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jueves 26 de marzo de 2009

El mundo se encamina a una gran depresión (nota III de IV)

Las mejores recetas contra la crisis económica no resultan exitosas porque no logran reconstruir el valor moral que subyace en este temblor financiero global: la confianza.

En un artículo anterior examinamos las reglas progresistas que gestaron la crisis mundial. Ahora reflexionaremos sobre el proceso que empuja al mundo hacia una gran depresión.

La confianza no es una variable económica

La crisis financiera global se ha convertido en un tembladeral y las mejores recetas sucumben porque chocan contra la desconfianza de quienes han sido estafados. Los grandes bancos tampoco confían entre sí y se resisten a operar entre ellos. Con lo cual, la circulación del dinero y el crédito se encuentra bloqueada.

La confianza y la desconfianza no son variables económicas, sino categorías morales. Son juicios de valor personales, muy sutiles. Dependen de la conducta que los demás demostraron en el pasado y del recelo que se pueda tener sobre su comportamiento futuro.

En los mercados mundiales, la confianza está herida por tres motivos:

1º. Los responsables de la bancarrota mundial en lugar de ser sancionados han sido premiados con suculentas gratificaciones. Uno de los ejemplos es el salvataje de la aseguradora AIG por u$s 180 mil millones. Sus directivos se apresuraron a cobrar u$s 165 millones en bonus extras pese a su delictuosa gestión.

2º. No hay ninguna certeza sobre la tangibilidad de los certificados financieros. No representan nada, nadie los garantiza y no hay registros en ningún lado.

3º. Los gobiernos de EE.UU. y Europa no se animan a dictar reglas de disciplina que inspiren confianza. Mantienen las mismas reglas financieras que provocaron el colapso y no castigan a los responsables. Por lo cual, todo lo que ocurrió podría volver a suceder en cualquier momento.

Tremenda magnitud de la crisis

El Bank for International Settlements de Basilea (BIS, Banco de Pagos Internacionales) ha calculado que el valor nominal de los activos tóxicos asciende a u$s 600 trillones según lo manifiesta el excelente economista peruano Hernando de Soto en la revista “Enlace Nacional”, Perú, 12 de enero de 2009.

Estos activos envenenados se originaron por la securitización al crearse títulos de propiedad súper abstractos. Durante años los bancos de inversión, emitieron documentos legales sobre activos, al cual agregaban otros instrumentos legal -como las hipotecas- que cargaban a su vez, el valor de otro activo. Ambos papeles se empaquetaban y añadían a otros documentos securitizados. Luego, se subdividían, re-subdividían y repartían en infinitos paquetes de los hedge funds. Hoy, nadie sabe dónde están, cuáles son, cuánto valen, qué garantía los cubre, ni quiénes los poseen. Entonces se justifica la desconfianza sobre títulos de propiedad abstractos que nadie, nunca y en ningún lugar ha registrado. Se trata de un fraude o de una falsa promesa, que para el caso es lo mismo.

Para tener idea de esta magnitud el propio BIS señala que el PIB del mundo entero suma un poco menos de u$s 60 trillones. Los papeles envenenados son diez veces más grandes que todo el PIB universal.

Pavorosa destrucción de moneda

Cuando el 15 de septiembre 2008 se desató la crisis, con la quiebra de Lehman brothers -el cuarto banco más importante de Estados Unidos- el valor de la liquidez disponible comparada con la posición actual indica una pavorosa destrucción de riqueza monetaria.

TÍTULOS MONETARIOS
U$S Septiembre 2008
Septiembre 2008
Febrero 2009

• Derivados financieros
• Hipotecas subprime
• Bonos Bernard Madoff
• Bonos Stanford Bank

601,1
trillones de U$S
716
0

• Certific. money-market
• Bonos a corto plazo

12,5
trillones de U$S
15
11,2

• Billetes U$S
• Circulantes

837,6
mil millones de U$S
1
1,8
Fuente: Bank for International Settlements, Basilea, 2009.

Adviértase que los activos tóxicos, en setiembre 2008 equivalían a 716 veces la masa global de billetes dólares circulantes. En febrero 2009 valen cero dólares (u$s 0) porque ninguna firma de auditores locales o internacionales -en su sano juicio- se animarían a valuar estos activos con otro valor que cero. En cambio la cantidad de billetes dólares circulantes ha crecido 1,8 veces de u$s 837,6 mil millones a u$s 1.507,7 mil millones por las emisiones de salvatajes hechas por los gobiernos de George W.Bush y Barack Obama. Por el contrario, la proporción de depósitos a plazo, ha descendido de 15 a 11,2 veces como consecuencia de la desconfianza de los ahorristas y la caída en la velocidad de circulación del dólar. Los ciudadanos vuelven a ahorrar sin confiar en los bancos, atesoran billetes y no se endeudan. Una cuantiosa masa de moneda se ha desintegrado como si fuera una fisión nuclear. La suma dineraria evaporada es tan enorme que no alcanzan las imprentas del mundo entero para reemplazarla por billetes, trabajando durante varios años seguidos. Este es el corazón de la crisis.

Barack Obama no encuentra la vuelta

Tanto Henry Paulson, secretario del Tesoro de George W.Bush, como Timothy Geithner, nuevo secretario de Barack Obama, no encuentran la vuelta para el salvataje de grandes bancos, las contaminadas Fannie-Mae y Freddie-Mac y la imprudente aseguradora AIG. La razón es la siguiente.

