lunes 11 de abril de 2011
CONVERTIBILIDAD: CONTINUANDO EL DEBATE CON CAVALLO
El viernes pasado un amigo me mandó un mail con una nota que Domingo Cavallo había escrito en su blog contestando a mi nota de la semana pasada sobre la convertibilidad. Aquí va mi respuesta.
En la nota de Al Inicio de la Semana de la semana pasada escribí sobre la convertibilidad dado que pocos días atrás se cumplieron 20 días de su implementación. El lector puede ver la nota en el archivo.
El viernes pasado un amigo me mandó un mail con una nota que Domingo Cavallo había escrito en su blog contestando a mi nota (http://www.cavallo.com.ar/?p=1136). La leí y consideré que valía la pena responderle algunos puntos, por lo tanto escribí mis primeros comentarios en su blog. Dado que el tema cambiario da para mucho es que decidí escribir esta nueva nota, que tiene dos objetivos: a) analizar algunos puntos de interpretación sobre lo que dije y 2) pensar hacia el futuro.
Como creo que Domingo Cavallo y yo tenemos el mismo problema: los dos somos demasiados impulsivos a la hora de defender nuestras ideas y eso nos lleva a poner demasiados adjetivos calificativos en nuestras notas. Por eso, voy a intentar controlar el teclado y no dejarme llevar por el fervor del debate al punto de agregar adjetivos que puedan ofender. Creo que Domingo Cavallo y yo no tenemos intención de intercambiar ideas al estilo K, donde el otro es el enemigo porque piensa diferente. Por lo tanto, el desafío es mucho más interesante porque uno debe concentrarse en esgrimir argumentos y no en etiquetar al otro de tal o cual cosa, una triste realidad que hoy vivimos los argentinos.
El otro punto es que no pretendo en esta nota ganar la discusión, sino intercambiar ideas, y de ese intercambio lograr alguna propuesta de solución hacia el futuro para una Argentina que me niego a que sea un país inviable.
Sobre la nota de Cavallo solo quiero pedirle dos cosas. La primera con todo el buen humor posible, pedirle que escriba bien mi apellido: no es Cachanoski, sino Cachanosky. Ya bastante tengo con lo mal que lo escribieron en migraciones cuando mi abuelo llegó de Ucrania a principios del siglo XX, como para seguir cambiándolo. Segundo, una aclaración: Cavallo dice: “Yo leí sus artículos desde que él comenzó a escribir, en la época en la que yo ya había dirigido durante más de 10 años el principal Instituto de investigación económica de la Argentina, me había Doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba y en Economía en la Universidad de Harvard, había sido profesor Universitario por más de 20 años , había sido Diputado Nacional, había manejado durante un año y medio la política exterior de la Argentina y comenzaba a manejar la política económica en medio de una crisis hipeinflacionaria provocada por un un Estado ineficiente, corrupto y totalmente desorganizado”. Estimado Domingo, yo empecé a escribir regularmente en 1985 todos los domingos en el diario La Prensa, cuando lo dirigía mi estimado amigo Maxi Gainza Paz. De todas maneras, tener publicadas notas desde mucho antes no me da la razón, pero sí hay un dato relevante en las fechas mencionadas. Cuando salió la convertibilidad la primer nota al respecto la escribí justamente en La Prensa y defendí el fondo de la idea de ir a la convertibilidad, lo cual, por cierto, me trajo bastantes debates con amigos economistas que compartían mis ideas principales de libertad económica y gobierno limitado. En ese momento pensaba en la convertibilidad como un sistema similar al del patrón oro de fines del siglo XIX y principios del XX cuando rigió la Caja de Conversión.
Pero todo lo anterior son anécdotas que no hacen al fondo del problema y no le agregan nada al lector. Me interesa más concentrarme en otros puntos del debate.
