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jueves 9 de abril de 2009

Feroz ataque a la iniciativa privada

La pasión por crear y hacer en forma independiente está siendo sometida en la Argentina a una verdadera batalla de aniquilamiento, dirigida por el terrorismo económico de un Estado absolutista.

Dentro de las reiteradas actitudes que conforman el estilo de gobierno del matrimonio Kirchner, se encuentran dos cuestiones que causan estupor. En primer lugar, la tozudez en reconocer la realidad, tanto en materia de seguridad como en información estadística relevante. En segundo término, una inexplicable perfidia contra la iniciativa privada, mediante agresivos discursos y medidas legales que intentan someterla a un control político claramente totalitario.

En los siglos de historia de la humanidad han existido tres edades de la economía. En la época más arcaica, los regímenes políticos ignoraban la iniciativa privada subordinando la economía al poder político. En la segunda etapa, iniciada con el Renacimiento, surgió una economía emancipada e independiente de la política, que provocó la abundancia de bienes, el esplendor del arte y la belleza del diseño. En la tercera etapa, inexorablemente apareció el socialismo de estado que volvió a subordinar la economía a la política, provocando la decadencia de las civilizaciones y la miseria de los pueblos.

En esta última época cultural se encuentra Argentina en el preciso momento histórico que estamos viviendo.

¿Dónde y cómo se produce la agresión oficial contra la iniciativa privada?

El matrimonio gobernante parece obsesionado por los miedos que él mismo provoca y apunta su venganza contra la iniciativa privada atacándola por distintos flancos.

En primer lugar con la intervención de los mercados; la prohibición de exportar o ejercer alguna industria lícita; la engorrosa multiplicación de trámites para realizar simples operaciones comerciales; el violento arrebato de fondos privados jubilatorios; el expolio del campo mediante las retenciones; la designación de comisarios políticos en el directorio de sociedades; la desvergonzada exigencia de comisiones para pagar compensaciones y contratos con el Estado; el empleo de organismos de fiscalización impositiva como ariete para lograr sumisión política; la nacionalización de empresas mediante su ahogo financiero; el control partidario de las mayores y más grandes empresas; y la presión extorsiva utilizando grupos sindicales facciosos.

La iniciativa privada en Argentina está siendo sometida a una verdadera batalla de aniquilamiento, dirigida por el terrorismo económico de un Estado absolutista.

Importancia de la iniciativa privada

Sin iniciativa privada ningún país del mundo tiene posibilidad de progreso, de creación de nueva riqueza, ni distribución equitativa de la renta.

Cuando una persona –que nunca antes se dedicaba a los negocios- decide arriesgar los ahorros de su vida en una idea de cuyo éxito está segura, algunos de sus asociados, quizás sus familiares o inclusive algún asesor impositivo, le advertirán que “puede perder hasta los pantalones”.

El consejo siempre llega de la mano de esta frase “si fuera tan fácil, alguien lo habría hecho antes”. Pero ése es el consejo de los timoratos que suelen revestirse de prudentes para justificar su indolencia.

De todas maneras, algunas personas -no muchas- suelen tener una pasión por hacer, crear y ser independientes.

Sienten confianza en sí mismas y están animadas por un coraje a prueba de fracasos. Piensan que aquellos que les aconsejan “no meterse en camisas de once varas”, no ven la realidad como ellos la perciben. Ven oportunidades donde otros sólo aprecian dificultades.

Son emprendedores, personas de carácter y con iniciativa, que saben pensar como hombres de acción y actuar como hombres de pensamiento.

Están convencidos de que si logran reunir un grupo de buenos colaboradores y llevar adelante la idea que los guía, saldrán airosos y mejorarán la situación de su familia, arrastrando a quienes colaboren en el emprendimiento. (*)

Curiosamente, quien mejor comprendió esta situación y señaló la importancia de preservar el fuego sagrado de la iniciativa privada fue el papa Karol Jozef Wojtila en su encíclica “Centesimus Annus”, del 1º de mayo de 1991.

Cómo surge la iniciativa privada

La iniciativa privada comienza a madurar cuando una persona -que trabaja bajo relación de dependencia- se da cuenta de que se presenta la oportunidad para independizarse y comprende que la ocasión es ahora o nunca.

