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lunes 15 de agosto de 2011

Testimonio de las testimoniales

Un análisis de realidades y perspectivas tras el amplio triunfo del oficialismo en las primarias.

Quienes ayer festejaban, hoy se lamentan y viceversa. En rigor de verdad son las reglas del juego. El problema es que, en la Argentina de los últimos tiempos, lo común fue y sigue siendo el rompimiento de las reglas. Y también del juego. Estas internas primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, en consecuencia, fueron desvirtuadas desde el comienzo.

En primer lugar, porque no fueron elecciones, tampoco internas, y menos aún abiertas. Pero, es justo decirlo, ello no invalida el “triunfo” de Cristina Fernández de Kirchner. Atacar a quienes optaron por ensobrar la boleta oficial es ponerse a la altura de un Aníbal Fernández, un Horacio González o un Fito Páez. Innecesario y vano. Vaya pues el reconocimiento a quienes supieron cautivar –está visto que no importa el cómo– a un considerable porcentaje del pueblo.

Cometieron un sinfín de errores, es cierto. Pero también hay que reconocer que ningún opositor logró sacar rédito de aquellos, y mucho menos convertirse en alternativa capaz de seducir al grueso del electorado. Al mensaje lo decodificaron mejor los Kirchner que los Alfonsín, los Duhalde o los Binner, por citar apenas algunos ejemplos.

Desde luego que este escenario no es fácil para el análisis, pero tampoco era algo inimaginable. Es dable reconocer aspectos insoslayables, expuestos anteriormente en este mismo espacio. El oficialismo siempre mantuvo un piso del 30% o 35%. El resto se desprende de un aparato clientelista desplegado generosamente por los distritos claves del conurbano bonaerense y de otras provincias donde el empleo público oficia como herramienta de presión más que como estrategia de persuasión.

El miedo no es patrimonio de clases medias o acomodadas, como se volvió a denominar a ciertos sectores sociales quizás por su ubicación geográfica, su capacidad de comprender el modo y el método, y también, en gran medida, por capricho. Desde ese microclima no puede abarcarse la totalidad de la Argentina. No sirve que nos engañemos.

Hay teorías académicas demostradas con creces que dan cuenta del poder de la empatía, la necesidad de congeniar con el grupo de pertenencia y, a su vez, de consumir las opiniones o ideas de los ámbitos de referencia.

Así es como en ciertos hábitats de la ciudad de Buenos Aires y en provincias donde el kirchnerismo no gobierna mengua el voto oficialista. También hay que tener en cuenta que, en esos reductos, resulta inexplicable que la corrupción palpable, los escándalos magnánimos, las maniobras distractivas, el despilfarro de los fondos del Estado, el peso de los sindicatos, los pactos y prebendas entremedio, la compra-venta de voluntades, etc., etc., no sea percibida por la mayoría de los ciudadanos.

Pero tampoco puede el hombre que debe trabajar de sol a sol para que no falte pan en la mesa, al unísono pensar qué hacer con los hijos, de qué modo saldar cuentas, probablemente no desentenderse de algún familiar enfermo, y otras varias carencias, ver el “progreso” más que como un simple sustantivo ajeno.

Si acaso éste se materializa, aunque sea en un electrodoméstico a pagar en cuotas fijas, proclamado a gritos por cadena nacional como “la gran noticia”, ¿cómo pedirle que comprenda el costo de la contrapartida?

No tiene tiempo para hacerlo, su educación encima puede que sea insuficiente, y todo por la seguidilla de administraciones maléficas que priorizaron la dádiva por sobre el esfuerzo. Mucho más fácil es conservar el poder si se somete al ciudadano que si se lo forma o se aplica aquello de educarlo como soberano.

Una vez aniquilado el valor y la dignidad del trabajo, difícilmente, se pueda llegar al cambio. Pero cuidado. No es sólo el humilde quién sufragó – testimonialmente, claro – a favor de la Presidente. Seguramente, hay quienes lo han hecho del mismo modo cómo lo hicieran cuando ganó Carlos Menem, y luego negaron enfáticamente haberlo apoyado. Estos últimos sí, con mayor justificación, merecen un especial desdén. No tiene siquiera sentido dedicarles ni un párrafo.

En el trayecto, subsisten varios compatriotas que aprehendieron la más preciada herramienta que utilizara este gobierno para convencerlos: la deformación del sentido del tiempo. Así, el futuro se reduce a un cortoplacismo extremo.

En esos casos, llegar a fin de mes pudiéndose dar el “lujo”, quizás, de alternar el trabajo con algún esparcimiento es visto como un síntoma de “calidad de vida”. Nada más lejano, pero no es este el momento de explicar las diferencia entre vivir bien y vivir mal. Las rejas que debieron poner en el frente de su palier, por ejemplo, son una clara demostración de cuán distinto es. La costumbre, sin embargo, ciega, anestesia…

Al margen o no tan al margen, hay una característica intrínseca en los argentinos, y es delegar en el Estado paternalista cuestiones cuya responsabilidad es inherente a ellos. Desde el momento en que deciden convertirse en asistidos perpetuos, se cae en el laberinto que teje el gobierno, donde ninguna salida es inocente. El recorrido allí adentro deriva siempre en el comienzo. Ya se está preso. De esa forma, los que pagan el modelo estarán en contra, y los que cobran gracias a ello, estarán a favor de su dilatación en el tiempo.

A grandes rasgos, este intento de descifrar lo complejo del electorado, puede menguar la duda que aflora en otros que se sienten defraudados: ¿cómo seguir apoyando el maltrato, la soberbia, la mentira sistemática, la afrenta permanente, la división entre hermanos, etc., etc.?

Desentendiéndose o poniendo en la balanza, de un lado todo ello que se ha prácticamente institucionalizado, y del otro la comodidad de no esforzarse demasiado, el conformismo llano, el creer que “mañana” es apenas un adverbio de tiempo, y al mentado “Carpe Diem” traducirlo como la insignificancia del mediano-largo lazo. Priorizando un LCD o una netbook con calcomanía que recuerda la “inmolación” de Néstor, al orgullo de haberlo ganado por propio mérito.

Que el día del ensayo de la votación presidencial un matutino informe con base, en datos oficiales, que cada día llegan a las villas miseria de la Capital Federal 15 personas no hace mella. Apenas molesta o arranca un sonido similar al de una queja pasajera.

Todo se olvida menos la falsa posesión de derechos. Falso porque no es un derecho, por ejemplo, tener “fútbol gratis para todos”, en principio porque nada es gratuito, y encima lo paga de su bolsillo. Es sólo que la intermediación como la realiza el gobierno, es similar a un acto de prestidigitación. Ilusionismo. No muchos quieren saber cómo es el truco, pierde gracia el entretenimiento…

Finalmente o inicialmente, la oposición… Hasta este momento en que debo finalizar la nota, los tres políticos que le siguen en porcentaje de votos a Cristina Kirchner, no llegan a superar su guarismo. A ellos les ganó la mezquindad y la ambición personal. A quienes no comparten la concepción política del kirchnerismo les restó esperanza. Aunque a esta altura de las circunstancia, también llegará la costumbre si no aparece ese imponderable (o si se quiere, ese “cisne negro”) antes del próximo comicio.

Pretender que ahora realicen una autocrítica, y generen un proyecto de país en conjunto y en concreto, suena un poco ingenuo. Desde luego que hasta el domingo 23 de octubre hay un trecho… Si se guardan los “dichos”, a lo mejor los “hechos” no están todavía tan lejos. © www.economiaparatodos.com.ar

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