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jueves 24 de diciembre de 2015

Un contrato de venta de dólares pasado

Un contrato de venta de dólares pasado

Estamos en presencia de un extraño formato, que en oposición al de contrato de venta de dólar futuro, llamaría de contrato de venta de dólar pasado 

Una larga charla-debate con mi colega y amigo Roberto Cachanosky nos permitió a ambos aclarar ideas sobre el Bonar USD 2016, el bono del Tesoro cuya emisión se dispuso el 23 de diciembre .

Esta es mi parte de las conclusiones, seguramente Roberto comentará las suyas,  ya que en su momento anticipó con gran valentía y conocimiento la situación pavorosa de reservas en que estábamos sumidos.

El bono es del tipo de lo que se ha dado en llamar «Bono Milei» en reconocimiento a otro colega, Javier Milei, que propuso como alternativa para absorber pesos sin crear una espiral inflacionaria la emisión de un bono pagadero en pesos pero denominado en dólares.

El objetivo es saldar con él la deuda que el Central tiene con los importadores. Se recordará que, acuciado por la escasez de reservas, el BCRA no entregó a los importadores los dólares necesarios para pagar importaciones con DJAI aprobadas, una especie de «pido» que hubiera merecido una trompada si uno se lo hubiera hecho a cualquiera.

Para ponerlo en términos más técnicos, el importador tenía virtualmente un «call» que el Central incumplió: debía entregar dólares contra pesos en un determinado tiempo y forma y no lo hizo. También a un determinado tipo de cambio.

Como buena parte de esta situación data de 2014, el importador se enfrentó a la desagradable situación de no poder pagarle a su proveedor.  Como se sabe, ni los proveedores aceptan como excusa que el Banco Central está loco, ni el importador tiene ganas de perder a un proveedor y de perder prestigio como cumplidor.

De modo que, sin entrar en mucho análisis, es fácil colegir que, como tantas veces en nuestra fecunda historia de «pidos» del estado, el importador anticipó los fondos a su acreedor, por uno de dos caminos, el Contado con Liquidación, o dólares de su propiedad ubicados en el exterior. Ese era el único camino.

Como parte de la salida del cepo el Banco Central ha aceptado esta deuda con los importadores, y ha dicho, en la palabra de Alfonso de Prat Gay, que habrá un cronograma de pagos, aunque sin entrar en precisiones.

Ahora se concreta la alternativa también ofrecida por Prat Gay: la emisión de un bono ad hoc para solucionar el problema. Aquí empieza una madeja interesante de desenredar.

En esta licitación sólo podrán participar los importadores a quienes el Banco les adeuda dólares, de modo que yo llamaría a este bono un «Milei forzoso». Lo de forzoso va porque la alternativa es sólo una promesa de los funcionarios, que, sin dudar de la pureza sacrosanta de los nuevos funcionarios, se vuelve especialmente vaga en cuanto al tipo de cambio a utilizarse en su momento.

El importador probablemente no tenga ya los pesos que necesita para comprar los dólares, pero los tenga o no, esta suscripción tendrá el efecto secundario de secar la plaza de pesos, lo que no viene mal.

Aquí vale la pena la disgresión de que el Central ha incumplido hasta ahora solamente con la entrega de los dólares. Habrá que ver si cumple con el valor al que calcula los pesos que aceptará en pago de ese Call del que hablábamos.

Esto es importante si se mira desde el aspecto del cumplimiento de la obligación por la operatoria, como si se comprende que el importador vendió  su mercadería a un precio relacionado con el tipo de cambio de ese momento.

Estamos en presencia de un extraño formato, que en oposición al de contrato de venta de dólar futuro, llamaría de contrato de venta de dólar pasado.

Pronto sabremos si se respeta ese tipo de cambio histórico. La licitación supone que los importadores «han ganado el derecho» a licitar a un cierto precio, bonos por el monto de dólares que se les adeuda.

Como esto no es un remate, todos los bonos tienen que terminar pagándose al mismo valor en pesos, con lo que habrá de utilizarse algún mecanismo de consenso en un único valor. Ese único valor, tendrá implícito el tipo de cambio que se reconocerá al importador.

Ahora viene la segunda parte, esto no termina aquí. Una vez que el importador se haga de los bonos, tendrá que optar entre quedarse con esos papeles y obtener una renta de 6% anual, o venderlos. Si decide venderlos, deberá hacerlo en un mercado secundario en el exterior, para conseguir dólares.

Quiere decir que al ofrecer/acordar el precio que pagará por el bono en la licitación tendrá que tener en cuenta:

El tipo de cambio histórico implícito

El desagio por tasa y riesgo que puede sufrir en la reventa

Los costos de esa operatoria

El tiempo de espera que media entre la compra y el establecimiento de un mercado secundario.

La pregunta que surge es: y todo este lío no se evitaría emitiendo un bono también suscribible en pesos, también con ley argentina y también pagadero en un año, pero abierto a cualquier interesado.

Los buitres no han desaparecido con el triunfo de Macri. Si bien Griesa y su facilitador están más mansos con el acercamiento argentino, los holdouts no sacan la espuela del caballo. Un elemental principio de negociación les hace ponerse duros cuando Argentina muestra su disposición de negociar. Cualquier armenio lo entendería.

En ese plan, si el Bonar USD 16 fuera abierto, se parecería peligrosamente al Bonar 24, y sufriría múltiples trabas y objeciones,  y hasta podría ser posible que se impidiera su lanzamiento.

En cambio, este formato mata varios pájaros de un tiro. Resuelve el problema con los importadores, absorbe pesos de la plaza, evita cualquier impugnación al tratarse claramente de un instrumento de pago de una deuda local y los privados se juntan con muchos dólares,  de los que algunos pueden retornar.

Es posible especular, meramente especular, con la presencia de algún banco americano que esté interesado en ser un comprador importante de estos bonos, lo que facilitaría la formación del mercado secundario y una rápida liquidez del papel.

Para terminar de cerrar la comprensión del tema, hay que tener muy en cuenta el misterio y silencio insondable que rodea a las reservas disponibles, que parece ser el único aspecto de la gestión kirchnerista que tendrá continuidad. Esperemos que no sea una política de estado.