De los monólogos desde el atril con escenografía a Harvard
Por su discurso y la agresividad con los alumnos podría decirse que Harvard le quedó grande a CFKPersonalmente he dado infinidad de conferencias, charlas y cursos al igual que muchos otros profesionales. Todos aquellos que hacemos esta tarea sabemos que, aun cuando nos piden que improvisemos algunas palabras en algún almuerzo o acto, el discurso tiene que tener dos elementos fundamentales: a) el objetivo que es tratar de mostrar o demostrar algo y b) el hilo conductor que nos lleva al objetivo. Luego el público podrá estar de acuerdo o no con la conclusión a la que uno llega, pero lo que uno no puede hacer es no tener un hilo conductor en su exposición. Una línea de argumentación que lleve a una conclusión determinada.
El jueves pasado me tomé el trabajo de escuchar entero el discurso de Cristina Fernández de Kirchner en Harvard. Hubo dos elementos que caracterizaron su discurso. En primer lugar la falta de un hilo conductor que condujera a una conclusión determinada. Fue una ensalada rusa de temas diferentes sin conexión entre ellos y, además, en la variedad de temas que abordó, en ninguno demostró o mostró algo. La improvisación de su discurso fue más que evidente. No había preparado nada. Como suele decirse en estos casos, fue a poncho. Sacó de la mochila las muy conocidas frases hechas que acostumbra utilizar (desendeudamiento, plan universal por hijo, etc.) y otras insólitas como cuando muy suelta de cuerpo dijo que afirmar que hablar del fin de la historia es una profunda contradicción. Francamente no sé que quiso decir y tampoco lo explicó.
Su discurso estuvo repleto de imprecisiones, como hablar de desendeudamiento pero no decir que viene pagando la deuda vaciando el activo del BCRA. Ejemplo, al 23 de septiembre el 51% del activo del BCRA estaba compuesto por bonos basura sin valor de mercado y adelantos transitorios al tesoro. Dichos bonos y adelantos transitorios sumaban, a la fecha mencionada, $ 261.000 millones mientras que las reservas del Central, medidas en pesos, eran $ 212.000 millones. Es decir, en el activo hay más activos tóxicos que reservas.
Al hacer referencia a lo que iban a ganar los jubilados, número del que no se acordaba, dijo que pasarían a cobrar $ 2.200, mostrándolo como un gran éxito. Al tipo de cambio verdadero, esos $ 2.200 son algo así como U$S 350. ¡En EE.UU. estaba diciendo que el modelo ha sido exitoso porque un jubilado gana U$$ 350 por mes!
Cuando se pavoneó con el plan conectividad, lo hacía en un país en el cual las computadoras de última generación cuestan la mitad que aquí.
Tiró datos en un país desarrollado en que las cifras suenan irrisorias porque confundió el auditorio de Harvard con sus discursos desde el atril en que los aplaudidores profesionales y los muchachos de La Cámpora que le festejan cualquier cosa que diga, sea ésta consistente o no. En definitiva, la parte de la exposición mostró a alguien sin la preparación intelectual para dictar una conferencia en un centro de altos estudios. Pretendió hacer el mismo discurso de un acto político, donde le festejan con bombos, aplausos y cánticos alguna ocurrencia, en un ámbito académico, donde no impera la emoción sino la razón.
La parte de las preguntas fue más patética, porque quienes damos conferencias o hemos dado clases, lo más importante es el respeto al público o a los alumnos. Si uno acepta preguntas y estas son hechas con respeto, no hay porqué ofenderse aun cuando el otro piense diferente. Cristina Fernández mostró una gran intolerancia a las preguntas porque no le gustaban pero eran hechas con respeto. Claro, está acostumbrada a los mencionados actos en que La Cámpora le festeja lo que dice o a videoconferencias preparadas. El mundo académico es diferente al de la política de barricada. Es un mundo en el que se debate con pasión, intensidad y respeto. Donde el que dice algo tiene que fundamentarlo.
Al no estar acostumbrada al debate académico y demostrar que no le gustan las preguntas que le exigen una respuesta concreta, recurrió a la táctica de destratar a los alumnos como decir “tu compañerito”, “si no lees el papel no te acordás qué tenés que preguntar” y cosas por el estilo. Pero encima no respondía las preguntas. No respondió cómo hizo para aumentar su patrimonio como le preguntó una estudiante norteamericana por su aumento patrimonial. Le dijo que había sido investigada y todo estaba en orden. Claro que no aclaró que el que la investigó fue Oyarbide. Pero lo más importante, la estudiante no le preguntó si la habían investigado, sino cómo había hecho para conseguir aumentar tanto su patrimonio. Y sobre el final dijo que era porque había sido una abogada exitosa y ahora era una presidente exitosa. Habría que ver cómo logró su éxito como abogada y lo de que es una presidente exitosa todavía está por demostrarse,
También, con una clara falta de respeto hacia los estudiantes, CFK dijo que ellos tenían la suerte de estar en Harvard, una frase poco feliz porque tal vez no sea por suerte sino porque sus padres trabajaron honestamente y pueden pagarle a sus hijos los estudios en Harvard. Y eso no es suerte, es tener padres que trabajaron y le brindan a sus hijos el mejor capital que uno puede dejarles: educación.
Pero CFK no está en condiciones de tratar irónicamente a los estudiantes argentinos en Harvard, como si fueran unos privilegiados dado que, entiendo, su hija ha estado o está estudiando en EE.UU. y nadie se está metiendo en su vida sobre si estudia en Argentina o en EE.UU.
Podría decirse que Harvard le quedó intelectualmente grande a Cristina Fernández de Kirchner. Demostró no estar en condiciones de dar una conferencia en un centro académico porque su discurso no tuvo un hilo conductor. No mostró ni demostró nada. Solo hizo propaganda política de su gobierno. Eso no es una actividad académica.
También le quedó grande porque no respondió una sola pregunta de las que le formularon los alumnos. Se fue por las ramas, evadió, hizo chicanas y descalificó. Es decir, mostró que no tiene capacidad para estar frente a un grupo de estudiantes y transferirles conocimientos.
En síntesis, su paso por Harvard confirmó que CFK no tiene un nivel intelectual para poder participar de esos ambientes académicos, pero sí para los actos organizados y con escenografía preparada ante militantes que la aplauden y vitorean incondicionalmente.
Pero lo más lamentable fue su falta de respeto. El destrato y la soberbia con que intentó tratar a los estudiantes que le formularon preguntas con respeto.
Claramente CFK está para sus monólogos en auditorios complacientes, pero no para debatir y confrontar ideas con gente preparada.