Para comenzar un nuevo emprendimiento se lanza a pedir ayuda financiera a sus amigos y familiares. Generalmente el apoyo de la esposa y la cooperación de sus hijos son piedras fundamentales para animarlo a dejar de ser empleado y convertirse en empleador.

En ciertos casos se hace cargo de una vieja empresa familiar, trata con el personal existente que todavía conserva antiguas conductas de lealtad e intenta efectuar cambios sin mucho capital pero que suplementa con gran voluntad, energía y visión de futuro.

Hoy no abundan los emprendedores. Son una minoría de individuos lanzados a la acción con grandes esperanzas, ideas claras y poco capital. Para triunfar en los negocios necesitan tres virtudes esenciales alrededor de las cuales girará el éxito de su vida y de los negocios.

No les interesa tanto ganar dinero, aun cuando ello sea esencial para progresar y medir si han acertado en su visión de las oportunidades.

Tales virtudes han sido enumeradas con claridad por el papa Karol Jozef Wojtila en la mencionada encíclica:
1º. la pasión por crear,
2º. la organización de una comunidad de trabajo,
3º. el realismo práctico.

Pasión por crear

La pasión por crear es la primera virtud necesaria en los emprendedores, para lo cual tienen que armarse de coraje, trabajar duro, persistir en el intento y mantener una fe inclaudicable en la misión propuesta.

La empresa con la que sueñan, debe crecer en una atmósfera de hábito creativo, es decir con inclinación de sus integrantes a prestar atención en las exigencias de los clientes, a desarrollar el hábito de discernir aquello que conviene y lo que perjudica, y a la habilidad para descubrir lo que los demás aún no saben ver.

También necesitan de una gran capacidad para actuar con perspicacia de manera que conviertan en realidad cosas que antes no existían, pero que servirán perfectamente para satisfacer necesidades.

Esta pasión por crear debe ser más poderosa que el interés por buscar una renta financiera, porque si así no fuese, la empresa se convertiría en una grosera apuesta especulativa que se ofrece en venta al primer postor que formule una propuesta interesante.

La iniciativa privada, la invención, el descubrimiento y las nuevas ideas son la fuente más dinámica de riqueza que el mundo haya conocido alguna vez. Y la buena combinación entre el trabajo de los colaboradores con el conocimiento tecnológico, será el cambio crucial, el aspecto fundamental creador de valores en forma inteligente y perdurable.

¿Cuál es la causa de la riqueza de las naciones?

La riqueza de las naciones está fundada en una clase de propiedad más importante que el dinero, la posesión de inmuebles o la abundancia de recursos naturales. No es otra que esa forma peculiar de ingenio e intuición llamada iniciativa privada. Consiste en poseer el know-how, la tecnología, la capacidad para ver las oportunidades y la férrea voluntad de hacer.

Organización de una comunidad de trabajo

La segunda virtud necesaria para que existan emprendedores, es la organización de una comunidad de trabajo con sus colaboradores. Tal construcción, requiere honestidad en la conducta, generosidad para reconocer los méritos ajenos y un amplio espíritu de justicia, incluyendo el coraje de expulsar a quienes se constituyan en obstáculos insalvables del proyecto.

Cada día resulta más claro que el trabajo de una persona se encuentra naturalmente interrelacionado con el trabajo de los demás. En el mundo actual, el trabajo es trabajo con otros y trabajo para otros.

Desde sus comienzos la moderna economía de empresas se fue convirtiendo en un sistema global interrelacionado, donde se produce la riqueza de las naciones, de todas las naciones. Nadie puede aislarse, cada uno depende de los demás.

Actualmente, se necesita un trabajo disciplinado en estrecha colaboración, con personas que comprendan la idea motriz de la empresa y que sirvan para organizar una comunidad laboral más extensa. Dicho de otra manera, el emprendedor con iniciativa debe convertirse en líder de su propia empresa, dar el ejemplo y demostrar que está construyendo una comunidad de trabajo con todos sus integrantes.

No es tarea fácil lograr espíritu de equipo, disciplina industrial, capacidad de innovación y aptitud para buscar soluciones en lugar de crear problemas.

