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jueves 7 de septiembre de 2006

Una vuelta por dos parques nacionales en USA

Estados Unidos posee unos 350 espacios protegidos por diversas figuras legales. El Parque Nacional Yosemite , en California, es uno de los más típicos y ofrece un paisaje espectacular. Muy cerca, el Parque Nacional Sequoia muestra a los seres más altos de la Tierra.

La carretera trepa hacia el Parque Nacional Yosemite entre apretados bosques de pinos y abetos. Hay que circular despacio para paladear la llegada a uno de esos lugares míticos que alimentan la imaginación de aquellos que han leído y visto fotos desde su infancia.

No es extraño que esa velocidad mínima se alcance por obligación: a la salida de una curva uno se puede encontrar con una manada de ciervos que atraviesan el asfalto con toda parsimonia. Después se adentran en ese prado que estalla en flores, indiferentes a la presencia de cualquiera y sin atisbo de miedo, como si fueran los únicos seres sobre la faz de la Tierra.

Siguiendo el camino, se alcanza un mirador desde donde se puede contemplar un paraje único: el valle, estrecho, se muestra aprisionado entre gigantes de granito, unas montañas cortadas a pico y modeladas durante miles de años por los glaciares.

La pared vertical del cerro The Captain recibe un sol vespertino que resalta la inmensidad del monolito. Enfrente, Bridaveil Fall, la cascada del Velo Nupcial, se dibuja con trazo limpio y blanco sobre la roca oscura. Al fondo, la mole del Half Dome, redondeada y poderosa, asoma entre las nubes.

El fondo del valle es un frondoso manto de pinos, cedros y abetos por el que se puede pasear sin un destino determinado, dejándose llevar por cualquier camino y disfrutar de las montañas que parecen enmarcar el cielo.

La percepción inicial nunca es completa. Parando en cualquiera de las típicas hosterías de montaña que aparecen arracimadas entre los sinuosos caminos, se puede volver a apreciar, en los días siguientes, los detalles perdidos por la espectacularidad del choque de vista inicial.

A primera hora de la mañana, jirones de niebla flotan sobre el río, las gotas de rocío brillan sobre la hierba y los olorosos cedros parecen diminutos bajo las masas de granito.

En una de esas caminatas sin dirección fija, se llega a la zona de Yosemite Falls, la catarata más alta de los Estados Unidos, que se desmorona con todo su esplendor durante el deshielo primaveral.

Otra obligación es el Glacier Point, desde donde la vista del Half Dome, de las cascadas Vernal y Nevada y del poderoso valle sume a todos los visitantes en un silencio respetuoso, en un homenaje a esta espléndida naturaleza.

Pero el Oeste de Estados Unidos acoge otros lugares especiales, sin posible comparación en el mundo. Por ejemplo, el Parque Nacional Sequoia, donde se encuentran los seres vivos más grandes del plantea, unos gigantes arbóreos que sólo crecen en la vertiente occidental de la Sierra Nevada. El mayor de todos, llamado General Sherman, se alza como un coloso inconcebible, una descomunal lanza que apunta al cielo.

La desproporción con todo cuanto se considera árbol hace difícil apreciar su magnitud. Se debe buscar una buena perspectiva y, sobre todo, una referencia de escala. De nada sirve acercarse y alejarse. Paulatinamente lo invade a uno la sensación de que el árbol crece y crece hasta conseguir que uno se sienta irremediablemente pequeño.

El General Sherman mide 82 metros y tiene más de 11 metros de diámetro en su base. Si estuviera plantado en la base de las cataratas del Niagara, sobresaldría bastante sobre la parte superior del quiebre del río.

Aunque no se conoce su edad exacta, parece seguro que tiene más de tres mil años. A pesar de ello, no es ningún ejemplar anciano en su especie, sino que vive una espléndida madurez.

Estos titanes alcanzan tales edades bíblicas, entre otras cosas, porque sus cortezas de color canela son verdaderas corazas contra el fuego. A lo largo de los siglos ha habido numerosos incendios en el bosque (es una de las formas que adopta para rejuvenecerse), pero las sequoias superan la prueba. Su punto débil es la escasa profundidad de las raíces: mueren cuando, por la erosión del terreno, pierden estabilidad y sencillamente se desmoronan. © www.economiaparatodos.com.ar

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