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jueves 5 de julio de 2007

Sin precios no habrá energía

Aunque el presidente insista en echarles la culpa del problema energético al crecimiento de la economía y a la falta de inversiones, la solución no llegará hasta que su gobierno no permita que las tarifas se ajusten a los precios internacionales y se reinstaure la seguridad jurídica.

El presidente Néstor Kirchner pronunció la palabra “crisis” por primera vez la semana pasada, para referirse a la escasez energética en la Argentina.

Sin embargo, en un nuevo capítulo de negación del verdadero problema, dijo que estos inconvenientes estaban causados por el extraordinario crecimiento argentino de los últimos años y por las inversiones que no se hicieron “en otros momentos”.

Por el camino de no admitir las verdaderas causas que nos han depositado en la presente situación no vamos a solucionarla de un modo efectivo y útil. La Argentina no enfrenta la falta de luz, de gas y de combustibles porque ha crecido mucho y porque las inversiones no se hicieron en “otros momentos”. Todos esos problemas existen porque el país, llevado de la mano de su gobierno, ha decidido ignorar el sistema de precios internacionales de la energía y el esquema de seguridad jurídica necesario para que los dueños de los flujos de capital elijan estas latitudes para financiar proyectos de generación energética, cuya característica principal es la extensión de sus términos de maduración.

El país vive en una combinación nefasta de producción y consumo que es una directa consecuencia de aquellas decisiones. La energía resulta comparativamente barata para los consumidores, con lo cual se consume en exceso y los precios que se pagan por ella no son lo suficientemente compensatorios como para justificar inversiones nuevas o, incluso, para producir con la existente. Así, estamos frente a un caso en donde el hambre se junta con las ganas de comer: se consume mucho y se produce poco. Está claro que lo regalado se acaba y que no hay aquello que no se paga.

Por lo demás, desde el lado de los consumidores, una enorme injusticia social se está cometiendo con los más pobres, que no están integrados a las líneas de gas natural: ellos consumen su gas en garrafas a seis veces el precio del gas corriente. Del mismo modo, los productores sienten el mismo trato desigual cuando la Argentina paga U$S 5 a Bolivia lo que aquí recompensa a U$S 1.

También es falso afirmar que las inversiones no se hicieron “en otros momentos”. Más aún, la afirmación no sólo es falsa, sino que la realidad es exactamente la contraria: las inversiones sí se hacían antes; es ahora cuando no se hacen.

En tiempos pasados, el país tenía un esquema de precios y de legalidad extendida que hizo que llegaran a la Argentina las principales empresas del sector. En materia de energía eléctrica, por ejemplo, la matriz de privatización del sector y la división en un segmento generador, otro transportador y otro distribuidor merecieron la imitación de modelos implementados en otras naciones, que enviaron a la Argentina delegaciones de especialistas para interiorizarse en la lógica del nuevo sistema.

Pero, cuando el país decidió girar en una órbita distinta de la del resto del mundo, especialmente después de la crisis de 2001, todos esos esquemas volaron por los aires, los contratos se rompieron y se violaron y hoy en día siguen flotando en un limbo incomprensible, sumado al hecho de un clima evidentemente anti-negocios que se ha generado a partir de la administración del actual presidente.

La recuperación evidenciada desde 2003 bien podría haber sido la plataforma de renegociación adecuada para volver a sentar bases valederas de relación entre el Estado y las empresas concesionarias, de modo de habilitar con ello el piso mínimo de seguridad y estabilidad que estas inversiones necesitan para decidirse y sostenerse. Sin embargo, en su lugar se eligió un camino de presión y acorralamiento estúpido basado en la famosa teoría compensatoria de “como ganaron mucha plata en los 90, ahora deben perder”. Seguramente, la elaboración de esa teoría se hizo en la seguridad de que las empresas seguirían invirtiendo de todos modos, porque son poderosas y transnacionales. Pues bien, eso no ocurrió, porque sencillamente el mundo no se mueve de ese modo. Si a la inexistencia de precios compensatorios le sumamos el clima hostil y crispado que existe en la Argentina desde que Kirchner es presidente, no era extraño terminar como terminamos.

Lo interesante sería saber si el Gobierno piensa insistir en esta línea de ideas, convenciéndose a sí mismo de que las desventuras son producto de la “ventura” del crecimiento y de que la culpa la tienen quienes, precisamente, posibilitaron en su momento las inversiones que nos están permitiendo “durar” hasta ahora, o si, por el contrario, tomará conciencia de su verdadera responsabilidad y hará algo al respecto. © www.economiaparatodos.com.ar

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