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jueves 6 de septiembre de 2007

Siguiendo las sombras de Hugo Chávez

Las intervenciones del presidente venezolano en los asuntos internos de otros países de América Latina provocan cada vez mayores resquemores y rechazo por parte de los ciudadanos de las naciones del continente que sufren el acoso bolivariano.

Una rápida mirada sobre la región advierte, enseguida, que la sombra de Hugo Chávez se proyecta constantemente desde los más diversos rincones de América Latina. A la manera del activismo de Cuba en la década de los 70, cuando la isla caribeña -que entonces contaba con el apoyo financiero y comercial, masivo, de la Unión Soviética- se dedicara a exportar el terror, armando a movimientos guerrilleros en el continente y hasta tratara, infructuosamente de convertirse en base desde la cual apuntar -con misiles soviéticos- al propio territorio norteamericano, provocando una crisis de enorme peligrosidad. En ambos casos, las “intervenciones” en los asuntos internos de los demás países del área son por lo general solapadas, escondidas y, por ende, arteras. Pero constantes. Hay, sin embargo, instancias de descaro abierto, como las del apoyo a Ollanta Humala en la última elección presidencial del Perú, o la del conferido a López Obrador, en México, procesos ambos en los que Hugo Chávez conoció el sabor de la derrota. Ocurre que solo a veces, el éxito acompaña a Chávez y a sus petrodólares, desde que queda visto que sabe bien lo que es fracasar. Quizás, porque no advierta la dimensión real del gigantesco nivel de rechazo que sus actividades -e interferencias- están provocando.

En los últimos días, en varios escenarios de nuestra región, la sombra de Chávez ha sido nuevamente manifiesta.

Las elecciones guatemaltecas

Veamos, primero, lo que sucede hoy en Guatemala. En este pequeño país centroamericano, su pueblo se apresta a concurrir a las urnas. Esto ocurrirá el próximo 9 de septiembre. Las elecciones servirán para renovar -ordenada y democráticamente- la presidencia, el Congreso y 332 alcaldías, a lo largo y ancho del país.

La violencia ha marcado el proceso electoral. Particularmente a nivel municipal. Desde enero pasado, veinte candidatos murieron asesinados. Pero esta vez no a manos de la violencia marxista o de su desgraciado correlato paramilitar, como en los 36 años de guerra civil a los que pusieran fin los trabajosos acuerdos de paz de 1996. Los crímenes parecen ahora estar vinculados con el crimen organizado y el narcotráfico, actividades éstas que -según enseña el ejemplo colombiano de las FARC- están íntimamente vinculadas con las de la subversión marxista.

Hay, por esto, miedo y, como consecuencia, una marcada apatía en los electores. Las encuestas sugieren que solamente el 64% de la población habilitada para hacerlo planea concurrir a votar. De allí que la Conferencia Episcopal local haya hecho un doble llamado a la población: (i) a cumplir con sus deberes cívicos; y (ii) a no dejarse engañar por quienes están sospechados de tener vínculos con el crimen organizado o con el tráfico de drogas.

Los candidatos que más posibilidades parecen tener son Álvaro Colom, social-demócrata, y el general retirado Otto Pérez Molina, uno de los negociadores de los acuerdos de paz de 1996, cuyas propuestas de “mano dura” contra el crimen y la inseguridad atraen a muchos. Ninguno de los dos -aparentemente- podrá lograr la mayoría absoluta, razón por la cual es probable que haya una segunda vuelta, prevista para el 4 de noviembre.

A la que no pareciera irle bien es a una candidata que, se dice, recibió el apoyo de Hugo Chávez. Me refiero a la Premio Noble de la Paz, Rigoberta Menchú. Su movimiento, “Encuentro por Guatemala” aparece en un poco atractivo quinto puesto en los sondeos preliminares, con apenas un 4% de preferencias, claramente detrás del oficialista Alejandro Giammattei, a quien tampoco parece irle demasiado bien, y de Eduardo Suger, un reconocido académico que milita en el centro, a quien -como suele suceder- le cuesta encender a la gente, desde que, por definición, ha desterrado de sus propuestas al populismo.