Primer punto a aclarar, que creo que se debe a que Domingo se le pasó por alto. El dice que yo sustuve lo siguiente: “la inflación no bajó a cero de inmediato sino que, durante el primer año de la convertibilidad, fue del 20 %, argumentando que esto era inconsistente con el tipo de cambio fijo”. Yo no digo eso en la nota, digo textualmente: “Recordemos que en 1989 habíamos tenido hiperinflación, que en diciembre de ese año se hizo el plan Bonex que confiscó parte de los depósitos bancarios y que a principios de 1991 la tasa de inflación estaba en el orden del 30% MENSUAL”, agregando inmediatamente: “Una vez establecida la convertibilidad, la tasa de inflación bajó rápidamente, si bien en el primer año siguió siendo inconsistente con el tipo de cambio fijo de la convertibilidad, lo cual le sumó un problema adicional al tipo de cambio real bajo en el que se entró a la convertibilidad”. Puesto en otras palabras, lo que digo es que ANTES de entrar en la convertibilidad había una inflación muy alta, que la convertibilidad logró bajarla fuertemente (un mérito de la misma) y que a pesar de bajar en forma abrupta, por un tiempo siguió siendo alta para la convertibilidad. No es una crítica, sino una simple descripción de los datos del INDEC, cuando esa institución era creíble. De paso debo reconocer que durante la gestión de Cavallo y también Roque Fernández se mejoró bastante la información económica, se la mantenía al día y no estaba distorsionada. Por ejemplo, en los años de Alfonsín no se publicaban los movimientos de tesorería y luego sí comenzaron a publicarse con regularidad. Pero que quede en claro, en ninguna parte digo que la inflación fue del 20% durante la convertibilidad, digo que antes de entrar estábamos en niveles muy altos y que luego siguió, a pesar de haber disminuido, siendo alta para un esquema de convertibilidad.
El otro punto a aclarar es el siguiente. Yo digo en la nota que uno de los errores de esos años fue aumentar el gasto público, y Domingo Cavallo me dice que él bajó el gasto en 10 porcentuales del PIB. Recurro a los datos de ASAP (Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública), institución que creo que vamos a convenir con Domingo que es muy seria, y los datos indican que el gasto relevante, que es el gasto público consolidad del sector público argentino, se mantuvo en el orden del 31% y empieza a crecer en 1995 pero se acelera en el 2000 al 33,8% y llega al 35,7% en 2001.
Yo no personalizo el gasto público y la convertibilidad en Cavallo, dado que él estuvo hasta 1996 y la convertibilidad siguió aún después que él se fue del gobierno y luego volvió. Lo que digo es que el gasto aumentó y esto generó déficit fiscal. Recurriendo nuevamente a ASAP, el déficit fiscal aparece en 1994 y va aumentando en los años siguientes, lo cual llevó a un endeudamiento creciente. La misma fuente de información dice que la deuda pública pasó del 30,4% del PIB en 1992 al 53,7% en 2001. Si la deuda creció es que porque el gasto subió más que los ingresos. De manera que el punto no es si Domingo Cavallo subió la deuda o no. El punto es si habiendo convertibilidad creció la deuda. Dejemos las personas afuera y concentrémonos en los hechos y en los conceptos. Y los datos dicen que sí. Las explicaciones de por qué subió la deuda son para otra nota, pero lo concreto es que hay una inconsistencia entre convertibilidad, aumento del gasto y de la deuda.
El mensaje es simplemente advertir que no hay sistema monetario que pueda resistir si el Estado gasta más de lo que le ingresa. Y me animaría a agregar un punto importante. Tal vez lo relevante no sea el nivel del déficit fiscal sino el nivel de gasto público y su calidad. Y este comentario no corre para la convertibilidad sino para casi todos los gobiernos argentinos desde hace décadas y cualquier política cambiaria. Los gobiernos no solo aumentan el gasto, que genera ineficiencia en la asignación de los recursos, sino que además crece con una calidad cada vez más alarmante. Diría, y esto ya fuera de la convertibilidad, que si un país tiene un gasto de, digamos, el 10% del PIB y un déficit fiscal del 0,5% del PIB es mucho más sostenible y eficiente que tener un gasto del 45% del PIB sin déficit fiscal. ¿Por qué? Porque en el primer caso un déficit de ese nivel no haría explotar la economía ni le quitaría competitividad y en cambio un gasto del 45% y encima ineficiente, produce fenomenales problemas de eficiencia y asfixia impositivamente al sector privado. Algo que hoy ocurre y sin piedad.
