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lunes 14 de junio de 2010

Teoría del valor, pretensión de iluminados e ineficiencia económica

Los controles de precios que Kirchner le manda aplicar a Moreno implican destruir el sistema de precios que expresa las valoraciones de la gente para sustituirlo por un comportamiento arbitrario, ignorante y soberbio.

El discurso económico del Gobierno ha llegado a tal nivel de primitivismo que vale la pena hacer el esfuerzo de escribir algunas líneas explicando los palotes más elementales de la economía.
 
Si bien el primitivismo del discurso económico del gobierno es en varios frentes, el que me interesa abordar hoy es el que se refiere al argumento de la sustitución de importaciones, los dichos de algunos funcionarios afirmando que han detectado algunos sectores estratégicos para el crecimiento y los consabidos controles de precios que Kirchner le indica a Moreno que aplique. Para entender lo primitivo del razonamiento vayamos a la parte más elemental: la teoría del valor.
 
Durante muchos años se discutió sobre la teoría del valor, pero hoy día ya se sabe que el valor que tienen las cosas es subjetivo. Es decir, las cosas no tienen valor por sí mismas, sino que es la gente la que les asigna valor. Además, no todas las personas le asignan el mismo valor a un mismo bien. Por ejemplo, una determinada persona le dará más valor a una entrada a la ópera que un barrabrava de Hinchadas Unidas Argentinas que, seguramente, preferirá ir al mundial de Sudáfrica y otro le otorgará más valor a las carteras Louis Vouitton.
 
Por otro lado, el valor de las cosas es para determinada persona en determinada circunstancia. Una persona sedienta en el medio del desierto valorará más un vaso de agua que esa misma persona sentada cómodamente en su casa con agua potable abundante.
 
Finalmente, una misma persona puede darle más valor a un determinado bien pero, a medida que va consumiendo ese bien, el valor que le otorga va disminuyendo. Ejemplo, una persona que tiene hambre come con ganas la primera porción de pizza. A la segunda porción le otorga menos valor que a la segunda y así sucesivamente hasta que llega un punto que, ya sin más ganas de seguir comiendo, no le otorga valor a la próxima porción de pizza.
 
Los palotes de la economía nos enseñan, entonces, que el valor es subjetivo. Que cada persona le otorga un valor diferente a cada cosa. Y que una misma persona va cambiando el valor que le asigna a un mismo bien de acuerdo a la forma en que va consumiendo.
 
Si este concepto fundamental es entendido, el paso siguiente es determinar cuál es el mejor sistema para conocer las diferentes valoraciones que millones de personas le otorgan a los distintos bienes y servicios que se ofrecen en la economía, porque conociendo este dato se pueden asignar los recursos productivos que, como todos deberíamos saber, son escasos. Dicho en otras palabras, ¿cómo se hace para determinar qué bienes y servicios valora más la gente? ¿Cómo podemos hacer para satisfacer la mayor cantidad de necesidades con los escasos recursos productivos?
 
Para resolver este problema la ciencia económica descubrió que el mecanismo de precios era el mejor sistema para asignar los escasos recursos productivos de manera tal de satisfacer la mayor cantidad posible de necesidades de la gente. Los precios del mercado reflejan las valoraciones que la gente le otorgan a los diferentes bienes y servicios, y cuando digo precios de mercado me refiero a los precios que surgen sin que el Estado establezca restricciones al ingreso de nuevos competidores al mercado o regulaciones que impidan una libre asignación de los recursos productivos.
 
Justamente, el verdadero emprendedor es aquél que, arriesgando su capital o el de sus socios, busca aquellos sectores que ofrecen más rentabilidad que el resto de los sectores de la economía. ¿Por qué? Porque si un determinado sector ofrece más rentabilidad que otros quiere decir que en ese sector hay una necesidad insatisfecha. Los recursos productivos (capital y trabajo) van reasignándose en la economía en base a la búsqueda de mayores tasas de rentabilidad, que es lo mismo que decir, que se busca dónde hay una necesidad insatisfecha.
 
Como puede verse, el solo hecho de que haya millones de personas con diferentes valoraciones y, además, que una misma persona vaya cambiando de valoración ante un mismo bien o servicio, determina que la asignación de recursos sea muy difícil si no se tiene una guía que son los precios de mercado. No hay mente humana ni computadora sofisticada que pueda determinar en tiempo real cuales son las valoraciones de cada persona en cada momento y de millones de personas. Solo la libertad en las transacciones que manifiestan las valoraciones de las personas permiten tener una idea sobre cuál puede ser la asignación de los recursos. Y digo que puede dar una idea porque un empresario puede equivocarse e invertir en la producción de un bien o servicio que la gente no demanda con tanta urgencia. Por eso se dice que el mercado, que no es otra cosa que un proceso a través del cual la gente manifiesta sus valoraciones, premia con ganancias a quienes arriesgan y ganan y castiga con pérdidas a quien se equivoca al evaluar una inversión.
 
Si se tiene en cuenta este complejo sistema de valoraciones de millones de personas y cambiantes al mismo tiempo, hablar, como lo hace el gobierno, de sustituir importaciones, decir que detectaron sectores estratégicos para el crecimiento y controlar los precios es de una soberbia intelectual que refleja una completa ignorancia sobre el ABC de la economía y la demostración de que pretenden ser iluminados o seres superiores al resto de la sociedad porque se arrogan el derecho a decidir qué debe consumir la gente.
 
En definitiva, ¿en base a qué criterios pudo un burócrata haber determinado cuáles son los sectores estratégicos hacia los cuales hay que volcar los escasos recursos productivos? Como decía antes, solo alguien que pretende ser un iluminado o un ser superior al resto de los mortales puede creer que conoce valoraciones tan complejas y cambiantes. Y si no es pretensión de iluminado es ignorancia económica de lo más elemental de la economía.
 
El caso de los controles de precios que Kirchner le manda aplicar a Moreno implica destruir el sistema de precios que expresa las valoraciones de la gente para sustituirlo por un comportamiento arbitrario y de soberbia intelectual o, nuevamente, de profunda ignorancia.
 
La combinación de todos estos elementales errores económicos tiene como correlato una ineficiente asignación de los recursos productivos que nos hace cada vez menos competitivos, lo que se traduce en bajo stock de capital por trabajador, puestos de trabajo ineficientes, salarios reducidos y pobreza e indigencia crecientes.
 
Las distorsiones de precios relativos que produce la pretensión de los iluminados hacen imposible que existan proyectos de largo plazo porque todos perciben que los caprichos de los burócratas son de corta duración. Lo máximo que puede esperarse son inversiones de muy corto plazo que aprovechan dichas distorsiones para generar rentabilidades que no hubiesen existido si los recursos se hubiesen asignado de acuerdo a las valoraciones de la gente.
 
En síntesis, analizado en profundidad, el debate económico que nos propone el gobierno no es si un sistema es más eficiente que otro. El debate consiste en definir si ellos son seres superiores al resto de la sociedad que pueden determinar con certeza qué debemos consumir, en qué cantidades hay que producir y a qué precios se deben vender los bienes y servicios. Es esa pretensión de creerse seres iluminados lo que lleva a tener una economía cada vez más ineficiente por gobernar de espaldas a las valoraciones de la gente.