Falta la definición del otro campeonato
Para aquellos consustanciados con el fútbol, bastante similar está el escenario político al escenario deportivo que vivimos el último domingo. Todo por definirse simultáneamente, en apenas unos pocos minutos. Sin embargo, en política nada es tan definitivo. Siempre parece quedar un tercer tiempo donde el marcador se puede alterar.La semana pasada parecía que el rumbo del país se definía en un solo día. Se habló del "Día D" como si fuera esta geografía el lugar donde se disputara una suerte de guerra fría. Claro que, vivir cada situación como si fuese un combate es lo que venimos experimentando desde hace 9 años a esta parte.
Quizás, lo más notable en el nuevo episodio de confrontación y ataques, se evidencia en las "hinchadas" constituidas esta vez por heterogeneidades. Tal como en las tribunas de los estadios en la definición del campeonato, hasta los más férreos adeptos a un equipo, estaban y están tomando parte por más de un partido. Así como el hincha de San Lorenzo bregaba por un triunfo de Rafaela, en otro plano encontramos a los sectores medios sumándose al reclamo de camioneros, de la Corriente Clasista y Combativa, y a otros actores a los cuales nunca antes se había acercado siquiera. Pasa en el deporte, pasa en la política…pasa en la vida.
En lo único que todas las partes involucradas no se diferencian es en un deseo concreto: que no haya violencia. Ni quienes vayan a movilizarse, ni el gobierno están en condiciones de soportar un muerto. Demasiada sangre se derramó entre oficialismo y gremios. Los muertos de Once, Mariano Ferreyra, pesan todavía en ciertas conciencias. Además, los recientes hechos acaecidos en Paraguay, de algún modo advierten que nadie gana si no hay paz.
Hay que evitar la desmesura en un contexto donde ésta, últimamente, es siempre pionera. Cualquier desborde, cualquier imprevisto o imponderable puede modificarlo todo en un instante. Las sospechas están a flor de piel igual que lo estaban en los partidos de ayer: ¿Y si hay arreglos previos? No parece que los hubiera si tenemos en cuenta la naturaleza intrínseca de los protagonistas. Ni Cristina Fernández, ni Hugo Moyano son figuritas que se rindan sin haberla luchado antes.
El paro nacional de camioneros puede no definir nada en concreto, pero irremediablemente establecerá el límite de un poder que hasta ahora parecía no tener freno. La Presidente se enfrenta, por fin, a un límite en su juego. Nada debe ofuscarla tanto, como saber que el mismo le es marcado por un personaje a quién ellos han acunado. Pelea de socios, guerra de egos y un único rehén entre medio: el pueblo. En definitiva, nada nuevo.
Nadie quiere comprender que un aval de ciertos sectores al jeque sindical, no implica un juramento de amor eterno. Hay una unión furtiva y pasajera que se soslaya en la necesidad de frenar la hegemonía de un poder enfermizo.
Que hoy la oposición la encarne el líder de la CGT no implica que se le otorgue un cheque en blanco. Esta puja de poderes se rige por un calendario donde la fecha clave recae en el 2013. Paradójicamente o no, ambos contrincantes buscan lo mismo: su continuidad en el poder. Para la Casa Rosada, las legislativas darán el primer veredicto hacia la posibilidad o no de reformar el artículo constitucional capaz de ofrecerles una reelección o dos o tres más. En esta guerra de Narcisos, la jefe de Estado, Hugo Moyano y hasta Daniel Scioli se miran al espejo, y todos se ven con la banda y el cetro. Lo triste de todo esto, es que no parece interesarle a ninguno la opinión del pueblo.
Qué la alianza Moyano-Gobierno terminaría diezmada era previsible, lo advertimos desde estas mismas páginas. Los tiempos se adelantan por una simple causa: la situación política, económica y social de la Argentina ya no es la misma que tuvieran años atrás los Kirchner. La kermés llegó al final, y el festival de cuotas para turismo y electrodomésticos es una anatema cuando la inflación no da más tregua.
Ahora bien, convengamos que si uno sabe quién realmente es, no necesita demostrarlo en un ascenso a primera, ni en una movilización repentina. Los espacios, los lugares son siempre circunstanciales, en cambio el poder se mantiene mucho más allá del sitio donde se está parado. En definitiva, el escenario se modifica paso a paso.