Pero ahora voy a ir a otro punto, que a mi juicio es el más relevante en este intercambio de ideas con Cavallo y que tiene que ver con el tipo de cambio en el cual se entró en la convertibilidad. Creo que Domingo Cavallo me reconocerá que no es indiferente el tipo de cambio que uno elija para entrar en una convertibilidad. Si uno elije un tipo de cambio muy bajo, distorsiona un precio relativo que es, justamente el tipo de cambio, y puede hacer que los precios en dólares internos sean artificialmente altos. Si uno elije un tipo de cambio muy alto, también distorsiona los precios relativos porque cierra la economía a la competencia externa y va hacia un modelo de sustitución de importaciones, algo, desde mi punto de vista, totalmente ineficiente. Definir un tipo de cambio para entrar en convertibilidad no es tan sencillo.
En alguno de sus comentarios Domingo Cavallo afirma que la convertibilidad se inspiró en Hayek, entiendo que se refiere a su libro Desnacionalización de la Moneda. Yo tengo la edición de la Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aries, 1980. En realidad Hayek propone, como también lo dice Cavallo en su comentario, una competencia de monedas. Hayek dice que incluiría a los bancos como oferentes de sus propias monedas. Es decir, los bancos podrían emitir su propia moneda en competencia con la estatal. Y sobre este punto Hayek dice que si él tuviera un banco que emitiera una moneda, emitiría esa moneda respaldándola con una canasta de bienes. Es decir, la oferta al público de la moneda de ese banco privado sería tener una moneda en la que le aseguraría a la gente que, con su moneda, podría comprar siempre la misma cantidad de bienes de esa canasta, pero el corazón del libro de Hayek es la inclusión de monedas privadas y competencia entre ellas. La posibilidad de la gente de hacer contratos en la moneda que le venga en ganas.
Formulada esta aclaración sobre Desnacionalización de la Moneda de Hayek, vuelvo a un punto que para mí es el más crucial del debate. El nivel del tipo de cambio. Como sería imposible ponerse de acuerdo sobre cuál era el número exacto para definir la convertibilidad en ese momento, voy a encarar el tema por otro lado. En primer lugar, al igual que Cavallo, yo no creo que los problemas estructurales puedan resolverse con una devaluación. Como lo he dicho en infinidad de oportunidades, las devaluaciones solo buscan esconder detrás de un tipo de cambio “alto” las ineficiencias de la política económica. La productividad de la economía no la definen su tipo de cambio sino la calidad de la política económica, es decir, mercados desregulados, legislación laboral flexible, bajo nivel de gasto público, reducida carga tributaria, un modelo impositivo que no distorsione la asignación de recursos o que la distorsione lo menos posible, apertura de la economía (ya sé que hoy decir esto en Argentina es un sacrilegio) y sobre todo estabilidad en las reglas de juego. Previsibilidad en las políticas públicas y rule of law.
Por lo tanto, cuando en mi primera nota digo que se eligió un tipo de cambio bajo para entrar en la convertibilidad, lejos estoy de proponer que la solución a los problemas estructurales argentinos sean las devaluaciones. O que hubiese sido preferible tener un dólar caro para cerrar la economía. Solo digo que la elección del tipo de cambio para entrar en convertibilidad es muy complicada y que puede cometerse el error de entrar muy bajo o muy alto, distorsionando la asignación de recursos. Optar un tipo de cambio de convertibilidad implica evitar distorsionar los precios relativos.
Y aquí viene otro punto. Supongamos que un país tiene tipo de cambio flotante libre, libertad de monedas, un mercado desregulado, respeto por los derechos de propiedad, etc. Ese país atraería inversiones, ingresos de capitales y su moneda se fortalecería, algo que sería bueno para la población. Yo soy partidario de una moneda fuerte respaldada por políticas eficientes y rechazo tener políticas ineficientes y esconderlas cada tanto con devaluaciones para tener una moneda débil que perjudica a los asalariados y beneficia a unos pocos que sustituyen importaciones y, de paso, en vez de corregir el exceso de gasto público se lo licúa con inflación y devaluación a costa de los sectores de menores ingresos.