Ambos bosquejaron un programa TARP (Troubled Assets Relief Program) destinados a comprar a los bancos los papeles tóxicos para retirarlos del mercado. Pero a los pocos días cambiaron el plan por la idea de recapitalizar 3 o 4 grandes bancos y salvar 2 o 3 grandes industrias. Eso ocurrió porque nadie sabía dónde están escondidos los activos tóxicos.

Por primera vez en la historia del capitalismo, los papeles que representan una propiedad privada no están registrados en ningún lugar, no se sabe qué representan, se ignora qué activos integran y en qué bancos o entidades financieras están contabilizados.

El mal sólo se puede corregir cuando estos papeles tóxicos se rescaten y destruyan. Por eso existe una poderosa corriente de opinión en EE.UU. que piensa que los grandes bancos poseedores de tales activos envenenados deben caer en bancarrota. Si ello no ocurre, lo más probable es que la situación corra hacia una depresión donde la economía quedará estancada por muchísimos años. El Banco de Inglaterra estima que esta situación volátil podría durar 5 años.

Circunstancias que causan indignación

La estrategia desplegada por Barack Obama está contagiada por la presión lobbista de núcleos del Partido Demócrata. Algunos de sus colaboradores fueron los mismos personajes que -en el gobierno de Clinton- crearon las condiciones legales de este tembladeral.

Pero las medidas que más indignan a los mercados son las siguientes:

1º sólo salvan a grandes bancos que no fueron los de mejor desempeño, premiando a los responsables del fracaso. Por eso al proceso lo llaman “vulture capitalism” (capitalismo buitre)

2º no se hace pagar el pato a los imprudentes que se metieron en deudas hipotecarias que no podían pagar, con lo cual la crisis de insolvencia se ha convertido en “meltdown” (depresión).

3º imbuido de un fatuo fuego keynesiano, el gobierno norteamericano ha sancionado un fenomenal déficit que supera el 12 % del PIB y llevado el gasto público al paroxismo. A ciencia cierta, nadie sabe quién va a pagar la cuenta. El endeudamiento gubernamental de EE.UU. llega al tope. China ha pedido garantías de mantenimiento del valor en los bonos del Tesoro. Se han caído los ahorros del Estado y el gobierno ya no tienen margen adicional para financiar nada. De manera, que la política de Barack Obama está incubando para los próximos años, una burbuja de bonos del Tesoro y una feroz inflación con recesión. Entonces será la caída del dólar, pero hoy nadie está en condiciones de saber cuándo ocurrirá este nuevo colapso, fruto de la avaricia y la torpeza humana.

La reforma del sistema capitalista

Con respecto a la supuesta muerte del capitalismo, ello no pasa de ser un “wishful thinking” (sueño) de los enemigos de la propiedad privada y la libre iniciativa. En el mundo entero, nadie sensato propone una forma de planificación central como la de la ex Unión Soviética, ni una economía dirigida como la del nacionalsocialismo del III Reich, ni una estatización de la actividad económica como ocurrió en la Inglaterra laborista de postguerra (1945-1955).

Equivocadas o no, las medidas tienden a fortalecer el sistema capitalista, respaldando las empresas, sin sustituirlas por empresas públicas.

Lo que sí comienza a pensarse es que el capitalismo debe estar sujeto a reglas de rígido cumplimiento y que el mundo económico tiene que volver a aceptar que el sistema capitalista necesita desenvolverse dentro de un marco moral, porque sólo con esta base la propiedad privada y la libre iniciativa pueden adquirir un alto valor social.

Sin embargo, las gigantescas organizaciones públicas o privadas, el culto de lo colosal que practican los gobiernos, los grandes conglomerados económicos y la ingeniería financiera ideada para concentrar recursos y manipularlos políticamente, constituyen todos ellos el enemigo nº 1 de la propiedad privada.

Acerca de esta idolatría por lo masivo y gigantesco, sin parangón en la historia mundial, vale la pena releer las ideas de uno de los más ingeniosos pensadores del siglo XX, el británico Gilbert K. Chesterton. Decía el célebre escritor: “La diferencia ideológica actual -y la de todos los siglos- no ha sido entre capitalismo y socialismo, sino entre lo grande y lo pequeño. Grandes son los gobiernos, grandes son las empresas públicas, grandes son los bancos internacionales y grandes las corporaciones hiper-apalancadas. Pequeños son los trabajadores por cuenta propia, pequeñas son las familias, pequeñas son las explotaciones agrícolas personales y pequeñas son las empresas atendidas por sus dueños. Entonces ¿qué más me da que todas las tierras del Condado sean propiedad del Estado o sean propiedad de un monopolio dirigido por el duque de Wellington?”.

El mundo financiero ha olvidado por completo que, para que exista un mercado de competencia perfecta, quienes en él operan deben ser muchas unidades de pequeño tamaño, tanto en la oferta como la demanda. El orden social de la libertad no puede crecer en un mundo de organizaciones gigantescas o de instituciones enormes, que sacrifican al individuo en aras de la eficiencia. Siempre, los criterios macro terminan sofocando las aspiraciones y esperanzas micro. El sistema capitalista es un sistema de propiedad privada de personas individuales, basado en reglas morales, que requiere:
a) Amplia difusión de la propiedad privada, registrada.
b) Seguridad jurídica en la posesión pacífica de los bienes. d) Respeto irrestricto a la palabra empeñada.© www.economiaparatodos.com.ar

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