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lunes 29 de agosto de 2005

Un psicólogo por acá

Los desmanes, griteríos, acusaciones cruzadas –muchas veces sin fundamento– y las constantes marchas atrás con que convivimos diariamente los argentinos ponen seriamente en duda la posibilidad de que la Argentina se encamine por la senda del crecimiento, porque nadie que esté en su sano juicio puede invertir en un país con tanto alboroto y contradicciones.

En la campaña de electoral de 1983, Alfonsín solía interrumpir sus discursos –cuando en el medio de uno de sus actos alguno de los asistentes se desmayaba– diciendo: “un médico por acá”, indicando el lugar en que había alguien que necesitaba ayuda. Los argentinos que queremos vivir en un país tranquilo y con un horizonte de prosperidad hoy vivimos con los nervios alterados ante tanto griterío, insultos y denuncias infundadas, y ya no sabemos si los que vamos a terminar pidiendo la ayuda de un psicólogo para sobrellevar la locura a que nos someten a diario somos nosotros o tenemos que pedir un psicólogo para los que arman tanto zafarrancho, para ver si se calman un poco y nos dejan respirar algo de aire puro.

Sería mucho más estimulante y prometedor estar discutiendo ideas sobre cómo sacar adelante a la Argentina que vivir analizando este delirio de persecución y anuncios sin fundamento al que nos somete constantemente el señor Kirchner.

Veamos algunos ejemplos de esta manía de hablar antes de pensar.

Una noche, el presidente le ordenó a su ministro de Defensa que fuera al Regimiento de Patricios porque tenía información de que se estaba haciendo una reunión conspirativa. Cuando llegó, el ministro se encontró con una reunión social en un salón alquilado por los organizadores en el mencionado regimiento. El ministro terminó haciendo un fenomenal papelón por meterse en una reunión privada. Cabe destacar la piedad de los asistentes, que trataron de disminuir el impacto del papelón invitando gentilmente al ministro a sumarse a la tertulia.

En otra oportunidad, se lanzó un fenomenal anuncio sobre miles de millones de dólares que venían a invertir los chinos en nuestro país, desde grandes inversiones en ferrocarriles y minería hasta un préstamo extraordinario para cancelar la deuda con el FMI. Durante días se estuvo hablando de la avalancha de inversiones chinas, hasta que el globo se desinfló por medio de desmentidas de los chinos. Otro papelón.

Si de la boca para afuera existe un enemigo para Kirchner, después de Duhalde y Menem, está el FMI. Ese gran monstruo que nos desangra sin piedad. Eso sí, al momento de refinanciar la deuda, al FMI no sólo no se le hizo un centavo de quita, sino que, además, se le paga religiosamente. Claro, el argumento es desendeudarse. Me parece fantástico cancelar deuda, la duda es: ¿por qué el presidente no fue tan duro con el FMI como con la quita que le hizo a los bonistas?

La última recogida de barrilete que registro al momento de escribir esta nota tiene que ver con la denuncia de un pacto para desestabilizar al gobierno. Primero, Cristina Fernández de Kirchner denunció un pacto de desestabilización. Al otro día, el presidente le puso nombre y apellido al pacto, acusando a Menem, Duhalde y Patti de ser el eje del mal desestabilizador. Y ahora, la señora del presidente dice que en realidad la culpa es del periodismo porque lo que ellos denunciaron (ella y su esposo) fue un pacto electoral entre Menem y Duhalde, porque –según argumenta la señora– Patti es hombre de Menem y aquél va con lista unida a la de la señora de Duhalde. De un pacto de desestabilización pasaron rápidamente a la denuncia de un pacto electoral.

Cuando uno ve tanto griterío y marchas atrás, se pregunta cómo va a lograr el gobierno poner al país en la senda del crecimiento, porque nadie que esté en su sano juicio puede invertir en un país con tanto alboroto y contradicciones. Que el presidente diga que él representa el futuro y el resto de los políticos son el pasado no alcanza para convencer a nadie. Para demostrar que él es el futuro tiene que enviar claras señales de estar dispuesto a dejar de lado las políticas del pasado. Sin embargo, su estrategia económica es una copia del fracasado modelo de sustitución de importaciones y populismo redistribucionista. Kirchner piensa en la riqueza como algo que ya está dado y considera que sólo hace falta que un gobernante bondadoso la redistribuya justamente, como si se tratara de frutos maduros que caen solos de los árboles y sólo hace falta recogerlos y repartirlos. ¿Para qué crear condiciones de inversiones competitivas si la riqueza está ahí? Y, ellos, los elegidos por Dios como los representantes del bien en la Tierra, son los que tienen el mandato divino de repartir esa abundancia de que disfruta la Argentina gracias a la bendición divina. Porque ellos son los buenos y los honestos, todos los demás son mafiosos, angurrientos y corruptos. Esta línea de argumentación no es nueva. Es puro pasado.

También ellos se consideran asistidos por el Espíritu Santo al momento de decidir cuáles son los sectores ganadores y cuáles los perdedores en la economía. Los iluminados de siempre pretenden decirnos si hay que producir trigo, soja, un trasbordador espacial o acero.

Los resultados de tanto iluminismo están a la vista. Jabones que cuestan cada vez más caros y son cada vez más chicos; ropa que destiñe al primer lavado, tiene costuras pegadas con saliva y cuesta una fortuna; alimentos que vienen en envases cada vez más chicos porque la gente no tiene plata para comprar y a precios cada vez más altos; papel higiénico que no tiene 74 metros y lamparitas para la luz que se queman con una facilidad impresionante. Precios en alza y calidad en baja es el resultado del modelo productivo en marcha.

Ni qué hablar de la miseria que se ve a diario en la calle, con legiones de cartoneros, liampiavidrios, malabaristas y vendedores ambulantes en cada semáforo de la ciudad y del Gran Buenos Aires.

Señor presidente, por favor, recorra un poco los supermercados y la calle para ver lo que su modelo productivo está produciendo. Deje de aturdirse y aturdirnos con tanto grito histérico y falsas denuncias. Cálmese y medite seriamente lo que está haciendo con el país, porque si seguimos con este insano ambiente de locura, el negocio más rentable en la Argentina va a ser el de los psicólogos. © www.economiaparatodos.com.ar




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