Por lo visto, a Chávez no le irá allí tan bien como con Daniel Ortega, a quien ha sumado a sus filas, como podía esperarse.

La presencia en Bolivia, en torno a Evo Morales

El país latinoamericano en el que la presencia d Chávez es más ostensible -y no se disimula demasiado- es Bolivia. Tan es así, que Evo Morales se mueve escoltado por guardias y guardaespaldas importados de Venezuela, que empujan -y mangonean- a todos, lo que para muchos bolivianos es una afrenta.

Aquí Chávez y Fidel Castro operan de consuno. Coordinadamente. Pagando de manera directa los gastos de las guarniciones militares, cosa de asegurarse -con petrodólares y las “valijas” del caso- las lealtades castrenses; construyendo una red de radiodifusión que cubrirá a todo el país; haciendo proselitismo con actividades sociales en el plano de la medicina y en el de la educación; asesorando directamente en el proceso de “nacionalización” de diversos sectores, como el minero y el de los hidrocarburos; y hasta designando ilegalmente funcionarios públicos en las empresas estatales bolivianas, según ha quedado claro cuando, la semana pasada, se descubriera que una cubana ejercía el cargo de Directora de Desarrollo Energético en el Ministerio de Hidrocarburos y Energía.

Por esto la semana pasada, cuando dos tercios del territorio boliviano (seis de los nueve Departamentos en que está dividido el país) parara, en ruidosa (y en algunos lugares, violenta) protesta por las actitudes dictatoriales de Evo Morales, el grito, de tono patético, fue: “Bolivia soberana, no venezolana”.

La sombra en Chile

También la semana pasada, la fea sombra de Chávez apareció en el escenario de Chile generando un dolor de cabeza para la Presidenta Bachelet, con un paro organizado por la central sindical (la CUT) y por algunos sectores del socialismo, fuerza que integra la “Concertación” que gobierna a Chile, dos de cuyos senadores, Marcos Ominami y Alejandro Navarro (éste último senador por Concepción, un allegado notorio a Chávez que aparentemente financia activamente sus proyectos) se unieron al Presidente del Partido Comunista de Chile, Teilleir, para desafiar a la Bachelet y exigir un cambio de “modelo”.

Chile, es sabido, crece a un ritmo del 6% anual, sin inflación, con una mejora ostensible de su gasto social, y es el único país de la región en el que genuinamente se ha estado reduciendo la pobreza, año a año, a lo largo de la última década. Es, además, el país del mundo que más acuerdos de libre comercio tiene con el resto del mundo.

Pero todo eso molesta enormemente a Chávez, que ahora está empeñado en complicarlo, a su manera, por supuesto. Quizás por esto, ante su aparente fracaso en ingresar al MERCOSUR (organismo regional al que -cabe puntualizar- fuera especialmente invitado por nuestro Presidente, Néstor Kirchner, cuya política exterior pasará a la historia por el increíble abandono de escenarios y el insólito número de conflictos generados) Chávez habla ahora de “cambiarlo” por su regreso a la Comunidad Andina de Naciones, de la que se apartara el año pasado enojado por los intentos peruano y colombiano de cerrar acuerdos de “libre comercio” con los Estados Unidos, lo que, para Chávez, es inaceptable. Primero, porque tiene un resentimiento notorio contra los Estados Unidos; segundo, porque no hay mayor “demonio” que el “libre comercio”, ni mejor ángel que el aislamiento.

El fracaso en el intento venezolano de ingresar al MERCOSUR se lo deberíamos al Parlamento brasilero que, insultado por Chávez, no ha aprobado su ingreso al MERCOSUR, lo que, conociendo a Chávez, pondría a la región en riesgo de disolución. Ni con sus inmorales “valijas” Chávez podría “arreglar” esto. Brasil está ofendida.

Para peor, tampoco Paraguay ha hecho lo suyo para aceptar a Venezuela en el MERCOSUR. La mitad de los socios del MERCOSUR, entonces, arrastran los pies, cuando de Chávez se trata. Y es bastante más que caminar “con pies de plomo”. Es desconfianza. © www.economiaparatodos.com.ar

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