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jueves 14 de febrero de 2008

Un país a la deriva

Mientras los problemas siguen estallando por doquier, el matrimonio presidencial se dedica a otros temas que, pareciera, ellos consideran más urgentes.

Pareciera ser que el gobierno nacional no tiene temas urgentes que resolver como la inflación, la crisis energética, la caída del ingreso real, el creciente desabastecimiento, la inseguridad y mil problemas estructurales más, dado que dedica su tiempo a debatir si los hijos llevarán en primer lugar el nombre de la madre o si se elimina el obispado castrense. Francamente, esta situación me desconcierta, porque o no tienen noción de lo que está ocurriendo en la economía o, teniendo noción, da por sentado que no puede resolver los problemas y por lo tanto se dedica a pasar el tiempo discutiendo cuestiones menores intentando distraer la atención de la gente de la dura lucha cotidiana por sobrevivir a la estampida inflacionaria que ha generado o a sobrevivir en serio de la permanente agresión de la delincuencia.

Por otro lado, la esporádicas apariciones de Cristina Fernández de Kirchner son para formular algunas inconsistencias o superficialidades, mientras su marido, quien parece manejar los verdaderos hilos del poder, se entretiene armando la interna del justicialismo. Hoy cualquiera puede advertir que Argentina es un país a la deriva. Sin rumbo ni nadie que realmente se haga cargo de resolver los problemas que preocupan a la gente.

La pobreza sigue avanzando hasta niveles extremos. Invito al lector y, particularmente, a los funcionarios del gobierno a que pasen por la calle que está debajo del Puente Saavedra en la avenida General Paz. Si uno va desde Vicente López hacia la Capital y pasa por esa calle para tomar la General Paz hacia el Río de la Plata, se va a encontrar con que se ha instalado una villa miseria debajo del puente. Y lo que me espanta no es la villa miseria, me espanta que sigan hablando de crecimiento, nuevo modelo productivo y menor pobreza cuando cualquiera que no viva en una burbuja viajando en helicóptero a su trabajo puede palpar la pobreza en la calle. Más que pobreza: miseria.

Mientras el país marcha a la deriva, cada tanto se van adoptando medidas que, por lo contradictorias que son, reflejan el grado de desconcierto del gobierno frente a los verdaderos problemas del país. En lo estrictamente económico, tenemos a una legión de funcionarios públicos reclamando que los bancos otorguen créditos a largo plazo y tasas bajas para la producción. Piden esto como si el crédito pudiera inventarse de la nada. Y prueba de ello es el papelón que hicieron cuando anunciaron con bombos y platillos los créditos para la vivienda destinados a los inquilinos, anuncio que quedó solamente en los titulares de los diarios.

Veamos una de las tantas contradicciones del Gobierno. Por un lado, pide más créditos al sector privado y, por otro, el Banco Central emite deuda de corto plazo a un ritmo realmente feroz, casi desaforado. Al 31 de diciembre pasado, el stock de deuda de corto plazo (Lebacs, Nobacs y pases pasivos) sumaba $ 52.775 millones. Al 31 de enero de este año, había trepado a los $ 63.205 millones. Un aumento del stock de deuda de casi $ 10.000 millones en un mes. Casi 20% de incremento en sólo 30 días. Esto es lo que se conoce como desplazamiento del sector privado del mercado crediticio.

Claro, si el Central no se hubiera endeudado de esa manera la inflación hubiese estallado aún más, dado que luego de este aumento del endeudamiento, el circulante creció un 25% entre enero de 2007 y enero 2006.

Otra de las contradicciones consiste en pedirle al sector energético que consuma su stock de capital para financiar las tarifas artificialmente bajas y, al mismo tiempo, quejarse por la falta de energía o relativizarla diciendo que el problema energético es causa del crecimiento. La contradicción también se extiende a la demanda de energía. El gobierno pide hacer un uso racional de la energía: ¿acaso no hay nada más racional que consumir más energía si casi me la están regalando?

Continuando con las contradicciones, un poco tarde el kirchnerismo se da cuenta de que necesita inversiones para poder seguir creciendo. Demanda, entonces, más inversiones, lo cual es consistente con su voluntarismo para que aparezca crédito a tasas subsidiadas. Pero mientras reclama más inversiones tiene a un supersecretario (el ministro de Economía brilla por su ausencia) que aprieta a las empresas para que vendan a tal precio, se mete con los costos de producción, inventa que puede existir el crédito barato y una larga lista de medidas compulsivas que no solo entorpecen el funcionamiento de la economía sino que, además, espanta a cualquiera que pretenda hacer una inversión en Argentina.

En síntesis, mientras Néstor se entretiene tejiendo sus nuevos proyectos de poder en el PJ y Cristina usa su tiempo en cuestiones de Estado tan importantes como recibir a la modelo Naomi Campbell, los cantautores Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, Soda Stereo, la reina y la virreina de la Vendimia, el actor Antonio Banderas y su mujer Melanie Griffith o Ricardo Montaner, el país marcha a la deriva y sufre, cada tanto, algún sacudón generado por alguna de las insólitas medidas del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

Que se entienda bien: la economía no está en piloto automático. Está a la deriva. © www.economiaparatodos.com.ar

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