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jueves 23 de septiembre de 2004

Una opinión políticamente incorrecta

El pueblo argentino se ha empobrecido culturalmente y, como consecuencia, se ha convertido en presa fácil de la demagogia y el populismo distribucionista. Para tener un país con futuro hay que concentrarse en trabajar para vencer la incultura que hoy reina por doquier.

Antes de ir al tema central de esta nota, voy a abrir el paraguas y aceptar que estas líneas pueden ser calificadas de reaccionarias, elitistas y hasta con un alto contenido de soberbia. Sin embargo, estoy dispuesto a asumir el riesgo de ser tildado de todo lo anterior y aún de más cosas porque creo que si mi tesis es correcta puede contribuir a sacar a la Argentina de la crisis en que estamos viviendo. Si mi tesis es incorrecta, solo habrá que desecharla y confirmar que el problema no está en el lugar en el que voy a poner el acento.

¿Qué es lo políticamente incorrecto que tengo que decir? Que a mi juicio, en los últimos años, el pueblo argentino se ha empobrecido culturalmente en forma notable y observo (quizás me equivoque) un cierto grado de resentimiento entre los diferentes sectores de la sociedad.

¿Por qué creo que el pueblo argentino se ha empobrecido culturalmente? Porque lo veo presa fácil de la demagogia más desaforada. Por supuesto que al decir el pueblo argentino estoy generalizando, ya que seguramente hay una parte de la población que no ha caído en este problema. Pero cuando uno observa, por ejemplo, que el voto de mucha gente es “comprado” con promesas de distribucionismo, no puedo menos que concluir que esa gente está dispuesta a “vender” sus derechos por un choripán, un puesto en la administración pública para hacer nada o un plan Jefes de Hogar, por no hablar de algunos sectores de la denominada clase media que también compran, con una increíble facilidad, el discurso populista y de falso nacionalismo.

La gente ha caído en la trampa de la promesa fácil y demagógica que le vendieron los políticos, fruto de una incultura que le impide descubrir que, a medida que va pasando el tiempo, su nivel de vida es cada vez peor y su futuro más negro. Porque a esos políticos que le prometen el oro y el moro, la gente no les contesta con un rechazo al momento de votar, eligiendo a aquellos que les ofrecen condiciones generales para poder progresar en base a su trabajo. Un pueblo empobrecido culturalmente no sólo desconoce sus derechos y obligaciones, sino que está limitado para poder elegir adecuadamente a sus representantes dado que la incultura en que cayó le impide discernir entre las falsas promesas y la posibilidad concreta que existe de que se puedan cumplir esas promesas. Es más, la incultura le impide advertir las consecuencias nefastas de largo plazo de esas promesas que le formulan los demagogos.

Tal ha sido el grado de decadencia cultural, que la población ha comprado el argumento de que su pobreza es fruto de la riqueza de los otros, slogan que los inescrupulosos populistas han sabido venderle a la gente para someterla a sus ambiciones personales “comprándola” con los llamados planes sociales. ¡Hay que sacarles a los ricos para darle a los pobres! El resultado es que cada vez hay menos ricos y más pobres.

No menos preocupante es que buena parte de la clase media también compró este argumento, pero como es ella la que tiene que pagar el costo de la fiesta que ella misma pide, cuando llega el momento se transforma en la mayor evasora de impuestos. Dicho en otras palabras, una buena parte de la llamada, y en extensión, clase media, quiere planes sociales a raudales, pero no quiere sacar un peso de su bolsillo para bancarlos.

Sobre la “injusta” distribución del ingreso, en todo caso, si existe pobreza por el enriquecimiento ilícito de otros, esos otros pueden ser identificados perfectamente entre funcionarios públicos que usan al Estado en beneficio propio y empresarios prebendarios.

Ahora bien, volviendo al tema de la devaluación cultural del pueblo argentino, la pregunta es: ¿cómo puede un pueblo elegir a sus representantes si la incultura no le permite diferenciar entre el demagogo y el idóneo? Es más, el idóneo, al no formular falsas promesas en su campaña electoral, no tiene ninguna chance de ganar las elecciones porque la gente está esperando la dádiva. Y cuanta más pobreza haya, más va a esperar la gente la dádiva para zafar el día a día. A mayor pobreza, más indignidad y menos libertad. ¿Por qué votar a éste que me promete trabajo para el futuro, si aquél otro me soluciona el problema de mañana tirándome un sándwich de mortadela?

Antes, la pobreza existía, pero era una pobreza digna. La gente era pobre pero vivía de su trabajo, tenía ropa vieja pero limpia y siempre había un plato de comida en las mesas. Hoy, la pobreza es indigna y la gente anda por las calles como harapientos.

Se me dice que la generación del ’80 pudo construir un país próspero porque manejaban el poder como querían, utilizando a los punteros, los cargos públicos y el fraude. ¿Acaso hoy no ocurre exactamente lo mismo, y tal vez potenciado? Reconozcamos que hoy también al país lo manejan unos pocos. El problema es que estos pocos no construyen un país como la generación del ’80, sino que lo exprimen hasta dejarlo raquítico. Por torpeza o corrupción, pero lo exprimen.

Alberdi, Sarmiento y Roca estaban preocupados por la educación del pueblo porque sabían que no se podía construir el progreso desde la incultura y la vagancia.

Los populistas de hoy en día se aprovechan de esa incultura y fomentan la vagancia repartiendo “planes sociales”. Ambos elementos son la clave para mantenerse en el poder. La gente tiene que depender de ellos. Esa es la consigna.

Y para seguir siendo políticamente incorrecto, voy a agregar que muchos medios de comunicación han contribuido a exacerbar la incultura porque más que cumplir con la obligación de informar y formar a la población, se han concentrado, muchos de ellos, en hacer buenos negocios con los mandamases de turno. Se han aliado con los populistas para desinformar a la gente y mantenerla en la ignorancia. ¿Quién decide la tapa de algunos diarios? ¿El jefe de redacción o el mandamás de turno a cambio de la publicidad oficial?

El populismo que viene imperando en el país desde hace décadas ha destruido el capital más importante que tiene un pueblo: el capital humano. Y sin capital humano no podemos llegar a ningún lado.

¿Entonces? Si mi tesis es correcta, el primer paso que tenemos que dar para tener un país con futuro, es trabajar para sacar a la gente de la ignorancia en la que los populistas quieren mantenerla para sostenerse en el poder. No es una tarea fácil. Pero tampoco es imposible. Lo que no podemos hacer aquellos que queremos un país donde la gente pueda viva con dignidad, es cruzarnos de brazos y esperar a ver si la incultura se resuelve sola. © www.economiaparatodos.com.ar




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