Nada es para siempre
Por eso, aquello que observemos el miércoles próximo, si bien es un dato de coyuntura inexpugnable, puede distar sustancialmente de lo que veamos otro miércoles cuando el calendario inaugure un nuevo año. Recordemos que en el 2011, más exactamente el 1ro de Mayo, Moyano copaba la Av. 9 de Julio rogando a la Presidente que se presente otra vez al acto eleccionario. Un año después ruega todo lo contrario…
Sin embargo, la traición es a la política lo que los minutos adicionados son a la definición de un campeonato. Jugaste bien los 90 minutos en el campo pero un traspié de segundos te cambia el resultado. Cristina lo sabe con creces, y quizás por eso anda cortando cabezas de supuestos aliados por todos lados: le tocó a Esquenazi, a Cirigliano, a Jaime, a Schiavi, a Rudy Ulloa y ahora el turno es de Moyano.
El dato a rescatar hoy es la ausencia concreta de fuerzas opositoras, enmarcadas en estructuras lógicas de una democracia, razón por la cual otros protagonistas ocupan el lugar vacío de las alternativas, aún cuando en el fondo no se distinguen en nada. La orfandad política de la sociedad se agudiza cada vez más.
Al gobernador de Buenos Aires fue el propio kirchnerismo quién le marcó el espacio del que ahora pretende desterrarlo más allá de que sea o no válido el método empleado. La reina que se creía impoluta, ha salido a comer alfiles y peones. El mal humor salta a la vista: no era ella quien debía ocuparse de las piezas menores. Rebelión en la granja porque Cristina reinaugura, con más fuerza todavía, una de sus características intrínsecas: la desconfianza de todos y todas.
Como hemos dicho un sinfín de veces, la concepción política del oficialismo es la construcción del relato más la implementación de batallas perpetuas. En ese contexto, desde hace tiempo tienen fijo un adversario: el grupo Clarín, Héctor Magnetto. Sumaron voluntariamente al gobernador bonaerense por no advertir a tiempo que si se sometió a la más ruin de las servidumbres, es porque tenía un fin capaz de hacer soportable el desdén y las humillaciones. Pero tampoco es dable esperar que el giro del ex motonauta, alcance un ángulo de 180 grados.
Scioli ira y volverá unas cuantas veces más, aunque no nos sorprendamos si de acá a un año, su voz se mimetiza con la de aquellos que hoy son los contrincantes del poder oficial. El giro de Moyano, en cambio, debe analizarse desde otro ángulo. La relación entre este y la Presidente se basó siempre en la conveniencia de ambos. Hoy, por el hecho de aspirar los dos a ocupar el mismo espacio, la convivencia se desvanece y la única salida es la calle.
El titular de camioneros sabe que hay razones concretas por las cuales podría ir preso, pero hoy esas razones no sopesan. Ponerlo tras las rejas, cuando se lo ha adoptado como la voz de los indignados, lo convertiría inexorablemente en un preso político, y de allí a la "beatificación" popular es cuestión de horas no más.
Lo cierto es que ambos bandos están fuertemente armados y ninguno dispara para defender a la gente sino para ganar espacio. La calle es también un trofeo indispensable. Cotiza alto. Ninguno tiene autoridad moral para justificarse, pero la intención que situó en primera instancia el sindicalista, le dio una ventaja adicional: su pedido es lógico y razonable desde todo punto de vista. Ni los intelectuales del gobierno nacional y popular pueden oponérsele. ¿Cómo defender impuestos progresivos que empobrecen cada vez más a los que menos tienen?
Moyano, sin ser un santo, la hizo bien esta vez, y eso enfurece aún más a la Presidente. Correrlo con la ley y el respeto institucional no se puede cuando nadie demostró más desdén por esos instrumentos que el mismísimo gobierno.
Hoy por hoy, Cristina Kirchner juega contra sí misma. Si es verdad que quiere la reelección, lo que debería hacer es sumar apoyos en lugar de dividir y alejar a quienes alimentó como propios. Pero la naturaleza humana es inexpugnable: siempre peleó y dividió. Ahora no sabe sumar ni multiplicar, y esa falencia puede llevarla a sufrir un "jaque mate" antes que la partida debiera terminarse.
Como sea, habrá un capítulo más de la novela: una "promoción" donde la gente tenga alguna participación, al menos como espectador. El campeonato, pues, aún no se cierra.