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martes 11 de marzo de 2014

Sobre injusticias y decepciones

Sobre injusticias y decepciones

“Una realidad ingrata no cambia nuestro parecer “Una realidad ingrata no cambia nuestro parecer de acuerdo con nuestra capacidad para digerirla” (Flannery O´Connor) (Flannery O´Connor)
Heidegger sostenía que la madre del conocimiento y la espuela del “hacer” ES LA DECEPCIÓN. A ello se debe que la gente tienda
a rebelarse muchas veces, no tanto en procura de “justicia”, SINO PARA VENCER LA “INJUSTICIA”.

Siempre que la política de un gobierno perturba maliciosamente los consensos mediante los cuales la sociedad ha organizado con esfuerzo su vida corriente, tratando de imponer ideas arbitrarias, provoca una sensación de DAÑO Y DOLOR que termina impulsando a los ciudadanos a rebelarse.

Algunas veces, las demandas populares al respecto se mantienen dentro de expresiones conservadoras, que apelan con cordura a la
recuperación del universo roto intempestivamente, pero en otros casos, el impulso surge en el seno de la sociedad con vigor inusitado de la noche a la mañana, para “dar vuelta todo” en forma violenta, desencadenando hechos que deben lamentarse luego por mucho tiempo.

Allí está a la vista, para que reflexionemos, la historia de los acontecimientos que causaron la caída del muro de Berlín en 1989:
ciudadanos que salieron a la calle provistos de pico y pala para derribarlo, diciéndole al régimen soviético algo así como “nos
prometieron una vida mejor durante más de cuarenta años, y hemos sido engañados miserablemente”.

¿Es consciente el gobierno kirchnerista de las características de estas cuestiones?

Nos parece que no. Creemos que han desechado lo impredecible por su apego a un dogmatismo ideológico que los inflamó, pensando ilusoriamente que sus políticas erráticas solo necesitaban de algún tiempo para “acomodarse” a la aceptación popular, hasta que generaran “nuevas rutinas de legitimidad”.

Su gobierno ha hecho gala de la tozudez habitual de ciertos movimientos políticos que se “instalan” en la sociedad en forma autoritaria, manifestando enfáticamente que procederán a construir una realidad más equitativa para todos (Cuba, Venezuela) estableciendo simultáneamente una desagradable tensión entre seguridad y libertad; dos sentimientos que ocupan siempre las prioridades de la gente.

En la pretendida búsqueda de un “nuevo orden”, atacan entonces las raíces sobre las cuales se asientan años de convivencia social,
enfrentándose contra enemigos imaginarios e ignorando que las injusticias no se combaten precisamente coartando las libertades
individuales para ponerlas al servicio de un poder “iluminado”.

Todas estas cuestiones, terminaron horadando la confianza de la gente entre nosotros y PRODUCIENDO UNA DECEPCIÓN GENERALIZADA, aún entre los mismos seguidores del credo kirchnerista.

En ese contexto, se percibe una mayor violencia latente entre quienes menor capacidad de discernimiento tienen, al sentir que han sido defraudados por promesas que solucionarían, supuestamente, sus problemas “pedestres” específicos, sin que eso haya ocurrido, por los innumerables errores conceptuales de una gestión política que ha resultado desastrosa.

Por otro lado, la manera dispendiosa con que se “abrieron” las arcas del Tesoro para repartir “dádivas” y subsidios injustificables a troche y moche, nos ha sumergido a todos en un contexto inflacionario que se llevó por delante el proyecto prometido de “eterna buenaventura con máxima irresponsabilidad”.

Estos dos últimos años de mandato constitucional, sin viento de cola ni dinero en caja, y con gente que se siente muy defraudada, al gobierno le será muy difícil –por no decir imposible-, “remontar el barrilete” y solo resta rezar para que los monstruos desatados por su impericia no terminen arrojándolo a un barranco antes que baje el telón.

Por lo tanto, deberían olvidarse de proponer nuevas ideas “fundacionales” –como el nuevo Código Penal-, que aún bullen en la
mente afiebrada de Cristina Fernández. Una “abogada exitosa” y “arquitecta egipcia” que también parece verse a sí misma como una reencarnación de Napoleón Bonaparte.

¿Será capaz de amordazar su lengua (y su mente fértil) para no seguir creando enemigos?