Pero cuando se logra, la empresa termina formando una especie de familia con los clientes, proveedores, banqueros, fleteros transportistas, asesores, agentes auxiliares e intermediarios que demuestran la interdependencia de la raza humana gracias a la división del trabajo.

La principal contribución del capitalismo al progreso social de la humanidad, no es el individualismo egoísta y usurero, sino una institución natural: la empresa privada independiente del Estado. Su principal propósito consiste en participar de la creación de nueva riqueza para trascender la riqueza existente antes que naciera. En la empresa, la iniciativa privada significa una participación espiritual en la magna obra de la creación.

Cuando la empresa obtiene ganancias y remunera bien a sus integrantes, demuestra que los factores productivos han sido empleados en forma adecuada y que satisface las necesidades humanas de todos sus clientes. (*)

En este tipo de empresa el hombre descubre que está hecho a imagen y semejanza de un Ser superior, porque es creativo y coopera para que la creación humana alcance la perfección. Tal es el elemento más importante en la vocación de cada uno y para construir una sociedad cada vez más justa.

Realismo práctico

La tercera virtud necesaria para quien posea iniciativa personal, está relacionada con la sabiduría práctica. Los individuos que encaran una empresa, ponen en juego sus carreras, sus ahorros y asumen graves responsabilidades con sus semejantes, para lo cual necesitan estar en contacto con la realidad.

No es muy fácil hacer bien las cosas.

Hay que saber mucho de oportunidad, tener suerte, enfrentar las contingencias, lograr buena fortuna y sentirse felices de tomar ideas donde sea que se encuentren. Para tener éxito hay que estar buscando sorpresas, porque el hecho de aislarse sin contactos con la realidad produce la ruina y el fracaso.

En la mayor parte del tiempo, los individuos con iniciativa tienen que estar pensando en el bien de su empresa. ¿Cuáles son las prioridades? ¿Qué debería hacer hoy? ¿Quién está atento al problema tal o cual? ¿Quién se está ocupando del asunto A o B? ¿De qué manera sorprenderemos a la competencia en la próxima temporada? ¿Cómo podemos hacer mejores productos con menores costos? ¿Qué nuevos mercados podemos abastecer? (*)

Los negocios están orientados hacia la acción nunca hacia la introspección filosófica. La acción necesita metas. Alcanzar las metas requiere de estrategias. Las estrategias se logran cuando se emplean tácticas adecuadas. Cada una debe ajustarse al personal existente y a los recursos disponibles.

La necesidad de demostrar realismo práctico es una cuestión esencial para asegurar la supervivencia del éxito y evitar el fracaso de la bancarrota.

Para poner en práctica estas tres virtudes, el hombre emprendedor necesita de una ética de los negocios, que significa mucho más que respetar las leyes o no violar la moral. Significa imaginar y crear un nuevo mundo basado en la creatividad individual, en la comunidad, el realismo y otras cualidades de la libre iniciativa. Significa respetar el derecho de los demás. Significa dar forma a una cultura digna de hombres y mujeres libres.

Amenazas inminentes

Este espíritu con sus virtudes anexas es imprescindible para tener un país ordenado, en paz social y con bienestar para todos. Pero hoy está siendo socavado e impiadosamente agredido por la actuación de un gobierno que pretende imponer su ideología absolutista en todos los ámbitos de la actividad social y económica.

La intromisión del Estado en el seno de las empresas trastorna el orden natural de las cosas y violenta el hecho de que la economía -como las demás ramas de la actividad humana- no son por naturaleza intrínseca una institución del Estado, sino el producto viviente de la libre iniciativa de las personas y de las agrupaciones voluntariamente organizadas.

Se trata de un derecho humano fundamental, derivado de la vida civilizada y de la tradición secular de nuestra cultura occidental.

Por eso mismo, la misión del derecho público y del derecho administrativo debe servir al derecho privado sin reemplazarlo ni absorberlo o impedirlo.

Hoy está ocurriendo exactamente lo contrario y así estamos viendo cómo se implanta la decadencia futura de todos los ciudadanos. © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio I. Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad.

(*) Novak, Michael, Los negocios como vocación, Emecé Editores, Buenos Aires 1998.

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