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jueves 29 de marzo de 2007

Sin sorpresas

No deberíamos extrañarnos frente al aumento constante de la inseguridad: el auge de las violaciones, robos y secuestros no es más que el resultado lógico de las señales indirectas que el país y la sociedad han recibido de las autoridades actuales y de los enfoques que éstas tienen respecto del tratamiento del delito y de los delincuentes.

La semana pasada, la ciudadanía recibió con consternación dos noticias como mazazos consecutivos. No se había repuesto de una cuando la otra le cayó encima con la fuerza de una mole.

El miércoles, un abusador de menores que había intentado aprovecharse de una niña pequeña en un colectivo en Claypole y que tres días después fue liberado por la jueza de garantías de Lomas de Zamora Marisa Salvo, se presentó a la salida del colegio de la chica y la amenazó de muerte. Desde ese día, la niña no sale de su casa.

Recordemos que el depravado fue apresado in franganti a bordo del colectivo por policías que subieron al rodado luego de detenerlo a instancias de las señales de luces que, insistentemente, hacía el colectivero, advertido por los pasajeros de que algo estaba pasando.

Los agentes encontraron a Alberto Zacarías, de 33 años, arrinconando a la pequeña y con los genitales afuera de su pantalón.

Marisa Salvo ordenó su libertad por falta de mérito, contradiciendo el testimonio de tres policías, el chofer y dos pasajeros que contaron lo que ocurrió.

El jueves, otro juez, Nicolás Schiavo, también dejó libre a un albañil que directamente violó a una niña en uno de los pasillos de su propio colegio. El mal nacido también fue encontrado in fraganti mientras penetraba a la pequeña.

Las palabras no alcanzan para denotar la sorpresa, el asco, la sensación de querer tomar la justicia en las propias manos.

Pero, cuando analizamos una vez más la situación y nuestras propias palabras, vemos que estamos equivocados. ¿Decimos “la sorpresa”?

¿Qué sorpresa? Esto no es sorpresivo. Es la resultante lógica de las señales indirectas que el país y la sociedad han recibido de las autoridades actuales y de los enfoques que éstas tienen respecto del tratamiento del delito y de los delincuentes.

La administración del presidente Kirchner ha sido más que clara en estos aspectos al proponer para ocupar las más altas posiciones en la Justicia nacional a jueces que tienen una aproximación ideológica al delito que fomenta la libertad de los delincuentes y la abolición del derecho penal.

Eugenio Zaffaroni, hoy ministro de la Corte Suprema de Justicia, ha firmado fallos siendo juez de Primera Instancia en lo Penal que liberaron a abusadores de menores (violadores en ese particular caso, diría yo) bajo el argumento de que una fellatio hecha a una menor en la oscuridad no constituye delito porque para ella, al no tener visión, el hecho habría sido igual a “chupar un caramelo” (sic de la sentencia). ¿Quién es más degenerado en este caso? ¿El abusador/violador o el juez?

Este mismo señor, si es que así se lo puede llamar, también liberó a un ladrón de autos bajo el argumento de que un automóvil estacionado en la calle tiene las características de un objeto abandonado y, por lo tanto, quien se lo lleva no comete delito.

Para sellar con una “opera prima” su extraordinario ascenso a lo más alto de la pirámide judicial argentina (posibilitado por la elección del presidente Kirchner, que no podía desconocer estos antecedentes), Zaffaroni se presentó a las audiencias de confirmación del Senado acompañado por un señor a quien identificó como su “secretario” y que fue ampliamente reconocido por varias personas (al verlo por televisión) como su secuestrador en los años ’70.

Pese a que las fuerzas vivas de la sociedad presentaron millares de impugnaciones escritas y fundamentadas para evitar que este sujeto llegue a ocupar un lugar en la Corte Suprema, el presidente lo nombró de todos modos. Dime con quién andas y te diré quién eres.

¿Dónde está la sorpresa, entonces? ¿Qué puede hacer que nos hagamos los desprevenidos en esta materia? ¿Podríamos sorprendernos por el auge de las violaciones, de los robos y de los secuestros con jueces que liberan violadores, ladrones y secuestradores? Esto es lo que sembramos. Esto es lo que cosechamos.

Existe una señal clarísima de cómo es la visión que la actual administración tiene del delito y de los delincuentes. Y para encontrarle fundamento a esa posición hay pocas alternativas.

Una es que, siendo una máquina de cálculo político, el presidente presuma que no es popular (y, en consecuencia, electoralmente inconveniente) ir contra los delincuentes porque estos cuentan con la simpatía de la sociedad. Eso y decir que Kirchner cree que la sociedad argentina es filo-delincuente es todo uno. De modo que esta alternativa pone al presidente casi al borde de la ofensa.

La otra es la inversa, es decir, que la simpatía por los delincuentes la tengan él o los que piensan como él, por caso Zaffaroni (a quien siempre resistiré llamarlo “juez”).

No hay más posibilidades. Son esas dos. O somos nosotros o es él.

Y yo creo que somos nosotros. No en el sentido expresado arriba de que tenemos una preferencia por los delincuentes, sino en el sentido de que nuestra irresponsabilidad cívica al votar sin ton ni son, por odios y resentimientos más que por convicciones profundas, nos llevan a tener que hacernos responsables de esto.

No existirían los Zaffaronis, ni las Salvos, ni los Schiavos si no fuera porque nosotros votamos un tipo de ideas que luego los convierte en jueces. No somos inocentes de las cosas que ocurren. Ni de aquellas que nos espantan. © www.economiaparatodos.com.ar

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jueves 30 de marzo de 2006

Sin sorpresas

Las noticias de la semana reafirmaron la encomiable voluntad de la Argentina por autodestruirse. Las escenas de violencia, la manipulación de la historia y el pasado y la reestatización de empresas se suman a muchos otros hechos que demuestran que nuestro país mira hacia atrás y no para adelante. (más…)