frente a una adjudicación directa y sin licitación previa. Ante tales anuncios, personalmente esperaba que el gobierno saliera a desmentir categóricamente semejante mecanismo de adjudicación de servicios públicos dado que la adjudicación directa es menos transparente y más proclive a la corrupción que la licitación. Lo que cabía esperar de un gobierno que se jacta de su transparencia y honestidad es que defendiera su honor frente a semejantes anuncios. Lamentablemente tal cosa no ocurrió.

Pero lo más grave de todo es que, una vez más, se pretende sustituir la implementación de políticas públicas de largo plazo, claras y eficientes, con anuncios grandilocuentes. Así como De la Rúa pretendió sustituir una política económica sana con el blindaje y el megacanje, el típico exitismo argentino cree que, sin necesidad de transitar el largo camino de la seriedad, podemos salvarnos con las inversiones chinas. ¿Acaso alguien puede creer que los chinos son tan idiotas como para no saber que en la Argentina existe un alto grado de arbitrariedad por parte del Estado en el tratamiento de las inversiones? ¿Acaso alguien puede pensar que los chinos van a venir a poner la cabeza en la boca del león, asumiendo ese riesgo sin pedir una gran “recompensa” a cambio?

Desde mi punto de vista, para salir de la larga decadencia en que estamos sumergidos, los argentinos no necesitamos que los chinos vengan a “salvarnos”. Lo que necesitamos los argentinos es reconstruir el Estado, el sistema tributario, establecer un mercado libre en serio, desregular el mercado laboral, respetar el derecho de propiedad, establecer el valor del trabajo, desterrar el lobby prebendario y tener una Cortes Suprema de Justicia que respalde el derecho de propiedad y le ponga un límite a los delirios del Ejecutivo y del Legislativo. Una vez hechas todas estas cosas, necesitamos mantenerlas en el tiempo, independientemente del partido político que gane las elecciones. Más sintéticamente, necesitamos reglas de juego eficientes y ser creíbles por el respeto a esas reglas de juego. Sin una Corte que le ponga un límite verdadero a la arbitrariedad, no hay crecimiento posible.

Un tratado de libre comercio con China podría ser más creíble que todas las historias que estuvieron circulando en estos días por los medios. Ahora bien, ¿se imagina el lector a alguno de esos típicos industriales que sólo saben subsistir en mercados cerrados, compitiendo con los productos que vienen de China? Si se quejan de las importaciones desde Brasil, ¡los gritos que pegarían si empezamos a importar productos desde China!

Antes de tratar de conseguir los desmentidos 20.000 millones de dólares de inversiones de China, el gobierno debería trabajar intensamente en reconstruir la confianza en el país para que retornen los cientos de miles de millones de dólares de argentinos que salieron espantados de la Argentina por miedo a los ataques de locura que periódicamente tiene la dirigencia política que supimos conseguir. © www.economiaparatodos.com.ar




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