En mi humilde opinión, cuando se entró en la convertibilidad, se optó por un número que asumía que todas las reformas estructurales ya estaban hechas y en rigor eso todavía no había ocurrido. Y si bien las privatizaciones, la desregulación de la economía y otras medidas tendieron a fortalecer el peso, pienso que el flanco del gasto público le quitó fortaleza neutralizando parte de la eficiencia que se ganaba con las otras medidas, aumento del gasto que no le corresponde solo a la gestión de Cavallo en el ministerio de Economía dado que la convertibilidad siguió hasta el 2001.
También digo en mi primer nota que hoy sería impensable volver a otra convertibilidad y Domingo Cavallo dice que sí es posible bajo otra forma. Es para el debate, pero, creo que Cavallo va a coincidir conmigo, que en Argentina, el Estado, y este gobierno en particular, ha roto toda la base del ordenamiento económico que es el respeto por los derechos de propiedad y las reglas de juego. La devaluación con la pesificación fue un primer paso, pero lo que ha hecho este gobierno en materia de derechos de propiedad y arbitrariedad en las reglas de juego nos quita credibilidad como país. Aún teniendo un buen precio de la soja y con políticas públicas eficientes y estables, el mundo y nosotros mismos esperaríamos bastante antes de invertir en un país que tiene una tradición de no respetar las reglas de juego. No es gratis cometer tantos destrozos institucionales. A este punto me refiero cuando digo que no veo viable una nueva convertibilidad hacia el futuro porque nuestro pasado, y en particular nuestro presente, ha destruido la confianza en la Argentina. Y recuperar ese activo es algo que lleva mucho tiempo. Supongamos que yo presto dólares y que luego viene un juez y me dice que mi deudor puede pagarme con chapitas de gaseosas, se rompe la credibilidad en los contratos que imperan en un país y resulta muy difícil convencer a la gente que vuelva a traer sus ahorros y los preste para consumir o invertir, porque no se tiene seguridad jurídica sobre los derechos de propiedad y el respeto por los contratos.
Si se acepta este punto de vista, es crucial al momento de pensar en qué hacer para recuperar esta Argentina decadente, que lo principal es imaginar el marco institucional en el que se implementarán las políticas económicas. Los economistas sabemos que no hay política económica viable si detrás de ella no hay seriedad en la dirigencia política y si la población sigue demandando populismo donde el objetivo es gastar sin generar los ingresos para realizar ese gasto y el negocio es vivir a costo del ingreso del vecino.
En síntesis, en primer lugar no creo que las devaluaciones sean el mecanismo de corregir los problemas estructurales de la Argentina y mucho menos la forma de ganar competitividad. La competitividad se consigue con políticas públicas eficientes. En segundo lugar, es altamente posible, y esto es una simple especulación, que si en abril de 1991 se hubiese comenzado por las reformas estructurales con tipo de cambio flotante, y esas reformas estructurales hubiesen generado confianza e ingreso de capitales, el peso se hubiese ido fortaleciendo (dólar barato) tal vez hasta llegar al nivel en que se entró en la convertibilidad (para horror de los partidarios de las devaluaciones). Con lo cual no hubiese sido necesario tener convertibilidad. Eso nunca lo vamos a saber. Pero la realidad es que primero se optó por un tipo de cambio para entrar en la convertibilidad para frenar la inflación y luego se implementaron reformas estructurales que, a mi juicio, no alcanzaron para corregir el tipo de cambio de inicio, particularmente por el lado del gasto público. Pero también puedo aceptar como contra argumento que en ese momento particular de la Argentina primero había que frenar la inflación para poder luego avanzar en otros temas. Es para el debate. Cavallo tendrá su posición, otros colegas economistas la suya y yo la mía. Mientras haya honestidad intelectual en el debate todos nos podemos enriquecer confirmando nuestras ideas o bien advirtiendo nuestros errores. En ambos casos salimos ganando porque el debate sincero nos permite confirmar o corregir nuestras posturas.
Tercero, el kirchnerismo ha generado una patética política en la que o se piensa como ellos o se es enemigo. El espíritu de esta nota y de la del lunes pasado, va en sentido contrario. Debatir con respeto los caminos para tener una Argentina mejor, donde el que piensa diferente no es mi enemigo.
Cuarto y último punto, ruego a quienes participan en este foro que las opiniones sean con todo el respeto tanto a Cavallo como a mi persona. Si queremos cambiar la Argentina, el primer paso es respetándonos cuando intercambiamos ideas.