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miércoles 7 de mayo de 2014

¡Tan poca sustancia para tanto tiempo transcurrido!

¡Tan poca sustancia para tanto tiempo transcurrido!

Quien consigue arrebatar tiempo a la muerte, la aplaza pero no la derrota y sigue amenazado por ella, tanto si le queda una hora de vida, como un siglo o un milenio (Fernando Savater)

A todos aquellos que aspiran a la inmortalidad terrena y actúan en consecuencia, habría que recordarles estas sabias reflexiones, agregando que no hay tiempo que sobre en esta vida para poder emprenderlo todo y conseguirlo todo. Y si nos sobrara, ésta perdería cualquier atisbo de sentido y autenticidad para seguir llamándola HUMANA. Esto no es entendido especialmente por mucha gente que dedica sus afanes a la política “profesional”.

Por ello, el falso debate generado por el kirchnerismo en estos días de manifiesta DECADENCIA MORAL GENERALIZADA, acerca del tiempo “ganado” o “perdido” durante los diez años de su gobierno –debate al que adhieren cándidamente muchos opositores-, no es más que un eufemismo conceptual para quitarle rigurosidad a las claras evidencias de una realidad trágica.

Un camino no es más que el paso de una estación a otra, sin solución de continuidad. Mientras lo transitamos, vivimos en el tiempo, para el tiempo y contra el tiempo en todo momento, como sostiene Savater, por lo que la transitoriedad es la dueña absoluta de cada etapa recorrida.

Lo trascendente es definir siempre qué objetivos nos planteamos al iniciar dicho camino y de qué manera prevemos sortear las dificultades que se nos presentarán al recorrerlo. Cuando los objetivos son incorrectos, inconsistentes o consecuencia de ciertas apetencias personales non sanctas, puede asegurarse que, más temprano que tarde, el sendero se perderá en una selva enmarañada en la que terminaremos totalmente perdidos.

Eso es lo que ha ocurrido con el kirchnerismo, que no ha podido dejar en pie un solo paradigma valioso, como consecuencia del caos intelectual demostrado por sus inspiradores: Néstor, Cristina y los escasos tripulantes de su intimidad recoleta.

La oferta de buenaventura prometida con voz desgañitada desde diversos púlpitos profanos, apuntó a curar de manera casi sobrenatural enfermedades sociales que solo se han agravado, por la forma indecente en que mintieron con descaro, generando creencias inescrupulosas en el interés popular, con el fin de conservar el poder y propiciar así el enriquecimiento sin límites de la cúpula gobernante.

En esos términos, no hay debate que resista una consideración académica, porque todo estuvo teñido por un efecto placebo, que hizo sentir a la ciudadanía una ausencia total de dolor y compromiso de esfuerzo alguno respecto de un futuro, que, inevitablemente, exige siempre mucho más que arranques emocionales inconsultos.

Mientras tanto, muchos políticos habitualmente afectos a sumergirse en escenarios retóricos, fueron abrazando su propia cruzada contra un gobierno que emitió mensajes sin contenido alguno, rebatiéndolos con más levedad aún.

Néstor, Cristina y sus adláteres, avanzaron desde el inicio de su carrera política hacia ninguna parte y hacia todas al mismo tiempo, como un triste remedo de la cómica armada Brancaleone inmortalizada en el cine neorrealista italiano por Vittorio Gassman. La única diferencia con ella, consistió en que los harapos de sus combatientes fueron reemplazados por trajes de corte fino, vestidos de marcas reconocidas, mansiones y automóviles de lujo, adquiridos con la generosidad y astucia con que manejaron las arcas públicas en su propio beneficio.

Ha habido mucha arrogancia en quienes invocaron cínicamente una supuesta honestidad intelectual SIN SOMETERSE JAMÁS A NINGUNO DE LOS CONTROLES QUE ÉSTA EXIGE, por lo que solo llegaron finalmente hasta donde los trajo el tiempo, con las consecuencias que están a la vista.

Un acto sacrílego de este tipo destruye siempre lo que somos y eso es lo que hoy se observa que ha ocurrido en una sociedad dividida, enfrentada y violenta, en la que los peores instintos hacen temer por el futuro, al habernos dejado presos de una degradante afiliación a la lucha de todos contra todos.

Lo demás, está circunscripto a la subjetividad con que cada uno seguirá opinando según le haya ido en la feria en estos años, ni perdidos ni ganados, sino, simplemente, VIVIDOS COMO SONÁMBULOS QUE CAMINAN A TIENTAS SIN SABER ADÓNDE VAN Y POR QUÉ MOTIVO.

Tan pocos resultados a la vista para tanto tiempo transcurrido, ponen en evidencia una vez más que la épica no será jamás un buen argumento para transformar el agua en vino, y éste podría ser quizá el mejor epitafio para el lugar donde yacerán algún día los restos del kirchnerismo: un movimiento de resentidos con ínfulas “imperiales”, basado en palabras huecas sin contenido alguno.

Si consultáramos sobre este asunto al economista francés Thomas Piketty –un verdadero boom del pensamiento contemporáneo-, nos diría con seguridad que deberíamos aprovechar esta nueva frustración nacional para elevar, al menos, el nivel de nuestros debates públicos.

En eso está enfrascado hoy el mundo, mientras nosotros seguimos discutiendo sobre las implicancias de que un político sea  imitado en el Bailando por un Sueño de Tinelli y la conveniencia de que el Estado continúe o deje de financiar el Fútbol para Todos, como una parodia trágica que evidencia nuestro auténtico desinterés por la cultura.

El cambio debemos producirlo NOSOTROS; no los que vengan a reemplazar a Cristina. De no suceder así, seguiremos nuestro camino en la oscuridad, obligándonos a andar a tientas como hasta ahora,  tropezando con torpeza con todo lo que se nos ponga por delante.